(TN) y Katakuri ya llevaban dos días viajando a pie por aquellos rocosos caminos que atravesaban las montañas. Ya hacía un par de semanas que el verano había finalizado, dando paso al otoño. Las hojas de los árboles y de los arbustos habían abandonado los tonos verdosos. Ahora todo era un espectáculo de tonos amarillos, anaranjados, rojos e incluso alguno violeta. Las vistas eran preciosas, sobre todo en las zonas donde más vegetación había.
No habían podido disfrutar mucho del paisaje mientras viajaban, ya que habían modificado un poco sus horarios. Descansaban por el día e intentaban emprender de nuevo el camino cuando comenzaba a atardecer. Su objetivo era encontrarse con el mayor número de demonios posible para poder practicar. Por desgracia, no todo salió como esperaban. De hecho, no se cruzaron ni a uno solo de ellos durante sus paseos nocturnos. Eso no les impidió practicar sus movimientos, ya que se enfrentaron el uno al otro. Era de vital importancia que (TN) no perdiera la práctica, en especial después de haber tenido que descansar durante tantos días seguidos.
Acababa de empezar a amanecer hacía tan solo unos minutos. Ya se podía divisar el siguiente pueblo a lo lejos. Katakuri tenía intenciones de llegar a la ciudad más próxima para la siguiente luna llena, pero no estaba seguro de que llegaran a tiempo. Tal vez tendría que echar mano de su velocidad especial. Iría viendo. Estaba pensando en ello cuando notó que algo se abalanzaba encima de él. Cogió rápidamente su lanza y frenó el golpe de aquella espada.
—Está claro que jamás llegaré a sorprenderte. Por cierto, tu nueva aprendiz es bastante rápida —comentó ese joven desconocido, notando como la punta de la lanza de (TN) rozaba su nuca.
—¿Quién eres? ¿Te crees que esas son formas de aparecer? —preguntó la chica, mientras bajaba su arma. Estaba claro que ese tipo no era un enemigo.
—Relájate. No iba en serio —comentó, como si nada, mientras volvía a enfundar su espada.
—Es un chico al que entrené hace unos años para que me ayudara a acabar con los demonios —explicó Katakuri—. El suele encargarse de esta zona.
—Exacto. No ha muerto nadie en este pueblo desde que estoy aquí —dijo el tipo, orgulloso—. Por cierto, acabé con uno de la lista. Un tal Charlotte Nougat.
—Bien. Buen trabajo —le felicitó el peli-granate, aunque no con mucha emoción. Bueno, no es que fuera muy eufórico de normal—. Nos dirigimos hacia el pueblo. Queremos descansar allí un par de noches.
—No se hable más, podéis quedaros en mi casa —ofreció el chico—. Por cierto, me llamo Raiden.
—Yo soy (TN) —se presentó ella, mirándole de reojo mientras caminaba entre ella y Katakuri.
Debía tener tan solo unos años más que ella. Tenía el pelo rubio oscuro, algo alborotado. Sus ojos eran de un color verde intenso. Parecía bastante en forma, aunque era obvio si te dedicabas a cazar demonios. Requería de un duro entrenamiento. Lo que a la joven no le hacía gracia sobre él era esa estúpida sonrisa de superioridad desde que había aparecido. Sacudió la cabeza. No debía juzgar a las personas antes de conocerlas.
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Peligro al anochecer «Katakuri x Lectora»
Hayran KurguLa joven (TN) vive un pequeño pueblo perdido por las montañas de Japón. Su casa está algo separada del resto, por un camino de cinco minutos. Todos los días ella acompaña a su hermano mayor para vender los diferentes productos que producen en su peq...