- XIV -

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- Madre -

Sus orbes fijos en las hojuelas de maíz en remojo sobre la leche parecía que impregnaría su esmeralda en el líquido blanquecino.

Para él era más que un simple desayuno, puesto que ese aroma evocaba la memoria de aquella que fue la figura más cercana que pudo tener a una madre. No era un secreto para ningún asgardiano que Frigga no era su madre biológica y ello le afectaba demasiado. Al otro lado de la moneda, él quería ser aceptado por Odín, a quien la ley le había obligado llamarle padre, pero aquella tarea era prácticamente imposible debido a su condición, ¿quién querría que su heredero fuera un niño de Jotunheim al cual robaron como trofeo de guerra?

No importaba los esfuerzos que hiciera para ser aceptado como un asgardiano, Odín siempre lo miraba con desprecio. Frigga cayó en cuenta de ello y, tal vez, era la razón por la cual había decidió adoptarlo y tratarlo como su hijo favorito. Le regalaba libros y le enseñaba cómo usar su magia. La relación entre ellos progresó a tal nivel que incluso se sintió seguro de poder llamarla madre. Ella había sido realmente una mujer maravillosa y por mucho tiempo consiguió hacerlo verdaderamente feliz. No eran los lujos y privilegios que obtuvo en el reino de Asgard por ser el príncipe menor; sino que era ella, quien con su ternura y buen corazón lo acostaba cada noche y acariciaba sus cabellos como si realmente lo hubiera parido. Esos gestos eran caricias que jamás comprendían pero que calentaban su corazón a tal punto de poder derretirlo.

- Se necesita mucho para ser rey, Loki. Aún ni ha sido revelada tu casta. Ten más paciencia cariño - fue la escueta respuesta que trato de darle Frigga para no dañar sus sentimientos cuando tomó valor para expresarle sus deseos. El rey de Asgard no solo debía ser hijo legítimo de Odín, también debía ser un Alfa de casta Pura.

Rogó a todos los dioses para que Thor fuera un simple Alfa de casta menor o tal vez un Beta si eran muy piadosos con aquella alma. Sin embargo, parecía que sus oraciones no querían ser oídas por nadie. Thor resultó ser un Alfa de las mejores castas, una excelente candidato para el reinado y la única opción para los ojos de Odín, aunque la ley asgardiana lo amparara como hijo adoptivo.

- Thor podrá ser un Alfa muy fuerte, hijo, pero tu eres muy astuto. Ten paciencia que aún no se ha revelado tu casta - alentó su madre a sus 11 años cuando Thor corrió a contarle la noticia muy emocionado, algo que no fue para nada una alegría según su perspectiva.

Pasaron dos años tortuosos, esforzándose en llegar a la altura de un heredero al trono, pero al ser Thor un Alfa de rango Alto y el un muchacho al cual aún no se había revelado su casta, fue una labor tediosa y casi imposible.

- Tranquilo, hermano - animó el rubio algo agitado tras la práctica entre risas algo tontas, típicas de él - algún día podrás superarme - se mofó.

Esa misma noche Loki no se sentía muy bien y por más que había tomado dos duchas de agua helada, sentía una temperatura por todo su cuerpo que aumentaba cada vez un poco más. Decidió que lo mejor era acostarse temprano y tal vez al día siguiente todo volvería a la normalidad. Groso error.

- Un maldigo Omega, Frigga. No solo un Omega común que puedo dar en matrimonio a otro reino, sino que ese maldito Omega es el destinado de mi hijo, ¡Mi heredero! - escucho gritar a Odín en la recámara real. No había palabras para la vergüenza que sentía en aquel momento. Aquella noche, Thor había destrozado su puerta para tratar de marcarlo ya que ese calor no era más que su celo, el primer celo intenso de un Omega, y evidentemente su aroma había atravesado todo el Palacio. Fue en ese momento que tanto él como su hermano adoptivo descubrieron que un lazo muy fuerte los unía. Gracias a los nueve reinos que sus padres habrían conseguido separarlos antes de que todo pudiera salirse de control.

Lariat | StonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora