La lluvia cesó junto a aquel enfrentamiento. La ciudad estaba en euforia total por la destrucción causada por ambos forasteros. Policías y decanos en la zona de la batalla, periodistas queriendo entrar a husmear a como de lugar, personas desde sus casas observando todo ese altercado, etc.
Jonathan estaba malherido, caminando por la oscuridad de los callejones y evitando a toda costa a cualquier persona. Este mismo usaba su espada como un bastón. El dolor era imponente, presente en todo momento, recordándole la batalla que había tenido hace solo varios minutos atrás.
Mientras tanto, en un lugar lejos de ahí, Elizabeth aparecía en un destello verdoso. Daud estaba ahí de pie, viéndola con decepción.
- Señor, ¿Está seguro que no quiere que la matemos? - preguntó un sujeto con la misma vestimenta de Daud, exceptuando que tenía su máscara de gas. - Además, ¿porque se toma tantas molestias con ese niño? - pregunto aquel aprendiz.
- Si. Manténgala viva. Por otro lado, mi querido aprendiz, ¿Te he contado la historia del Asesino de la Plaga? - pregunto Daud, mientras que se paseaba por la sala donde estaban. La luz de la luna entraba por una ventana.
- No, mi maestro. - dijo aquel lacayo, mientras apoyaba una rodilla sobre el suelo.
- Verás, joven aprendiz. Hace tiempo, en la época donde los imperios aún existían, hubo una ciudad olvidada por el paso del tiempo. En aquella ciudad nació un pequeño niño, el cual añoraba con todo su ser el volverse un guardaespaldas de la realeza. Pues éste había visto a la joven princesa y había sido un amor mutuo a primera vista, haciendo que el joven tuviera un deseo inexplicable de protegerla. El tiempo pasó y aquel pequeño niño había cumplido su sueño, siendo un adulto, cómo protector real de su amada.
Poco tiempo después, aquel imperio fue asediado por la plaga de las ratas. Todo era un caos en aquella ciudad, cadáveres por doquier, ratas comiéndose los cadáveres en estado de putrefacción y atacando a los sanos para buscar alimento. El toque de queda fue declarado. Los nobles, cegados por el hambre de la avaricia y el poder, me contrataron para asesinar a susodicha emperatriz y secuestrar a su hija.
Dicho y hecho, su sangre noble baño la hoja de mi espada. Todo aquel imperio se volvió patas arriba. Pero tenían una cosa en común, todos le estaban adjudicando la culpa a aquel muchacho que había prometido protegerla, a su protector real, a su amante, al que en teoría sería su emperador. Encerraron a aquel muchacho y sufrió torturas inimaginables por un crimen que el nunca prometió. Todo fue así hasta el día previo a su ejecución.
Aquel muchacho encontró la forma de escapar, escondiéndose en otra ciudad la cual estaba desolada por la plaga. A la noche siguiente de escapar, El Forastero le dio su regalo, le dio su marca. Aquel muchacho, cegado por la venganza, se volvió un sangriento asesino, con un único propósito; matarme y salvar a su princesa, a su hija.
No lo he mencionado, pero el cansancio me ganaba. Ya era notablemente más viejo que cuando había matado a aquella emperatriz. Irremediablemente el momento de nuestro enfrentamiento llegó. Dos personas malditas peleando entre sí. Me acuerdo de aquella batalla perfectamente. - Daud suelta una pequeña risa - el infeliz casi me deja ciego de un ojo. Llego el final de la batalla. Con mucho pesar y dolor, con horribles heridas y algunos huesos rotos, había ganado esa sangrienta batalla.
Aquel muchacho estaba tirado en el suelo, sobre un charco de su propia sangre pero, me había percatado de algo, aún respiraba y jadeaba el nombre de su hija. Decidí dejarlo vivir. No lo hice por pena, lo hice por respeto. Por honor. Le mostré quienes eran los verdaderos culpables del asesinato de su amada.
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El forastero
De Todoesta es un tipo de parodia a dishonored, en el siglo XXI sin el aceite de ballena o los inventos de Piero y sokolov, en un mundo alternativo , si no les gusta se aguantan y miran otra historia Prros