Capítulo 1

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(Nueve años después

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(Nueve años después...)

—¡(TN)! ¡Haz el favor de venir a desayunar! ¿Cuántos años vamos a estar así? —le llamó su madre, enfadada.

—¡Voy! —gruñó (TN) desde su futón. Toda la vida iban a estar así. ¡Toda la vida! Siempre iba a ser una vaga.

Se levantó, muy a su pesar, y se acercó al armario para vestirse. Cuando salió al salón, el resto de su familia ya estaba acabando de desayunar. Se tomaría su desayuno frío como siempre, ya estaba más que acostumbrada. Su hermano, Himiro, se había convertido en todo un hombre. Ese año había conocido a una chica y pronto se casarían. Había tardado bastante, lo cual había provocado burlas por parte de su hermana, pero al final había conseguido encontrar a una mujer.

—(TN), ahora te toca a ti encontrar un marido. Cuánto más joven seas mejor. Los hombres las prefieren jóvenes —comentó su madre, nada más se sentó sobre el cojín.

—Sí, lo sé... —murmuró ella. ¡Por favor! Acababa de cumplir diecinueve años hace poco. ¿Podían dejarle tranquila? Seguro que pronto le presentaban al hijo de algún amigo de sus padres. Eso le pasaba a casi todas las chicas de esas edades. Debían encontrar pronto un futuro marido.

—Papá conoce a los dueños de un negocio muy bueno en la ciudad. Tienen un hijo de veinte años muy apuesto —siguió explicando su madre. (TN) se bebió la sopa de miso a toda velocidad, que era lo único que le quedaba en la bandeja.

—¿Vamos, Hiromi? Se nos hará tarde —dijo la joven, mientras se levantaba.

La noche anterior había caído la primera nevada considerable del invierno. Ese día, los dos hermanos venderían las pocas frutas y verduras que todavía conservaban de hace pocos días y que estaban en buen estado. Además, también llevaban los bollitos que su madre preparaba desde hace años. Ahora había más variedad. Había algunos cubiertos con chocolate, otros con sabor a fresa, otros solo con azúcar... Daba igual el sabor, todos estaban riquísimos.

Ya tenían el puestecito preparado y la calle principal del pueblo se iba llenando poco a poco. (TN) estaba pendiente por si llegaba aquel hombre. Desde hacía ocho años, durante el invierno, siempre aparecía por allí un hombre muy grande que compraba todas los bollitos que sobraban y ella siempre se quedaba sin. Lo bueno, es que a veces incluso pagaba el doble de lo que costaban. Aunque todavía era demasiado pronto. Solía llegar al final de la tarde.

Ese día de compra fue bastante bien. Se quedaron algunas frutas y bollitos por vender, pero ganaron lo suficiente. (TN) miró con curiosidad hacia los dos lados de la calle. ¡Estaba allí! Le veía acercarse a lo lejos. Eran tan grande que era imposible no verle. Habían sobrado tres bollos y les pagaría el doble por cada uno. Siempre era así. Debían de gustarle mucho. De pronto, alguien pasó rápidamente por delante de su puesto. ¡Un momento! ¡Habían cogido la cesta! La chica se aflojó la cinta del kimono y no dudó en salir corriendo hacia el ladrón.

Peligro al anochecer «Katakuri x Lectora»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora