Capítulo XXXVII

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Un escalofrío invadió mi cuerpo e hizo que finalmente abriera los ojos. Fue entonces que lo recordé, me encontraba en la cama del sargento.
Miré hacia la pequeña ventana de la habitación; afuera aún estaba oscuro, tal vez eran las tres o cuatro de la mañana, no lo sabía con exactitud.
Temblé. Tenía frío y las sábanas no alcanzaban como para generarme el calor necesario que necesitaba.

Fue allí cuando giré mi rostro hacia un lado y lo observé, él dormía plácidamente boca arriba, no imitía ni un sonido y su pecho se inflaba y desinflaba con cierta pausa; parecía que él no tenía frío porque a comparación mía la sábana se encontraba por debajo de su cintura.

—Hace frío —me quejé como si eso fuese a solucionarme el problema —Tengo frío...

Lo observé.

El sargento se giró hacia un lado y así se acercó aún más a mí. Y cuando quise darme cuenta ya me encontraba entre sus brazos, con mi pecho pegado al suyo mientras que sus piernas se enredaban con las mías —las cuales estaban frías porque no llevaba puesto un pantalón, sólo una camisa suya y un bóxer, también suyo—.
Nos cubrió a ambos muy bien con las sábanas y pronto un calor agradable me envolvió por completo.

—¿Está despierto? —le pregunté.

Él tenía sus ojos completamente cerrados, y no los abrió en ningún momento.

—Está despierto —sentencié. Y es que tenía que estarlo u sino no se hubiese girado para abrazarme y mucho menos cubrirme con las sábanas para quitarme el frío.

No me pareció algo extraño estar así con él, entre sus brazos. Es decir, he dormido así muchas veces con Andrew, e incluso con Austin aquella vez en la enfermería...

—Me gustaría ver los aviones que están en el galpón —le dije mirando bien su rostro.

Obviamente él no abrió los ojos, se estaba haciendo el dormido u no quería verme, una de dos.

—¿Ha escuchado lo que dicen de la RAF? —le pregunté, pero él no dijo nada —Dicen que es la mejor fuerza área del mundo —sonreí —Le patearemos el trasero con ella a los alemanes, ¿verdad?

Nada. Sus ojos y labios estaban completamente cerrados, como si estuviese durmiendo de verdad, pero yo sabía que no era así. Fue entonces que se me ocurrió algo...

Quería reírme de lo que estaba por hacer pero—como pude—reprimí la risa.

—Winston...Winston—lo nombré para luego soltar una risita, no pude contenerme  —Winston, despierta.

Nada. Entonces posé una de mis manos en su hombro y lo sacudí un poco.

—¡Winston, llegarás tarde a la escuela! —exclamé mientras lo zarandeaba.

Entonces observé como en su rostro se dibujó una leve sonrisa, y finalmente, —al mismo tiempo que  reía— abrió sus pequeños ojos color café

—Sabía que estaba despierto —dije triunfante.

Acomodó su flequillo el cual estaba algo alborotado.

—Por un momento pensé que era Mimi —dijo.

—¿Su...esposa? —pregunté.

—No, por dios —soltó una leve risita —Es mi tía.

—Ah, ¿vivía con ella? —pregunté con interés.

—Sí, y con mi tío George —respondió —Ellos fueron como mis padres, se hicieron cargo de mí cuando...mi madre murió —contó.

—¿Y su padre? —pregunté —¿Acaso no se quedó con él?

El sargento me miró fijamente a los ojos y los cerró por un instante mientras rascaba su nuca; luego los abrió y volvió a posar su brazo alrededor de mi cintura.

Soldier : Un amor clandestino ●●McLennon●●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora