Capítulo 13 - Eider

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Después de que todos salieran de sala, hubo unos segundos de silencio que se me hicieron eternos. Shi-Mae me miraba muy seria sentada en la silla del monitor y Eddard ni siquiera me miraba. Estaba reproduciendo una y otra vez la escena en la que lograba usar mi poder básico. La verdad es que para ser mis profesores, no parecían alegrarse mucho por mí y supe no que no había escuchado mal la noche anterior. No querían que lograra aprender a usar mis poderes.

-¿Qué ocurre? No parecéis muy contentos-. Dije al fin. Siguieron sin responder. Sólo se miraron el uno al otro muy serios; como si tuvieran una mala noticia que darme.

-Hemos hablado sobre tus avances y... Ned y yo creemos que no deberías seguir entrenando-

-¿Qué?¿Por qué? He logrado liberar al fin mi poder, ahora no me costará tanto aprender las lecciones. ¿Y cómo se supone que voy a ayudaros a acabar con la sombra si no entreno?- pregunté un poco confusa.

-No lo has entendido- Empezó a decir Eddard bastante agresivo mientras se giraba para mirarme-. No entrenaras y por supuesto no te enfrentarás a la sombra. No te necesitamos Ayla, no eres imprescindible. Hoy nos hemos dado cuenta de que no sirves para nada. Todos tienen algo que aportar menos tú: Thonolan puede atrapar a la Sombra con los árboles, Joplaya puede hacer que se ahogue en el río, Dalanar puede golpearla con literalmente cualquier cosa, Conrado puede intentar controlarla y Jondalar puede lanzar llamaradas y debilitarla. Pero tú lo único que puedes hacer es iluminar el camino y atraerla a nosotros. Si tuvieras tu piedra puede que pudieras hacer algo más pero viendo tu ritmo de aprendizaje, me temo que seguiría sin servir. Además no es posible recuperarla y, si lo hiciéramos, sería nuestra perdición.  ¿Lo entiendes ahora?

-Sí-. No deje que sus palabras me afectaran. O al menos fingí que no lo hacían.

-Bien. En ese caso puedes irte, no hay nada más que decir.

Miré a Shi-Mae por si ella tenía algo que decir, pero parecía que ni siquiera había estado escuchando, parecía que le dolía tener que decirme algo así. Al menos ella tenía compasión.

❋❋❋

Esperaba encontrarme ahí a Joplaya leyendo algo o hablando con Javi. Pero al abrir la puerta me di cuenta de que no era así; la habitación estaba vacía. Lo único que quería hacer era hablar con ella sobre lo ocurrido,pero si no se encontraba en la habitación, muy probablemente estaría nadando en el mar y cuando se metía, no había quién la sacara de ahí.

Me tumbé en la cama y sentí el peso del colgante del consejo en el pecho. Para ser sincera, en las semanas que llevaba en la academia había olvidado por completo su existencia, pero se me ocurrió que ese sería un buen momento para acudir a ellos. Así que, me senté sobre mis pies en el colchón y me quité el medallón. Observé bien el dibujo de la tapa unos segundos antes de abrirlo. No sabía muy bien qué esperar de ellos, la primera y última vez que los vi se pusieron a discutir sobre quién debería hablar. Al final, pensando que eso era mejor que nada y esperando sacar algo bueno de aquello, abrí la tapa. Inmediatamente salieron los 40 clones del consejo formando un remolino y colocándose en la habitación como podían. Al ser la habitación pequeña, algunos aparecieron bajo las camas, otros sobre y bajo los escritorios, algunos otros en el baño y hasta en la bañera.

-¿Nos requiere, mi señora?- preguntaron todos al unísono.

-Sí... os necesito-. Respondí algo sorprendida. No creía que al llamarlos aparecerían todos ellos. ¿Acaso no veían que la habitación era demasiado pequeña para 41 personas?- Pero no os necesito a todos... solo a unos 3 o 4-. Al ver sus caras de decepción intenté corregirme a mí misma lo antes posible-. No es que no os necesite, chicos. De verdad que me encantaría escuchar todo lo que tenéis que decir. Es sólo que como podéis ver no cabemos en esta habitación y creo que sería más cómodo si recuperamos el número. ¿No os parece?- Pareció que había funcionado. En seguida se pusieron a asentir y a murmurar "Tiene razón", "Que lista", "No había caído en eso". Por desgracia, el verdadero jaleo llegó cuando el que tenía el pie metido el la papelera gritó: "¡Me pido quedarme!". Ahí, es cuando me empecé a arrepentir de haberlos llamado.

Lapurna - Las Tierras TectónicasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora