Vanessa Molins llamó al siguiente nombre de su lista.
--Almudena Rossell.
Era mayor, repetía segundo de la ESO, y estaba mucho más desarrollada que la mayoría de las presentes. A ella lo que se le notaba era que estaba allí «a pesar de», a contracorazón y muy obligada por las circunstancias. Testigo inesperado de algo inesperado, y de lo cual pasaba solemnemente. Los líos de los cursos inferiores le resbalaban. Pero el código ético del instituto era algo aceptado por todos. Y del cual se beneficiaban. Ella misma, dos años antes, había pasado por la Sala de conflictos, cuando un chico la había convertido en algo parecido a un oscuro objeto de su deseo, y para colmo con una actitud machista y violenta, de puro acoso. Tampoco estaba en condiciones de negarse a declarar porque acabaría con un expediente o algo peor. Y su padre tenía la mosca más arriba de la nariz.
Se sentó en la silla abandonada por Salvador Tomás después de cruzar toda la sala desde la última fila, mientras los cuellos de los chicos se estiraban para verla mejor. Llevaba una falda muy corta y una camisa negra ajustada. El cabello, largo y negro, se desparramó por su espalda cuando ella lo atizó con un golpe de cabeza. Su rostro era voluptuoso: labios grandes, ojos intensos con exceso de maquillaje. Llevaba tatuajes en las muñecas y en los antebrazos, además de una piedrecita brillante en el lado izquierdo de la nariz.
--Gracias por estar aquí, Almudena-- se dirigió a ella Vanessa.
--¡Vaya! ¿Y a mí por qué no me has dado las gracias?-- protestó Salvador Tomás desde su sitio.
--Cállate, Coliflor-- excblamó la nueva testigo.
Hubo más que risas. Incluso a los tres componentes del tribunal de mediación se les escapó un atisbo de ironía por la comisura de sus labios. Algunos llamaban Espárrago a Salvador. Lo de Coliflor era la primera vez que lo oían.
Después de todo, no venía mal un poco de humor para rebajar la tensión.
Porque en el ambiente seguía flotando aquella tensión...
--Almudena...-- se vio en la obligación de reprocharla Vanessa.
--¿Qué? Si me hablan, respondo.
--Ya, pero esto es... otra cosa, ¿no crees?-- quiso suavizarla la mediadora jefe.
--¿Queréis que cuente mi parte o no?-- mostró de nuevo su cansancio la testigo.
--Dinos dónde estabas y qué es lo que viste-- le propuso Carlos Doménech, dispuesto a destacar un poco ante ella.
Almudena Rossell unió sus dos manos sobre el regazo y también se cruzó de piernas. Sus zapatillas doradas brillaron bajo la luz. La luz del sol pareció cubrir su cabeza y su espalda con un halo celestial justo en aquel momento.
--Ayer tuve un problema en mi clase-- recordó con fastidio--. El Celes me mandó a dirección, y cuando llegué me tuve que sentar en el banco de la sala porque la dire tenía visita. Llevaba allí unos minutos cuando apareció el Sanjuán con él-- señaló a Eric Padilla--. Por lo visto, a éste lo habían llevado a la enfermería-- apuntó a Gabriel Durán--. El profe de mates lo sentó a mi lado y empezaron a discutir.
--¿Qué decían?
--Que iba a matarlo y todo eso.
--Se llaman Eric y Gabriel-- le advirtió Cristina Terribas.
Almudena la miró con suficiencia.
Como si fuera una rival en la jungla del futuro.
--Pues el Eric decía que iba a matar al Gabriel.
--¿Y el profesor Sanjuán?
--A lo suyo, que no dijese tonterías, y bla-bla-bla.
--¿Qué hizo o dijo Eric Padilla?
--Se quedó en el banco, cabreado y enfurecido. Tenía en las manos su teléfono móvil. Bueno, lo que quedaba de él después de que se lo hubiesen machacado. Estaba tan rojo que parecía que fuese a explotar. Entonces se dio cuenta de algo.
--¿De qué?
--Entre los restos del aparato descubrió que no aparecía la tarjeta de memoria.
--No todos tenemos teléfonos caros, de diseño o de última generación-- hizo notar Vanessa.
Almudena Rossell se llevó una mano al bolsillo posterior de su faldita. Extrajo su propio móvil. Estaba apagado. Lo abrió por la parte de atrás y extrajo una pastillita de apenas un par de centrímetros de largo por otros tantos de ancho y poco más de un milímetro de grosor.
--Esto es una tarjeta de memoria-- la exhibió sosteniéndola en alto con los dedos pulgar e índice de su mano derecha--. Guarda todo lo que grabas con el aparato.
--Y la del móvil de Eric Padilla no estaba entre sus restos.
--No.
--¿Cómo reaccionó al darse cuenta de ello?
--Se enfadó aún más. Empezó a soltar tacos, a insultarlo-- miró a Gabriel--. Se subía por las paredes.
--¿Estaba presente el profesor Sanjuán cuando sucedió esto?
--Sí. No quería entrar en el despacho de la directora habiendo gente dentro. Le preguntó a él-- señaló una vez más a Eric-- si estaba seguro de lo de la tarjeta, y éste, furioso, le respondió que sí. El profe de mates insistió, y le sugirió que tal vez se le hubiese caído de camino a dirección, o que quizá se hubiese quedado en el aula...
--¿Fueron por ella?
--Sanjuán, sí. Lo dejó a él sentado a mi lado y se marchó. Yo ya no volví a verle porque a los dos minutos se marcharon las visitas y entré en dirección. Bastante tuve con lo mío.
--¿Hablasteis Eric y tú en esos dos minutos?
--No.
--¿Ni una palabra?
--¿Para qué? ¿Hay algo peor que un crío cabreado?
--Oye...
--¡Eric, no!-- le previno Carlos Doménech.
--¡Joder, encima eso, que te insulten!-- insistió el chico.
Almudena Rossell sonreía.
Vanessa Molins no quiso enfrentarse a ella. Algunas chicas de las mayores tenían malas pulgas, y más las repetidoras. A su testigo la habían visto ya subida a la moto del Saldaña, uno de los chicos con más antecedentes del pueblo.
--Es todo-- se resignó.
La chica se puso en pie. Mantenía el móvil en la mano, aunque ya había introducido la tarjeta en su receptáculo de manera maquinal, mientras hablaba. Los cuellos masculinos volvieron a alargarse hasta lo indecible, como aprendices de cisnes, para no perderse detalle de su cimbreante caminar hasta la última fila de la sala.
El espectáculo terminó cuando ella se sentó.
--Blanca Roura-- llamó Vanessa sin perder un solo segundo para mantener el clímax del proceso.
«Proceso».
La palabra la hizo estremecer.

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Sala de conflictos
Teen FictionTreinta alumnos asisten a una sesión en la Sala de conflictos de su instituto. Tres de ellos componen el «tribunal» que media en el enfrentamiento entre dos muchachos por un teléfono móvil hecho añicos. Sin la participación de adultos, el grupo de j...