Capítulo XLIV

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Noche de finales de marzo de 1940.

Creo que no había sido muy buena idea comer antes de partir; y es que el barco se movía de un lado al otro junto con las olas y eso hacia que mi estómago se revolviera por completo. Quería vomitar.

—Pequeño, ¿te sientes mal? —preguntó Austin que se encontraba a mi lado.

Negué mientras miraba como las olas chocaban con violencia contra el barco. Me sentía sofocado, y que estuviéramos todos juntos, prácticamente pegados uno al otro, no ayudaba en lo absoluto.

—Creo que me falta el aire —dije con la voz algo entrecortada.

—¿Por qué no te quitas el casco un momento? —dijo e intentó quitármelo pero yo se lo impedí inclinándome un poco hacia atrás.

—¡No me lo quites! —chillé.

—¿Por qué no? —soltó una risita. —Eres el único soldado de los cuatro barcos que lo trae puesto. ¿Te has dado cuenta de eso?

—Claro. Porque soy precavido. —respondí. —¿Y si nos atacan y ustedes no tienen sus cascos puestos? Se llevarán una bala justo aquí —apoyé mi dedo índice contra mi frente.

Austin soltó una risita.

—Nadie nos atacará, Paul. Al menos no aquí.

—A Andrew lo atacaron...— murmuré recordando aquello; un nudo se formó en mi garganta e hizo que se cerrara.

Pensar en Andrew me traía dos sentimientos muy marcados: felicidad y angustia. Felicidad porque recordarlo me hacía bien, siempre fueron momentos lindos a su lado, creo que no tengo ni un solo recuerdo malo como sería una pelea o discusión, no. Andrew era realmente amoroso conmigo.
Y la sensación de angustia. Esa era la peor, y lograba aparecer cuando pensaba en la explosión del barco; me solía poner yo en su lugar y...Dios, que espantoso. Mi Hon se fue de este mundo de la manera más cruel, eso no era justo. Él no se merecía aquello, era tan bueno...
Pero con el paso del tiempo entendí que esto era la guerra y que todas las muertes eran crueles; pero ya no iba a llorar por ello. Quería venganza, iba a vengarme de los malditos nazis por la memoria de Andrew y de toda la gente inocente que ha muerto. Era una promesa.

—Ya no pienses en eso —susurró el morocho para luego apoyar su mano sobre uno de mis hombros en un gesto de aliento y apoyo.

Me esbozó media sonrisa y yo se la devolví. Me ponía bien saber que finalmente habíamos cerrado todos nuestros asuntos y que aquellos no habían afectado a nuestra amistad. Y es que Austin sabía que el amor que sentía no era correspondido de mi parte, él lo supo desde el inicio pero aún así quiso confesarse conmigo y por un momento vio una luz de esperanzas que yo tapé de inmediato.

—Quiero vomitar —le confesé en voz baja.

—Son solo los nervios —me aseguró y luego palmeó el hombro del soldado que tenía delante.

—Hey, amigo. ¿Tienes un cigarro?

El sujeto giró su rostro y entonces me percaté que era Roby, no me imaginé que se trataba de él y es que pensé que había subido al primer barco y no al segundo.

—Muchachos —nos sonrió.

—¿Roby? —Austin lo nombró con algo de asombro; creo que él tampoco se había percatado de que él estaba allí. —Pensé que habías subido al primer barco junto con tu hermano.

Hizo una mueca.

—No entraba ni un alfiler allí —carcajeó. —El sargento me mandó aquí.

Soldier : Un amor clandestino ●●McLennon●●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora