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✿ฺEl secreto del oficial Higashikata✿ฺ

Terminó la jornada de clases. Ya era hora, el profesor me odia de tanto que me cuesta su materia. Ojalá pudiera jugarle una broma pero eso implicaría que llamen a mi padre, que me suspendan, que más encima me atrapen en el proceso siendo invisible pero no importa.

–Shizuka.

Miré a mi lado, se me acerca con una sonrisa y una carta entre sus manos.

–Akiko –respondí–, ¿qué pasa?

Ella sonríe aún más nerviosa, empieza a jugar con un pie y me entrega la carta con una reverencia. Quedé confusa pero a la vez se me aclaró la idea para quién iba a dirigirse la carta y yo iba a terminar como lechuza mensajera.

–¿Podrías pasarle esta carta a tu padre?

Recibí la carta, sonriéndole.

A ella la conozco desde que llegué a Japón, a la escuela intermedia y ambas seguimos estando juntas en la secundaria Budogaoka. Hemos sido mejores amigas hace diez años y nadie nos ha podido separar.
No es un gran secreto que ella guste de mi padre, ella me lo confesó pero dijo que no iba a mi casa por él. Ante todo mantenemos nuestra amistad. Aunque la pregunta de todo esto es quién no se ha enamorado de mi padre.

Guardé la carta en la mochila junto a las otras cartas de maestras que me pidieron hasta su número. Dudo que responda aunque sea una de esas cartas con lo ocupado que está y sin olvidar el poco interés en el asunto romántico.

Akiko me acompaña a la entrada del colegio y ambas escuchamos el sonido de un claxon proveniente de la patrulla al frente del colegio. No era mi padre sino su amigo, Okuyasu. Él de vez en cuando me lleva a casa a pedido de mi padre solo cuando tiene tiempo que eso es gran parte de la semana, rara vez no lo veo como el primer día de clases de este semestre.

–¿Podrías dejar de hacer eso? Es vergonzoso –reí.

Me subí a la parte trasera, me despedí de mi amiga. Como siempre dimos una vuelta, me cuenta sus extrañas anécdotas y sus chistes que la gracia es que no tenga la tengan.

–¿Y qué tal está tu padre? Casi ni tiene tiempo.

–Bien –respondí–, también anda ocupado hasta para mí.

Él suspiró, no estaba molesto pero parecía hasta triste, creo que hasta preocupado.

–No lo culpo que esté así.

Quedé callada. Algo de él no sabía pero necesito saber por qué lloró al abrazarme y creo que Okuyasu tenía la respuesta pero no era el momento de preguntarle. Rebusqué en mi mochila alguna carta, él me miraba por el retrovisor cómo de tantas cartas una que había visto era para él. Cuando llegamos a casa me bajó y di una reverencia mientras le entregaba la carta.

–Me habían pedido darte esta carta.

Él la recibe contento, me gusta verlo con un mejor ánimo. Saqué mis llaves para entrar a casa mientras él abría la carta con un buen ánimo. Con el tiempo le he tomado una gran confianza, a veces compartimos secretos en el camino, me invita a tomar helado, siempre y cuando tenía tiempo que a veces no entiendo cómo no puedo tener eso con Josuke.

–Mi profesora de literatura es muy amable y cuando te vió no sabía cómo acercarse. No le digas que fui que te contó que ella escribió la carta. No todas son para mi padre.

Vi que cuando la leía ya estaba que se desmayaba en la calle, me dió gracia. Me despedí de él pero de la nada me detuvo, al frente de la casa había un extravagante señor con extrañas ropas. Nos vió y se fue como si no hubiera pasado nada. Ni Okuyasu ni ese señor parecían de buen humor al mirarse, al parecer se conocen y se odian mucho. Estoy muy segura que había visto ese señor en la televisión antes en un programa de típicos chismosos que invitan a famosos para hablar de sus vidas, pues allí estuvo una vez y no recuerdo su nombre. ¿Qué hacia un hombre de la televisión buscando a mi padre y por qué me miró en especial a mi con desprecio? No lo conocía así que no cayó culpa alguna en mí.

Abracé a Okuyasu por última vez y entré a casa, él es el único que no me queda mirando raro por los abrazos. Allí pude ver a mi padre oculto tras la pared cercana a la ventana, al parecer vió a ese hombre pero cuando me miró se levantó al instante.

–Estás temprano en casa, papá –sonreí, fingiendo ingenuidad.

Él me miró con una cara de pocos amigos y gruñí, tenía que soltar mi verdadera pregunta pero de verdad estaba alegre que esté en casa temprano. No siempre es así, a veces tengo que ir a su cama y golpearlo con la almohada para que me haga la cena.

–¿Quién era ese hombre y por qué te estás ocultando de él?

Suspiró y me hizo una señal con su mano para que me acercara, me guió esta vez a su cuarto, quién sabe qué está sucediendo realmente. Solo él y Okuyasu, eso me aterra bastante. Cuando llegamos me mostró una revista y allí pude ver su verdadero nombre.

–Ah –dije ya entendiendo quién era–. Sigo sin entender.

Claro, una cosa es saber quién era ese mangaka en la puerta pero otra es que me diga por qué estaba buscándolo a él y por qué nos estaba mirando mal a mí y a Okuyasu. ¿Tanto odio se tienen? Aunque mi padre luce más apenado por la situación.
Se me acercó, sentándose en la cama y guardando nuevamente la revista. No sacó nada más, quizás piensa que lo estará escuchando y eso me aterra aún más. No me importa quién es, soy capaz de hacer lo que sea para que se aleje de mi padre. Vuelve a soltar un suspiro nostálgico.

–Me metí en problemas con él antes de que estuvieras aquí. Tu eras una bebé en ese momento.

Decidió mirarme de una vez a los ojos, reprimió el llanto.

–Creo que hay cosas de las que nos estás preparada por saber. No quiero que luego te sientas culpable.

Abandonó el cuarto, dejándome con las dudas. Tomé la revista y la llevé a mi cuarto. Hice mis deberes, cenamos juntos pero ya no era lo mismo. Lucía triste y no podía darme el lujo de soportar verlo así. Mi padre se esfuerza en todo, en su trabajo, cuidar el pueblo, cuidar de mí, hacerme feliz pero para qué si ese mangaka llega y hace que esos esfuerzos sean en vano. Una vez que terminé de cenar, me despedí de él con un beso en su mejilla, hizo un intento de sonrisa pero era demasiado forzada.

No podía permitirlo, sabiendo que era incorrecto quedarme con los brazos cruzados. Supuse que si me veía ese hombre en su puerta me rechazaría, tenía que hacerlo hablar de una u otra forma. Estoy dispuesta a quedarme toda la noche despierta ideando el plan perfecto y si es necesario quemaré su casa.

Dulce destino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora