Carnada

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Sintió como un jadeo y respiración rozaban su nuca. Trago saliva mientras su cuerpo no paraba de tiritar del miedo.
El instinto de sobrevivencia fue mayor y saltó como pudo por sobre los arbustos para ponerse a resguardo, al instante que escucho un gruñido más fuerte a solo centímetros de ella.
Como pudo se arrastró por el suelo para poder salir de ahí, poco importó los rasguños y golpes producidos por las plantas y piedras.
Al salir de ahí miro hacía atrás y el ser que la asustó no estaba. Era mejor salir de ahí lo más rápido posible. Nuevamente esa respiración, sintió el nauseabundo olor del aliento de la bestia frente a su rostro, era una especie de felino, con piel similar a las serpientes, tenía 4 ojos negros y un enorme hocico babeando.
Miro donde su restringido campo visual podía, hasta que fue consciente del arma que llevaba, intentó disparar pero los nervios afectaron en su ataque, solo rozando la cara del animal, lo cual le dio una pequeña ventaja para correr. Sentía las zancadas de la bestia dándole alcance, volvió a disparar errando de manera nefasta, si tenía algo de suerte le quedaba solo un tiro. Corrió nuevamente hacía la colina, se puso en posición para disparar, era su única oportunidad, mientras el animal corria hacia ella, apreta el disparador pero este no funciona. Lo vuelve a intentar y nada...
-Es mi fin...- se le llenaron los ojos de lágrimas intentando no perder su objetivo e intentar disparar una última vez. El pseudo felino dio un salto hacia ella, al mismo tiempo que Bulma dispara.
El animal cae al instante a suelo agonizando.
El arma no había funcionado, si no que recibió un disparo desde otro lugar.
Atónita Bulma gira su cabeza hacia atrás y ve como Vegeta baja su mano, él había sido.
- Realmente no aprendes, tienes una capacidad única de meterte en problemas mujer- Vegeta camina hacía el animal para darle un último disparo de energía y con ello matarlo.
El descanso ya estaba haciendo efecto, sus ataque fue rápido y certero, además la hinchazón en su pierna se había ido, solo quedaba malestar muscular.
Se agacha para revisar al animal.
Lo huele y toca.
-Para peor eliges pésimo tu alimento- toca la saliva del animal, - Esta clase de animal solo está lleno de veneno- sonrió para sí, creyendo que con su comentario haría enojar a Bulma. Era claro que estaba dirigido ella, pero no sucedió, se incorporó y al girarse ve a Bulma de pie a centímetros de él con los ojos llenos de lágrimas.

No importa lo que fuera él o que ha hecho antes, la había salvado (nuevamente). Bulma se abalanzó sobre él abrazandolo con la poca fuerza que le quedaba, llorando como una niña.
- gra... gracias...- le dijo entre sollozos. No podía contenerse. No podía sentirse más mal de lo que ya vivía, y para peor en su intento de ser autosuficiente se equivoca poniendo su vida en peligro nuevamente.

Vegeta quedó congelado, tenía a la chica sobre él llorando, era molesto, ridículo, humillante, pero por alguna razón no quería que se apartara. Se quedo quieto sin mover ni un músculo, esperando que ella fuera quien se lo dejara, en el fondo se sentía cómodo teniéndola tan cerca.

Tenía tantas emociones guardadas, que esta última situación fue la gota que rebasó todo, no podía contenerse, estaba ahogada en sus lágrimas, respiraba entrecortado intentando aferrarse a Vegeta como mejor podía, sintió como sus lágrimas mojaban la ropa del Saiyan en la zona del cuello, pero necesitaba un mínimo de regocijo, refugiándose en el cuello del hombre. Olía bien, no era perfume, tampoco era sudor, era un aroma natural, agradable y muy masculino. Poco a poco volvió la calma y con ello la sensatez. La misma calidez del abrazo la relajó para volver en sí.
- Disculpa, no era mi intención- dijo Bulma con voz queda.
Dejó a Vegeta y caminó hacia el arma que echaba humo, la miro con desdén, estaba completamente arruinada, la tomó y camino con ella bajando la colina.
Vio los frutos de los arbustos y saco algunas ramas, y retornó a donde había hecho la fogata.

Él no pronunció ni usa sola palabra, siguió quieto mirando como Bulma se alejaba, lo que había sucedido era desconcertante para él, nadie había tenido la osadía de acercarse a él a tal punto. Las únicas lágrimas que había visto han sido las de sus víctimas rogando no ser asesinadas. No sabía como reaccionar a una situación así y más aún cuando esperaba algún insulto, o reclamo de la mujer, y lo único que recibe fue disculpas.
Toca su cuello al notarlo humedo, podría molestarse, en más de una ocasión mataba a quién tuviera la osadía de tocarlo y mucho peor si marchaba su traje de guerrero.
Era tan sencillo como lanzar una bola de ki, a la distancia que estaba de ella la mataría al instante, pero no quería, no lo hizo antes, menos lo haría ahora.
Necesitaba entender, que clase de sensación era la que dejó esa debilucha mujer en él, debía aceptarlo, era algo completamente diferente a lo poco y nada que sentía al tener a otras mujeres cerca.
-Quizas sea eso, hace mucho tiempo que una mujer...- detuvo su pensar, al instante para decirse.
- Es ridículo, no tengo tiempo para esas tonterías- intento salir volando del lugar, pero no lo consiguió.

Antes de conocernosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora