Capítulo 37: ¿Qué tal una charla?

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Un par de ojos observaron todo el interior del local. Las mesas, muy pocas con clientes. Los focos que iluminaban el lugar, mientras se escuchaba una música con tonos de guitarra y batería que salía de aquella caja con luces que todos llamaban "Rocola". Sus labios dieron un sorbo a la dulce y espumosa bebida, sintiendo el sabor de la papaya inundar y bailar por sus papilas gustativas antes de pasar por su garganta.


—Está tardando—rezongó con su ronca y gruesa voz, que le hacía sonar con muchos más años de los que parecía tener—Como se haya arrepentido, voy a enfadarme. ¡Y si me enfado, voy a darle una razón válida para volver a usar ese parche!

—¿En serio? ¿Puedo ver lo que tienes en mente para eso, entonces?


Python casi se cayó de la banca donde estaba sentado. Aquella serena y femenina voz había sonado demasiado cerca de él para su gusto. Enfrente de él pudo hallar a una familiar joven de tez morena y cabello de color púrpura, mirándolo con una expresión tranquila mientras que sus ojos parecían contrastar con un reflejo de peligro.


—¡Puta... Madre!—exclamó, atrayendo la atención de algunos presentes. Pero ni siquiera le importó—¡¿Desde cuándo estás allí?!

—El tiempo suficiente para escuchar cómo empezabas la agradable frase de lo que ocurriría si te enfadas. Y me dio curiosidad. ¿Puedes ahondar en detalles, viejo amigo?


El cambio en la chica era algo que había tomado por sorpresa al rubio. Cuando la encontró el día anterior, tenía rastros de lágrimas en sus ojos. Su voz era más aguda de lo que recordaba, como si se contuviera por no temblar o gritar. Y reaccionaba de sobremanera ante ellos, como si estuviera al borde de un ataque de nervios.

Pero, ahora, era como si todo lo que una vez la estuvo ahogando hubiera desaparecido. Sus ojos ya no mostraban temblor alguno, ni sus labios. Su voz era firme y con una calma que advertía un claro peligro. Se sentó a la derecha del rubio narigón, pidiendo una taza de café al robusto tendero.


—Bueno. ¿Vas a decir algo o te comió la lengua el gato?-preguntó Shelly. De golpe ahora usaba un tono de burla. Incluso podía sentirse la maliciosa diversión que estaba sintiendo la escopetera.

—Creí que te encantaría tomar la palabra—respondió Python, mirando fijamente a la recién llegada. ¿Qué habría pasado para que tuviera ese cambio en sus ánimos?

—Tú eras quien quería hablar. Yo solo di el lugar. ¿O me has hecho venir en vano, ricitos de oro?


Definitivamente algo había tenido que ocurrir. El cambio era demasiado brusco. De hecho, ahora no se sentía para nada a salvo estando junto a ella. Por primera vez, luego de más de dos años, sintió como si estuviera enfrente de una Shelly con cabello negro, un ojo cubierto tras un parche, con esa mirada penetrante y aterradora en su único ojo visible.

 Por primera vez, luego de más de dos años, sintió como si estuviera enfrente de una Shelly con cabello negro, un ojo cubierto tras un parche, con esa mirada penetrante y aterradora en su único ojo visible

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La Gran Travesía. ʙʀᴀᴡʟ sᴛᴀʀs #PH20Donde viven las historias. Descúbrelo ahora