Capítulo IX

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Luego del largo y duro entrenamiento nos dirigimos hacia las duchas; estaba bastante nervioso por ducharme, y es que sabía que tendríamos que hacerlos todos juntos y eso me cohibía un poco.

—Andrew...— lo llamé mientras caminábamos hacia un pequeño rincón donde debíamos desvestirnos.

—¿Sí?— preguntó para luego quitarse aquella chaqueta color verde opaco dejando a la vista su pecho inflado.

—Me da vergüenza desvestirme aquí— dije en voz baja mientras miraba a mi alrededor, los demás soldados se encontraban sumergidos en lo suyo, ninguno miraba a nadie.

—¿Quieres que te cubra?— preguntó y mis mejillas se tornaron algo calientes.

Me daba mucho pudor. Y es que Andrew me había visto sin ropa, incluso hemos dormido juntos semidesnudos pero siempre había una barrera entre los dos y esa era nuestra ropa interior.

—N-No— alcancé a decir mientras miraba como se quitaba aquellas botas para acto seguido desabrochar sus pantalones, bajárselos y quitárselos de un tirón.

Tragué saliva con notoriedad cuando el rubio tomó el elástico de su ropa interior para luego bajarla. Quería apartar mi mirada de allí —juro que intenté hacerlo— pero el deseo de observar aquello fue más grande que todo. Y no perdí ni un detalle de lo que tenía delante de mis ojos; noté que su miembro era de un leve color rosado y aunque estuviese flácido aún así se lo veía bastante grande.
A comparación del mío la piel cubría por completo su glande y además pude observar que su vello púbico era de un color dorado como los cabellos de su cabeza.

—¿Vamos a las duchas?— me preguntó y fue allí cuando se percató que estaba mirando sus partes íntimas sin ningún descaro.

Andrew no cubrió su cuerpo desnudo en ningún momento sino que se acercó un poco hacia mí; yo tragué saliva nervioso y miré a mi alrededor. Fue allí cuando me percaté que no había nadie, los otros soldados ya se habían desvestido y por el vapor que brotaba del ambiente y aquel ruido del agua correr supe que ya estaban en las duchas.

—¿Qué sucede, amapola?— preguntó cuando estuvo frente a mí; yo sentía que me desmayaba, ¡me desmayaba ahí mismo, y con lo que yo deseaba que me tomara entre sus brazos fuertes!

Esbocé media sonrisa y coloqué ambas manos sobre sus pectorales algo inflados para luego acercar mi boca hacia su cuello allí besarlo; mientras lo hacía pude aspirar como un adicto su deliciosa fragancia a pino que tanto me gustaba.
Por suerte una pared de cerámica nos separaba de las duchas y nadie nos veía o sino hubiésemos sido hombres muertos.

—Tú me lo haces difícil, amapola— susurró para luego acariciar suavemente mi nuca con una de sus manos callosas.

—Es que me gusta mucho besarte— le contesté en voz baja para luego depositar mis labios sobre su nuez de adán e ir subiendo hacia su barbilla bien delineada.

El rubio soltó un pequeño suspiro y me atrajo más hacia él pegando su cuerpo desnudo con el mío; fue allí cuando pude sentir una dureza chocar contra mi entrepierna, bajé un poco mi vista y observé como su miembro se había tornado completamente rígido, ahora se veía más grande y apuntaba contra mí como si se tratara de un arma la cual lucia bastante letal.
Pude sentir como mi propio miembro tembló ante aquella imágen y comenzó a tornarse algo rígido por debajo de mis pantalones.

Andrew me tomó con delicadeza del mentón y alzó mi rostro lentamente, fue allí cuando nuestras miradas se chocaron. Sus ojos color mar me hicieron perder la noción, me sentía completamente desorientado, no sabía donde me encontraba parado e incluso no sabía quién era yo. ¿Quién era yo? Al lado suyo yo no era nada, y al mismo tiempo lo era todo, ¡absolutamente todo!.

Soldier : Un amor clandestino ●●McLennon●●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora