✿ฺBestia liberada✿ฺ

–¡Shizuka vas a llegar tarde!

Mi padre exclamó desde la cocina, miré el despertador. ¡No debo llegar atrasada! Aún no me acostumbro ir con mi padre a la secundaria, debería dejar de olvidar que él se levanta primero que yo. Me apresuré, pues el cabello largo no es fácil de secar después, me llega hasta la espalda. Me bañé rápido, me vestí, sin olvidar el collar que me había regalado hace unos días mi padre, me devoré el desayuno viendo a mi padre cómo me miraba mientras lo hacía. Corrí otra vez, me lavé los dientes y corrí con mi mochila escalones abajo.

–¡Vámonos! –exclamé ya en la puerta de la casa.

Él rió por las locuras que hago en la mañana. Fuimos caminando a la secundaria Budogaoka mientras hablábamos de cada cosa que se nos venía a la mente. De pronto se detuvo, lo miré por unos cuantos segundos, miré hacia la misma dirección y pudimos ver al señor Kishibe mirándonos fijamente.

–Shizuka, crucemos la calle –ordena molesto.

Obedezco sin titubear, ese hombre me trae un mal presentimiento. Tuvimos que cruzar una vez más la calle para estar a la entrada del colegio, no fue una experiencia grata. Por estas razones no puedo salir sola nunca más, mi padre tiene miedo de que me haga daño conociendo a ese hombre mejor que yo pero sigo sin entender el drama bajo todo este problema conmigo, ni siquiera Okuyasu me lo quiere contar.

Este día iba a ser largo. Cuando llegó al aula sucede lo típico, chicas pidiendo que entregara cartas a mi padre y, algo que no he mencionado antes, chicos derritiéndose ante mi presencia. Me sentí incómoda pero me mantuve callada sin contestar ninguna bobada de piropo que lanzaban, por eso me agrada Wes, es calmado, no me trata de objeto y ha sido atento junto Akiko.

Para clases de actividad física sentí que alguien me observaba de lejos, sentí que los problemas iban a iniciar.

Al momento en que finalizó, el bolso en que tenía ropa de cambio tenía una nota extraña.

–"Liberaste la bestia, pendeja" –leí la nota, susurrando.

Mis amigos vieron la nota y estaban tan sorprendidos como yo.

Al salir del colegio me fui con Akiko, habíamos quedado en irnos juntas a estudiar a mi casa pero había algo que sentía extraño y me hice invisible junto todas mis ropas. Ordené susurrándole que ella siguiera. Cuando menos esperamos una muchacha de nuestra edad detiene a Akiko. La miré un buen rato, yo la reconozco, era Emiko, de nuestra misma clase. Sentí un muy mal presentimiento.

–¿Dónde está Shizuka? –preguntó sonriente.

Tenía esa sonrisa de pocos amigos, no daba ninguna confianza Akiko, las dos estábamos tan alteradas pero tenía que mantener distancia y ver qué pasaba.

Mi mejor amiga no es una usuaria Stand, tengo que estar atento y velar por su seguridad. De pronto sentí que algo me abate contra el suelo, al mirar de donde provenía ya era tarde, era una enorme serpiente grisácea que Akiko no podía ver. La invisibilidad se inhibe ante el golpe, Emiko me patea en la nariz, la serpiente gigantesca retiene a mi amiga al punto de desesperarla del susto, haciendo que entrara en pánico. La sofoca hasta provocar que se desmayara, ambas quedamos noqueadas. Fingí cerrar mis párpados y que había caído en garras.

–Bien, iré ahora contra su padre, él si que causará muchos problemas.

Escuché sus pasos irse poco a poco, abrí un ojo y la había perdido de vista. Akiko se levanta y me ayuda a pararme.

–¿Estás bien?

–Shizuka, mírate a ti –susurra preocupada–, estoy bien. Menos mal fingí.

Nos apresuramos lo más discretas posibles en ir por un atajo a detenerla.

Ni crean que mi padre no tiene su fama por solo ser guapo ante las mujeres. Resulta que es un gran policía y con grandes aspiraciones que las ha logrado cumplir, tiene una gran reputación y el pueblo se siente a salvo con él, sigue esforzándose para poder llegar a una carrera de detective pero el problema sería de muchachas como Emiko que buscarán algo para detenerlo de ser descubiertas. No cabe duda de que ella ha sido envidia por alguien y ese Stand dudo que lo haya tenido antes conociéndola a ella.

A los lejos vimos que se quejaba de mi popularidad, en especial por profesores y chicos.

–¡No podía salir más igual que el bobo de Higashikata! –se le escucha quejarse.

La serpiente se mantiene a su lado, lo único malo de ese Stand tan simple de figura es que no le escucha ni un solo movimiento, es muy sigiloso, rápido. Si lleva a atacar a mi padre será una lástima para Morioh.

Llegué a casa junto antes que Emiko llegara, Akiko entró conmigo. Josuke estaba allí. Oculté al instante mi rostro moreteado.

–Vaya, ¿qué no ibas a casa de Akiko?

–Cambio de planes –sonreí nerviosa.

Sentí una picazón nerviosa en mi brazo así solo me limité a rascarme. Él se medía vuelta para preparar algunas cosas para ofrecerle a Akiko. Claro, es la invitada, no podemos dejarla así sin más en el comedor. Sin darme cuenta sentí una presión en mi brazo, dirigió la mano sobre la mesa y obligándome a que tome el cuchillo, no pude detenerme y de pronto vi por la ventana la sonrisa diabólica de Emiko. Sus flequillo junto con todo su cabello corto de color castaño claro tapaban su rostro solo hacían que diera más miedo. Para cuando mi papá se dirige a verme, me hice invisible y solté el cuchillo, dejando que cayera al suelo. Corrí tras Emiko y la sostuve de sus cabellos, aún siendo invisible solo le aterraba al no saber que sucedía y su Stand dejó de afectarme.

–Imposible –patalea–, The Beast no puede ser tan fácil de derrotar.

–Para ser una simple serpiente si fue fácil de derrotarla.

La golpeé y la puerta de la casa se abrió, volví a hacerme visible mientras ella cayó inconsciente al suelo. Sentí mis piernas débil al punto de casi caer al suelo de no ser porque caí en los brazos de mi padre.

–¡Genial! Pareces igual que yo cuando tenia dieciséis –se queja pero muy preocupado por mi.

Utiliza a Crazy Diamond y mi nariz dejó de estar rota, ya no me sentía tan débil y me aferré a su pecho.

Al poco rato llamamos a sus padres, sin antes llamar al raro mangaka del otro día para pedirle que escriba una prohibición de usar a su Stand para asesinar.

–Para la próxima avísame a tiempo –pide preocupado.

–Papá, lo sé. No podía porque ella estaba loca.

Hubo un buen rato de silencio, me abrazó esta vez él a mi, se sentía muy extraño que me abrazara pero aún así correspondí sin problema. Al separarnos me tomó de ambas manos, se sentó en la silla y me miró a los ojos.

–Ella está tramando algo más, no atacaría sin una orden.

Lo miré un buen rato, parecía algo extraño hasta una locura porque lo había pensado antes pero aún más extraño es que él haya pensado lo mismo.

–Mira, ya he pasado por lo mismo –explicó–. Alguien más está atrás esto y tu debes alejarte de más problemas.

Asentí con mi cabeza pero en mi mente se negaba en obedecer. Si se trata de mi padre, se trata de lo poco que me queda, no dejaría nadie lo lastime y nada lastime al pueblo.

Dulce destino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora