TRES

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--Ya conocéis todos las normas por las que nos regimos-- anunció Vanessa Molins--. Por muy excepcional que sea esto, por enfadados o expectantes que estéis o por mucho que deseéis gritar, protestar o intervenir, haréis el favor de no armar alboroto y dejarnos a nosotros, ¿de acuerdo? Siempre ha sido así y esta vez no tiene por qué ser diferente. Todo el mundo tendrá su turno para hablar, escucharemos a los testigos, discutiremos con calma y, lo que es más importante, lo haremos de manera civilizada, atendiendo los pormenores del caso.

--Un caso que está la mar de claro, digo yo-- habló por primera vez Eric Padilla.

Vanessa lo taladró con la mirada.

--Eric-- le previno.

El chico que estaba sentado en la silla de los agredidos hizo un gesto de forzada resignación.

Gabriel Durán mantuvo los ojos fijos en el suelo, en un punto indeterminado entre sus zapatillas, cruzadas una sobre otra. Era la imagen de la derrota.

Y aun así...

Estaban allí por él, porque se aferraba a su inocencia con una tenacidad inquebrantable.

--Vamos a intentar resolver esto antes del recreo-- intentó continuar Vanessa.

--¿Hoy también habrá recreo?-- preguntó alguien, oculto entre los asistentes.

--Habrá un descanso a las once, si es que aún no hemos llegado a ninguna conclusión. Muchos habéis traído el bocadillo y no vamos a ponernos a comerlo aquí.

--Yo por la tarde tengo un partido-- exclamó otra voz.

Vanessa se revistió de paciencia por primera vez.

Pero la que habló fue Cristina.

--¿Queréis callaros y dejar de interrumpir?-- su voz era casi eléctrica--. Tenemos esta mañana, y punto. Nadie va a venir por la tarde.

Logró su proposito.

--Ayer por la mañana-- reinició su exposición Vanessa-- alguien destrozó durante el recreo el teléfono móvil de Eric Padilla. Fue el propio Eric, acompañado de Salvador Tomás, el que entró en el aula antes de que sonara el timbre y sorprendió a Gabriel Durán con los restos del aparato entre las manos. Esto motivó que se le echara encima y le agrediera hasta que ambos fueron separados por otros compañeros y por el profesor Sanjuán-- sentía el corazón tan acelerado que tuvo que hacer una breve pausa de dos segundos--. Cuando los ánimos se calmaron, Gabriel Durán negó haber sido el causante del daño, y se mantuvo en su declaración tanto por la mañana como por la tarde, alegando que se había encontrado el teléfono ya roto. Esta situación ha motivado la necesidad de acudir a nuestra Sala de conflictos. Como paso previo al inicio de las declaraciones de los testigos, ya sabéis que tengo la obligación de volver a preguntar al imputado si se reafirma en su primer testimonio y...

--Yo no lo hice-- se le adelantó Gabriel.

Vanessa no lo reprendió.

--¿Insistes en tu inocencia?-- preguntó.

--¡Sí!-- fue contundente el chico.

Los tres miembros del tribunal de mediación lo vieron apretar los puños y se percataron del sesgo de desesperada rabia que apareció también en sus mandíbulas.

Gabriel Duràn tenía fama de ser un chico tímido, apocado, temeroso...

Nada que ver con aquella súbita imagen.

--Lo tenías en las manos. Acababas de romperlo-- le espetó Eric Padilla--. ¿A quién quieres engañar?

--Eric-- le cortó con sequedad Carlos Doménech.

Era la tercera vez que Eric Padilla visitaba la Sala de conflictos, pero la primera en que no era el acusado. En una de las dos veces anteriores, Carlos había actuado como mediador, después de que el infractor llamara «gorda» a una chica de su propio curso. En la otra fue acusado de soltarle un capón a uno de los pequeños del instituto, con la mala suerte de empotrarlo contra una pared, al pillarlo desprevenido.

Pese a todo, Eric respetaba a Carlos.

El respeto de la fuerza.

--Vale, me callo-- suspiró--. De todas formas lo va a pagar.

La policía aún no había intervenido. Quizá no lo hiciese. El padre de Eric había anunciado que denunciaría el hecho. Todos sus amigos eran miembros de la corporación municipal. Dos veces le pidieron que se presentara en alguna lista electoral, pero él pasaba de políticas. Decía que vendía pasteles, no los organizaba. Sin embargo, se movía cerca del poder. Los Padilla no eran buenos enemigos.

Tal vez la policía sí interviniese en una situación como aquélla.

No tenían ni idea.

Trescientos euros era mucho dinero.

--Puesto que Gabriel Durán reitera su inocencia y Eric Padilla la acusación, damos por iniciado el tribunal de mediación-- Vanessa ya no esperó más--. Llamamos a Salvador Tomás para que declare.

Sala de conflictosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora