Capitulo 11- Confesión.

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Gruñidos y quejidos se escuchaban, más sin embargo mis ojos cerrados estaban. La oscuridad que tanto amaba al dormir en un mal momento dónde debo de salir. Más cerca estaba el gruñido de mi, abrí los ojos y miré a la muerte en persona, no dejaría que me llevará, no aún.

Rodeé en el piso aún desorientado por el golpe y me levanté sintiendo un fuerte mareo, zombies entraban a la casa y poco a poco me alcanzaban. Llegué a la cocina y al primero que se me acercó me defendí con lo primero que mis manos encontraron, un cuchillito que fue enterrado en su ojo lo suficiente profundo para dejarlo muerto en un par de segundos. Esquivé a los zombies y corrí lejos de allí, subí las escaleras y al querer entrar a los cuartos estos estaban cerrados.

—¡Habrán la puerta malditos cobardes! —toqué y pedí a gritos, miré la puerta donde estaba Mario, estaba cerrada por dentro así que comencé a patearla con fuerza; miré atrás y los zombies ya estaban en el segundo piso, una patada, dos patadas y la frustración me ganaba, tomé distancia y la embestí con mi cuerpo logrando abrirla.

Noté a Mario en el piso y este frenetico me dijo— Cierra la puerta. —con su voz casi muerta y moribunda. Me levanté y cerré la puerta, pero el cerrojo de esta ya no servía a lo que aquellos muertos vivientes tomaron ventaja a intentar abrirla. Mi cuerpo contra la puerta con mucha fuerza aplicada sintiendo mis músculos desgarrarse, uno metió una mano y me tomó del hombro, yo solo seguí empujando, este con sus uñas largas y al parecer afiladas empezó a enterrarlas en mi hombro a lo que grité de dolor.

Con mucho esfuerzo y un gran dolor de cabeza, Mario se levantó y empujó un gran librero, me sorprendía que a pesar de su condición podía mover aquel semejante monstruo de mueble, cuando estaba cercas de mi lo ayude y lo puse contra la puerta, pero la mano no dejaba que está se cerrará por completo. —Busca algo con que cortar —dijo Mario, cuando volteé a verle, sangre emanaba de su nariz.

—M-Mario. . .

—¡Anda!

Me separé y rápido me puse a buscar en los cajones de lo que parecían ser el cuarto de los padres, removía papeles, medicina, después ropa y nada. Mario se veía que no podría más con el mueble, desesperado, miré bajo la cama y miré una pequeña caja, la jalé hacia a mi y al abrirla admiré un revólver algo pequeño, como la palma de mi mano, sin pensarlo dos veces me levanté y disparé 3 veces al brazo haciéndolo pedazos y logrando cerrar la puerta por completo.

—Ahora pon la cama también. —ordenó Mario e hice caso poniendo no solo la cama, si no todos los muebles que había en aquella habitación.

Mario se tiró al piso con una respiración agitada. Me acerqué a él preocupado.

—Estoy bien, estoy bien. —dijo él con su voz algo apagada retirando mi mano de su rostro. No sabía que decirle, quizá se estaba muriendo, no notaba alguna mejoría, solo avanzaba rápido aquella enfermedad que desconocía. —Tu hombro. . . Limpia tu herida.

Miré mi hombro y había sangre en esta, me retiré mi camisa y me fui al baño para lavar aquellos 3 huecos que me había dejado con profundidad. Me dolía y ardía un poco, miré algo enterrado en esta, dirigí un dedo y lo introducí, soltando un quejido y sintiendo algo duro y muy enterrado. Busqué algo con que sacarlo y encontré un saca-cejas, lo introducí con cuidado y tomé aquella cosa incrustada, lo saqué con gran dolor apretando mis dientes, paré y miré por si al menos ya se asomaba aquella cosa que me hacía pensar lo peor. Volví a introducir el saca-cejas al no ver aún nada afuera de mi cuerpo, suspiré y sin pensarla dos veces jalé sacando aquella cosa, obligándome a soltar un fuerte quejido que tapé apretando con fuerza mis dientes.

Suspiré, abrí los ojos y miré aquella cosa con gran miedo, era una uña, una uña gruesa y afilada, parecida a una garra. La guarde en mi pantalón, me imaginé lo peor, "¿Y si me convierto en lo mismo que ellos? ¿Tendré alguna enfermedad? ¿Que me pasará?" Me llené de pánico y mi respiración se agitó. Me dispuse a sacar las otras 2 de la misma manera, obligándome a soltar quejidos opacos por mis dientes apretados.

—Dahíro, ¿qué pasa? —preguntó Mario alarmado por mis quejidos—¿Todo bien ahí adentro? —preguntó seguido de una fuerte tos.

Aquél viejo desde que había entrado no paraba de toser, al grado que mandó a apagar los aires acondicionados y los ventiladores. Intentó dar la clase pero no podía hablar, parecía que tenía algo en la garganta.

Aquél recuerdo de mi profesor inundaron mi mente al oírlo toser, salí y miré a Mario tapándose la boca con su mano, que entré sus dedos sangre emanaba, sangre espesa y negra.

Él al verme, trato de sonar tranquilo— Estoy bien, ¿te lavaste tu herida? —se limpió la sangre con la sábana de la cama y me sonrió.

—Sí. . . ¿Cómo te sientes? -me senté en la cama. No pensaba decirle lo de la uña, pues lo que menos quería ahora era preocuparlo.

—Me duele la garganta, los huesos y pues, me siento de la mierda. —carraspeó su garganta y después del sonido se presentó un silencio incómodo durante unos minutos hasta que volvió a hablar:

—Dahíro, si algo me sucede. . . Quiero que le digas– —interrumpí.

—Ahórrate tus palabras, saldremos de esta, irás allá, te pondrás bien y seguiremos con esta estúpida vida. —me negaba a aceptarlo, aceptar una muerte, nunca la había vivido más que con mis mascotas, o las mascotas del laboratorio de mi padre, pero nunca de alguien tan cercano a mí, me dolía el saber que sabía el porqué pasaba ésto, pero me odiaba al tener miedo de contarlo.

—Dahíro, moriré aquí. —otro silencio se presentó y lágrimas escurrieron de mis mejillas— Dahiró, por favor. . . Quiero que te despidas de mi.

—No, no me des tu roca con la que cargas, yo. . . ¡Yo ya cargo la mía! No quiero más problemas, no quiero más sufrimiento, quiero que el mundo mejore, quiero a mis papás, ¡quiero mi puta vida de vuelta! —lo único que no quiero es verte morir, es lo único que no quiero, no quiero saber qué por mi culpa tú estás muerto. —mis lágrimas salían desconsoladamente, abracé mis piernas llenándome de frustración.

Un abrazo cálido, un calor conocido, Mario me estaba abrazando, le correspondí y lo abracé con miedo a lastimarlo. Su voz, su jodida voz lastimera me había calmado.

—Lo siento mucho, es solo que me estreso mucho últimamente. —me sequé mis lágrimas, y se sentó a mi lado.

—¿Hay algo que te incomoda? —me miraba, sabía lo que hacía, estaba examinandome. Lo miré un momento dudoso— Anda, puedes confiar en mí, además me llevaré todo a la tumba.

—No es momento para burlas, Mario.—le gruñí y miré al piso, tenía razón, quizá sería la única persona con la que podría hablar sin tener miedo. -—Tu. . . Tú ¿Sabes quién es mi padre?

—No, claro que no. —me miró dudoso. — ¿Debería saberlo?

—No. Si lo supieras, no serías mi amigo. —miré mis zapatos con sangre seca.

—¿Por qué no lo sería?

—Porque él es el culpable de tanta catástrofe.

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⏰ Última actualización: Dec 10, 2019 ⏰

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Patoghen A18E08: ReleaseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora