Capítulo 19: Nuevo Enemigo

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—¡Uh, eso debió doler!


Un hombre de tez bronceada y una bandana cubriendo la mitad de su rostro cayó al suelo, con pequeñas quemaduras y heridas en todo su cuerpo. Un par de revólveres apuntaron y lanzaron una ráfaga de tres balas cada una, tumbando a otro bandido que estaba intentando escapar.


—¡Ja ja ja! ¿Creían en serio que caería tan fácil?—habló el joven pelirrojo, mientras soplaba el humo que salía de los cañones de sus revólveres. Tomó una soga que llevaba en su equipaje y amarró a ambos criminales. Uno de ellos los puso sobre las ancas de Galán, pero para el otro ya no había espacio—Bueno colega, una pena. Pero, adivina. El pueblo está no muy lejos.


El otro capturado tuvo que aguantar ser arrastrado el resto del camino. Colt había recibido esa inoportuna visita de ese par de bandidos a salto de mata, quienes no dudaron en asaltarle. Claro que, para su mala suerte, sus precarias escopetas oxidadas no fueron nada contra la buena puntería y certeras balas del par de pistolas de su "víctima". El pistolero ya había tenido un par de encontronazos con bandidos, de los cuales salió sin mayores problemas.


—Tienes suerte que no andemos lejos. Porque, aunque esté kilómetros, te iba a llevar arrastrando—habló el joven de piel clara.

—Estúpido gringo—rezongó el moreno que estaba aguantando el áspero camino y las duras piedras que le empezaban a lastimar—¿Por qué en estos lares? ¿Se te perdió un peine acaso?

—Y yo pensando no volver a escuchar una queja con la palabra PEINE—resopló fastidiado. Su vista volvió a posarse en el frente de su trayecto.


El purasangre soltó un relincho. El pelirrojo no sabría decir bien con qué intención lo hizo. Si queriendo reírse o algo de tristeza por el recuerdo de cuando se separaron de su grupo inicial. Colt decidió no darle más vueltas. Eso no le ayudaría a progresar.

Iba a hacerse notar sin ayuda de nadie.

Luego de varios minutos, el corcel entró a las calles del pueblo. El joven acarició con su índice derecho de nuevo la cicatriz en su mentón. Era imposible no tocarla cuando se acariciaba esa zona en los momentos que estaba pensativo. De nuevo esas casas hechas de madera y el suelo con arena, siempre le traían buenos recuerdos. Ése, el desértico paraje de la vida de los vaqueros, era su hogar. En el fondo, sabía que era muy probable que no se quedara allí. Que debería, más temprano que tarde, darse la vuelta y volver a los puertos, pedir un barco y marchar rumbo a tierras que le pusieran a prueba. Claro que para eso mejor tomaba el tren. Ya habiendo pasado por los pueblos en el camino y sabido que no había en ellos pistolero que le fuera un reto real, no tenía razones para volver a pasar por todos ellos.


—Oh Jo Jo. ¿Qué trae a alguien como usted por aquí?


Quien había hablado era una joven dama con un vestido celeste pastel con volantes de un color más claro en sus cortas mangas, que solo cubría la zona de sus hombros y poco más. Llevaba una sombrilla de color rosa, también de tono pastel, con una punta de borde dorado. Alrededor de la cintura portaba una cinta de tela rosada. Su falda era larga y llegaba hasta el suelo, lo que de paso explicaba que los pasos que daba para acercarse fueran cortos y alzara un poco la zona delantera de su falda para no tropezar cuando daba pequeños pasos, delatando que llevaba dos pequeños zapatos también de color celeste. Los bordes inferiores de su falda mostraban bordados de color celeste claro.

La Gran Travesía. ʙʀᴀᴡʟ sᴛᴀʀs #PH20Donde viven las historias. Descúbrelo ahora