Capítulo XXVI

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—¿Pequeño, estás aquí?—la voz de Austin retumbó en el silencioso y oscuro baño.

Yo me encontraba acostado sobre el suelo de cerámica en posición fetal debajo de la ducha; de cierta forma el agua fría calmaba mi dolor, ocultaba mi llanto, el cual era silencioso pero desconsolado al mismo tiempo.

—Dios mío...— musitó. Yo no lo miré, solo observé sus botas negras las cuales quedaron frente a mi cara.

Pronto el agua dejó de caer, Austin había cerrado el grifo para acto seguido colocarse de rodillas sobre el suelo mojado.

—Pequeño, ¿qué haces?— preguntó para luego acariciar suavemente mi mejilla humedecida —Te has empapado el uniforme, te enfermarás.

—Abre el grifo— musité con un hilo de voz.

—No, pequeño. Ven— intentó tomarme en sus brazos pero yo me resistí a manotazos —Pequeño, debes comer algo.

—Déjame aquí.

—No, Paul. Vamos— me tomó de la cintura y luego me alzó con suma facilidad del suelo.

—¡Déjame!, ¡no quiero!— chillé histérico mientras pataleaba—¡Lárgate!— logré atinarle un puñetazo en la nariz; Austin me bajó con rapidez y luego llevó su mano hacia aquella zona donde lo había golpeado.

Cuando el quitó su mano pude observar como de su nariz brotaba un pequeño hilo de sangre. Lo había lastimado, yo no quise hacerlo, sólo quería quedarme aquí, quedarme hasta que el dolor desapareciera, sólo eso.

Austin limpió su nariz con la manga de su uniforme y luego colocó sus manos sobre su cintura; yo dí unos pasos hacia atrás hasta que mi espalda chocó contra la pared de cerámica lo que hizo que mi cabeza rebotara un poco.

—Sé que es difícil, pequeño— musitó — Pero piensa un poco en tí, piensa en tu vida— dijo —Si sigues así levantarás las sospechas de todos, pensarán que entre tú y Andrew...

—Que piensen lo que quieran— musité interrumpiéndolo —Ya no me importa, no me importa nada— negué mientras las lágrimas saladas brotaban de mis ojos como gotas de lluvia.

Austin soltó una bocanada de aire y luego se acercó hacia mí; me tomó de ambas mejillas y besó con ternura mi frente.

—Estoy seguro que a Andrew no le gustaría verte así, de seguro estaría enfadado si se enterara que no comes hace días— susurró para luego acariciar suavemente mis mejillas con sus pulgares.

—No tengo hambre— contesté con la voz temblorosa para luego limpiar mi rostro con la manga de mi uniforme.

—Paul...

—¿Hay noticias sobre el barco?— pregunté.

El de ojos grises me soltó y volvió a llevar sus manos hacia su cintura.

—Si comes entonces te diré las noticias.

—Austin...

—Comerás primero, Paul— sentenció con firmeza.

Solté un suspiro desganado.

—De acuerdo— murmuré de mala gana.

—Vamos al barracón, te llevé la comida allí y además podrás cambiarte tranquilo— musitó y yo asentí.

Ambos salimos del baño a paso lento, y en el camino pasamos por allí, por el despacho del sargento Lennon. Yo me quedé de pie mirando hacia aquella puerta; hace exactamente dos días que no le veía la cara, dos días desde que me enteré de la muerte de Andrew. El sargento no había salido de su despacho, ni siquiera les había dicho ni una palabra a los soldados que lucharon en Noruega, nada. Y todo eso solo hizo que mi odio hacia él se incrementara aún más.

Soldier : Un amor clandestino ●●McLennon●●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora