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✿ฺEl plan✿ฺ

Linda mañana, desperté a mi papá con una pequeña pelea de almohadas para levantar su ánimo. Mientras él se fue a bañar decidí improvisar el desayuno, estaba de buen humor para darle buen humor así que encendí la radio y le puse su artista favorito, por un segundo creí escucharlo cantar en la ducha. Bien, la primera parte del plan va en marcha. Por un momento apagué la radio, él no canta tan mal pero cuando se dió cuenta me persiguió por la casa con la cara hecha un tomate.

Era fin de semana así que me excusé con ir a estudiar en la casa de Akiko porque había prueba el lunes. La única verdad es que hay primera el lunes. Me perdió de vista y pude irme hacia donde realmente me dirigía. Agarré mi celular y llamé a Akiko.

–Hola, necesito que me haga un favor –dije yendo al grano.

–¿Cuál es el plan?

Amo cómo me conoce tan bien, por eso es mi mejor amiga.

–Si mi padre pregunta, estoy en tu casa, si pide que le pases el teléfono dile que estoy en el baño.

–Entendido pero no te metas en graves problemas.

Nunca me ha pillado, por qué me pillaría esta vez.

Logré obtener la dirección del mangaka, no pregunten, me costó mucho encontrarlo. Está bien, no les mentiré a ustedes, fue Okuyasu. Fue muy difícil sobornarlo así que le prometí decirle quién es mi profesora de literatura

Hace poco fui practicando mi invisibilidad que hasta he probado con Akiko, ya puedo ir moderándolo cada vez mejor. No me fui por la puerta, hice práctica mi invisibilidad y me dirijo hacia una ventana. La abrí con mucho cuidado, a lo poco rato él llegó, me oculté y para el colmo él la cerró. Ahora no tengo otro remedio más que llevar a cabo el plan. Aparecí por detrás de él. Cuando me miró no parecía sorprendido y ante todo tenía que mantenerme firme.
Me puse a la defensiva, el silencio invadió por un buen rato, tengo que conseguir respuestas y tomar el valor de preguntarle todo lo que tenía que saber, hacerle saber que nadie se mete con mi padre.

–Así que, tu eres la bebé invisible.

–No soy una bebé –me quejé–. Ahora cállate, yo hago las preguntas o haré que todo sea invisible que ni podrás reconocer tu propia casa.

Él ríe, a penas da un paso y me coloqué aún más a la defensiva.

–Tranquila –se molesta–. ¿Por qué no tocaste la puerta?

–Porque me hubieras dejado afuera y me cerrarías la puerta en la cara.

–Si, eso hubiera pasado.

Me guió al comedor, sus manos estaban bajo la mesa y yo mantenía mis manos sobre la mesa, jugando los pulgares.

–Bien, ¿qué quieres saber? –pregunta, dejando sus manos sobre la mesa.

Suspiré, quería ir al grano. Me mira como si tuviera algo entre manos y si era así, tenía que apresurarme. Me mira con una sonrisa burlona pero todo sigue siendo tan tenso y vergonzoso para mí. Ya no hay marcha atrás, tengo que conseguir la información y ayudar a mi padre de éste infeliz.

–¿Por qué fuiste a la casa de mi padre?

Él ríe nuevamente. Como odio su risa maniática, golpeé la mesa. Se calló al instante, carraspeé para que me tomara con más seriedad. No soy ingenua, no me importa si me había conocido antes, lo único que tiene gran importancia ahora es que mi padre esté bien.

–¿Él nunca te contó sobre mí? –sonrió inocente.

De pronto tocaron la puerta, él fue a atender como si no hubiera pasado nada. Cuando abrió vi a mi padre, muy molesto conmigo.

El mangaka sacó su celular de su bolsillo, lo alzó burlón a mi cara y yo me abalancé molesta para golpearle la cara de no ser por mi padre. Me detuvo mientras intentaba arañar su cara de lo molesta que me ponía.

–Shizuka, ya basta. Nos vamos a casa ahora.

Pataleé como nunca antes había hecho, me zafé para luego caer en sus brazos otra vez y esta vez no pude porque su Stand me controló para quedarme quita.

–Solo quiero saber la verdad. Ese sujeto no es más que un acosador –intenté decir en mi defensa.

El mangaka se molestó, dió una media vuelta melodramática para mirarme con ira a los ojos, su ceño fruncido y de un muy mal humor de verme. Otra vez sentí su odio en mí, mi padre está molesto conmigo y ahora si estoy cayendo en la culpa.

–¿Quieres saber la verdad? Bien.

Mi padre me dejó para luego acercarse al hombre e intentar calmarlo. Él siguió señalándome.

–¡Esto es tu culpa! ¡Arruinaste todo! –exclamó hacia mi.

Más que enfadado lucía como si estuviera a punto de romper a llorar en frente de ambos.

La culpa la cargué, volví a mi invisibilidad y lloré en silencio mientras me alejaba lentamente de la casa, escuchando el dialogo de ellos.

–¡Entiende que no es su culpa, Rohan! –me defendió mi padre.

–Ahora si somos informales, ¿eh? –se queja– Tienes suerte que no llame a la policía y te llame a ti. Tenga un buen día y largo de mi casa.

Salí corriendo, no quería escuchar más, no quería saber nada más. Quizás ese señor tenía razón y era mi culpa pero ¿culpa de qué?

Ya a una cuadra de mi casa hice mi presencia dar a luz, sentí una mano en mi hombre y pude ver que mi padre lucía más preocupado que molesto conmigo. Solo dijo que no debí meterme y quizás tenía razón porque si hubiera ido realmente a la casa de Akiko quizás nunca hubiera sentido la culpa que tengo ahora, aún así no entiendo de qué tanto me culpa ese señor pero parecía muy cercano a mi padre.
Entramos a casa, me detuvo y alzó su mano. Ya veía venir las siguientes palabras de su boca. Suspiró y dejé mi celular en su mano.

–Estás castigada –dijo tranquilo–. No lo vuelvas a hacer.

–Pero solo quería ayudarte.

Mis lágrimas volvieron a recorrer mis mejillas y él me abraza, me aferra a su pecho mientras lloro desconsolada en sus brazos. Nunca me había sentido tan mal después de la muerte del señor Joestar.

–¿De qué tengo la culpa, papá? –pedí respuesta entre tanto gimoteo y llanto desconsolado.

Él no dijo nada, me tomó en sus brazos y me llevó mi cuarto. Tomó la revista que tenía guardada y la rompió en frente de mí, me intentó sonreír.

–No tienes culpa de nada. Eso no te preocupes, él te metió para nada pero tú tampoco debiste ir allá, jovencita.

Asentí la cabeza y volvió abrazarme. Se alejó a unos pocos centímetros de mi, limpió mis lágrimas y besó mi frente.

–Ahora, tu celular te lo devolveré en dos semanas más para que aprendas que no volver a hacer eso. Me contactaré por Okuyasu y Akiko para saber que estarás bien.

Volví a asentir con la cabeza. Me sonrió, aguantó unas lágrimas que esta vez no dejó escapar.

–Entendido –afirmé.

–Bien. Quédate tranquila. Iré a preparar la cena, ¿quieres acompañarme?

Acepté alegre y me subí a su espalda para ir a la cocina. Puede que esté castigada pero por lo menos algo sé que la conexión entre ellos se rompió muy brusca y quisiera investigar a fondo. Sigo sin entender el por qué ese hombre que ni conozco me odie. Supongo que lo entenderé con el pasar del tiempo y quitar esta culpa innecesaria en mi.

Dulce destino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora