Prólogo

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✿ฺDía Confuso✿ฺ

No puedo, simplemente no puedo olvidarlo. Recuerdo haberlo visto en la cama cuando a penas tenía cuatro años recién cumplidos hace un par de días atrás, ya estando a vísperas de navidad viendo al viejo en cama. Su sonrisa y sus chistes que dan tanta gracia pero sus últimas palabras eran las más duras por el hecho de que eran las últimas y nada más.

Fue el funeral, la señora Joestar me tomó de la mano y la excusa era por el hecho de querer presentarme a alguien. Paseamos por los rosales del cementerio, nos distrajimos mientras los viejos recuerdos pasaban por mi mente. Nunca había sufrido algo así y era doloroso olvidar esa boba sonrisa, chistes tan aburridos que reías de los aburridos que eran, inocentes engaños, dulces concejos que jamás podría olvidar de la noche a la mañana.

Habían extrañas personas en el lugar, en especial un hombre con gabardina blanca y gorra del mismo color. Daba miedo su presencia. Ese día sí que era confuso, era soleado para ser invierno.

De pronto, me guió a una sala y allí se encontraba un policía con extravagante peinado, tenía la misma altura que  ese raro señor con conjuntos blancos y raros adornos de delfines.

–¡Señora Joestar, juro que me he portado bien! –reclamé.

Ambos rieron, pues era una inocente niña y tenía miedo de él. Él se acercó, sus ojos reflejaban una extraña pena que ocultaba. No sabía qué era más extraño, sus ojos morados o su raro peinado. Una mano la alzó mientras se agachaba, quedé confusa mientas agarraba desesperadamente la falda de la señora Joestar, quien reía de mi susto.

–Shizuka –acarició mi cabello–, cariño.

Ella se agacha y pide que la mire a los ojos.

–No puedo tenerte pero él si.

Estreché mi mano al escuchar esas palabras que no tardaron herirme. Ese hombre se veía muy raro pero de confianza a la vez. Era pequeña, no sabía qué hacer. En ese momento ella sonrió.

–¿Dónde están mis modales? –reclamó el hombre para sí mismo–. Soy Josuke, tu medio hermano y tu tutor a partir de ahora.

Su acento era extraño, en realidad si venía de un lugar lejano. Me acerqué tímida pero en realidad me daba mucha confianza, la señora Joestar parecía más que complacida con la visita de él y que haya llegado tan lejos solo para venir a buscarme, haciendo sentido de que hace unos días empezáramos a empacar algunas cosas mías. Admito que como toda niña no quería irme y despegarme de la señora Joestar pero me quedé tranquila, guardé todos esos sentimientos explosivos, no era una niña que daba pataleta por todo.

Han pasado casi once años desde su muerte y en unos meses será mi cumpleaños, quizás el día más triste que haya podido pasar pero aún así no sé cómo explicarle a mi torpe hermano que no quiero nada. Quedan con exactitud tres meses y veinte días para mi cumpleaños. Hoy habían iniciado el segundo semestre y para el colmo llegar a casa ya era un problema: estaba sola. Había sido amable en enseñarme japonés, prepararme para la escuela, preparar el desayuno pero me preocupa últimamente, solo se enfoca en su trabajo y en verme bien, algo va a terminar colapsando tarde o temprano detrás de su típica sonrisa y necesito saber qué es. Este día no podía ser más confuso.

Dulce destino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora