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✿ฺ¡El nuevo padre de Shizuka!✿ฺ

Partimos tristes, lo sé, pero quizás deberíamos volver a mi realidad para que vean que tan extraña es. Vivo con un policía del pueblo de Morioh, honrado, respetado hasta seducido por chicas del lugar que no se fijan más allá de su cuerpo. Hombre de treinta años y su madre se preocupa porque no tiene a nadie, solo a mí, no tiene esposa, sigue soltero pero aún no entiendo el por qué tanta despreocupación. Tenía entendido que la tradición japonesa era muy distinta pero no esperaba que fuera tan exagerada al punto de llegar a casa y que te griten que consigas esposa.

Claro, recapitulemos. Había llegado del primer día del segundo semestre escolar.

–¡Ya estoy en casa! –grité, aún sabiendo que no había llegado.

Suspiré agotada, tiré mis cosas. El único problema de tenerlo a él de tutor era que la mayoría del tiempo llegaba tarde, a veces llegaba cansado al punto de tirarse a dormir o a veces con moretones hasta la nariz quebrada pero él seguía con su sonrisa y me decía con tanta serenidad:

–No te preocupes, solo fue un accidente.

Pero yo no sabía que yo no le creía esa mentira barata después de conocer a nuestro anciano padre. Lo dudo, supongo que si sabe que soy lo suficiente lista para deducir que es una mentira aún teniendo la necesidad de suavizar el golpe.

Sabía la existencia de los Stands y que yo portaba uno, él me lo explicó cuando a penas tenía cinco años. Me lo enseñó de una divertida, rompió un jarrón y luego lo reparó con el suyo, yo siendo pequeña empecé a romper todo a mi paso por el hecho que me divertía como lo hacía, andaba corriendo por toda la casa atrás de mí.

Supongo que a Josuke no lo veo como un hermano ni como mi tutor legal, al viejo no lo conocí mucho pero tampoco le decía papá, siento que Josuke es más un padre y siento que es eso un problema. Desde que llegué algunas chicas se preguntaba con que yo era su hija, él respondía con que era su hermana pero últimamente no lo parecía, me trata con mucho cariño y me protege como un padre lo hace con sus hijos. Hasta a veces siento que mi apellido anterior no tenía sentido alguno, me lo cambié a pedido de la señora Joestar y mi supuesta seguridad. No me siento como su hermana.

En fin, me dirigí a mi cuarto, arrastrando mi mochila y de mala gana. De pronto escuché la puerta abrirse y él entró como todas esas veces en que llega cansado. Dejé la mochila y corrí a abrazarlo.

–¿Cómo te fue en tu primer día devuelta al colegio?

Me tomó en brazos, cansado pero aún así me podía en sus brazos.

–Nada interesante pero bien, ¿qué hay de ti?

Él sonrió, tomó mi mochila, me llevó al cuarto y me sentó en la cama para luego darme cosquillas. No respondió mi pregunta como siempre. Lo detuve molesta, no podía aguantarlo más y lo abracé. Me quedó mirando raro, pensó que había tenido un mal día pero no lloré, me preocupé más por él que por mí. Me dió un par de palmadas para luego corresponder mi repentino abrazo. De pronto sentí que a mi hombro se humedecía, gimoteos se escuchaban en mi oído y él había resistido para luego derrumbarse ante mis pies.

–¿Confías en mi?

Asiente con la cabeza. Mis manos se dirigen a su cabello y lo empece a acariciar con suavidad, mis manos pasaron por su nuca y así siguieron hasta relajarlo. Botó toda esa pena que había guardado con una niña de catorce años.

–No es necesario que me cuentes qué está pasando, solo necesito saber qué hacer para ayudarte –susurré–. Podré ser menor que tú pero también estoy dispuesta a ayudarte.

No había mejor momento para soltar todo que este preciso instante, quizás debía aprovechar en decirle cómo me sentía.

–¿Sabes? Ya no te considero como mi hermano, nunca lo hice realmente. Siempre te vi como un padre.

Él alzó su cabeza, me mira a los ojos y me toma por las mejillas, su sonrisa esta vez se ve verdadera. Esta vez yo empecé a llorar. Besó mi frente mientras acaricia mis mejillas.

–Puedes llamarme padre –susurró–, no tengo ningún problema.

Desde los cuatro no tengo un padre presente, nadie puede reemplazar el cariño de Joseph, nadie pero en este momento el único que ha demostrado ganarse mi confianza, mi respeto, mi corazón es Josuke. Siempre ha buscado protegerme, enseñarme, limpiarme, llevarme de un lado para otro. Más que mi tutor es el padre que necesito. Creo que él está más alegre que yo con que lo llame así, como si los dos nos hubiéramos guardado ese sentimiento. Claro que habrán secretos que aún tendré que descubrir pero eso los tendría que ver con el tiempo y no dudó en que cada uno tendrá su explicación.

Dulce destino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora