Capítulo 38: Juego de Niños

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Primero, silencio. Luego, ramas rotas. Y, por último, un golpe seco. Después de todo, era el ruido de un cuerpo cayendo contra tierra cubierta de césped. Una voz de infante soltó un quejido de dolor mientras unas pequeñas manos le agarraban la coronilla para sobar la zona adolorida.


-¡Duele! ¡Duele!-se quejó la niña de cabello azabache, sintiendo que quería empezar a derramar lágrimas.


Sus pequeñas manitas palparon un doloroso chichón en el lugar donde había impactado contra el suelo. Al tocarlo, solo le dolió más. Ahora sí que quería empezar a llorar. La niña tenía un cabello azabache corto y despeinado. Sus ojos eran levemente alargados, delatando una descendencia asiática. Eso, junto a su pequeña nariz y cara redonda, le daba un aire gatuno. El resto de su cuerpo era algo pequeño y delgado. Vestía una polera sin mangas de color púrpura y un short flojo de color negro que le llegaba hasta las rodillas, mostrando unas piernas flacas y unos delicados pies estaban descalzos. Una de sus manos chiquitas se apartó de su cabeza para sobarse uno de los ojos, sintiendo que estaba por derramar la primera lágrima.

 Una de sus manos chiquitas se apartó de su cabeza para sobarse uno de los ojos, sintiendo que estaba por derramar la primera lágrima

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-¡Oye! ¡Espérame!


Quien dijo esas palabras parecía ser un niño. Al menos eso indicaba su voz. La vista de la menor buscó a quien le había hablado. Cuanto más se acercaba, mejor podía ver cómo era. Un niño de piel oscura y cabello negro muy, muy corto. Iba con una camiseta de color azul claro con unos pantalones azul marino, y unos zapatos de color negro.


-Oh, no. ¿Te golpeaste la cabeza?-preguntó con algo de preocupación mientras se acercaba corriendo-¿Qué hiciste para que te pase eso?

-¿Quién eres?-preguntó la azabache. La curiosidad por ese recién llegado pudo más que el dolor y susto causado por la caída.

-¿Cómo pasó esto?-insistió el niño de tez oscura, llegando hasta la contraria.


Por toda respuesta, la pequeña señaló hacia las ramas del árbol con un dedo. Los ojos del niño alzaron la mirada, viendo una pelota de béisbol atrapada entre unas pequeñas y delgadas ramas llenas de hojas.


-Cielos. ¿Intentaste recuperar eso por tu cuenta?

-Claro. Es mi pelota de la suerte-le respondió la azabache, mirando fijamente a su juguete atorado en las ramas-Quise subir, pero las ramas eran muy delgadas y se rompieron.


Nuevamente, el pequeño miró al árbol, encontrando algunas ramas que se habían partido debido a un peso que no pudieron soportar. Aproximadamente era poco más de dos metros de caída. Para alguien de su edad, eso de verdad asustaba.

La Gran Travesía. ʙʀᴀᴡʟ sᴛᴀʀs #PH20Donde viven las historias. Descúbrelo ahora