Cap. 8 ¿Eres tu mi verdadera madre?

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Salí a comer a la explanada de el hospital mental en el que estaba, veía como los oficiales o cuidadores que estaban ahí, me miraban con furia y coraje, como si les hubiese hecho algo a ellos, traía unos trajes de cuero gruesos que me llegaban hasta el cuello, y para almorzar una papilla de mierda con jugo de maracuyá, ¡Cristo bendito! ¡Vaya cocina gourmet que hay aquí!

—Con esto alimentaba las vacas en el rancho ¡he!. Les grito a los mirones que seguían sin desviar su mirada de mi.
—¡Come en silencio 578!. Grita uno de ellos.
—Tiene razón alguacil, gracias por recordarme que soy el imbécil 578 que lograron agarrar. Exclamo y suelto una risita burlona
—¡Un comentario más y ni esa comida de mierda vas a disgustar hoy 578!. Responde muy amargado el sujeto.

Solo levanto las manos en son de paz para calmar las aguas un poco, un plato desechable y una cuchara tenedor para poder llevar mi comida a la boca, claro, ese tenedor no le haría ningún rasguño a nadie, mucho menos a mí. Comienzo a comer misierdalimentos cuando logré recordar algo de lo que solía hacer afuera, empiezo a recordar esa escena donde leo el mensaje de Zuleika, ese que decía que era un enfermo, que le daba miedo, que estaba loco, de repente escucho muchas voces a mi alrededor diciéndome "Loco" "Enfermo" "Asustas" "Das asco"...

—¡¡Basta!!. Grito en mi mesa con las manos tapándome los oídos y templando de furia
—¡Te lo advertí cinco setenta y ocho!.

Se acerca a mí y me toma del cuello, logro romper la cuchara y golpeó con el codo su abdomen, lo pude empujar un poco hacia atrás y le provoco un aruñon​ en la frente con la cuchara quebrada, el logra darme un cabezazo en la nariz y me brota un río de sangre hasta que logra tomarme de nuevo por el cuello y comienza a arrastrarme por la explanada

—¡Que miras idiota!. Le gritó al otro de los policías que se estaba riendo de mí, le escupo en la cara saliva con sangre que tenía en la boca. El policía que me traía del cuello se detiene y llega su compañero heroicamente a darme tremenda bofetada que me dejaría inconsciente.

Despierto y aquí estoy, en mi recamara, abro los ojos miro hacia arriba y mi casa estaba como antes, las paredes blancas, mi televisor en medio con mis videojuegos, salgo de cuarto y efectivamente, todo seguía igual, el baño la cocina, toda la sala de estar, es como volver al principio, estaba haciendo mi tarea, era un niño todavía, estaba prácticando la sumas y restas.

—Madre, ¿puedes revisar mi tarea? Solo para asegurarme de que estoy bien. Me acerco a mi madre y le doy la libreta.
—Niño, ahorita estoy ocupada, ¿no puedes venir más tarde? Vete al cuarto. Me apunta hacia el cuarto sin ser algo expresiva.

Me voy a mi cuarto, ya no tan triste, era una costumbre que mi madre me ignoraba, siempre lo hacía, y más cuando venían sus amigos a abrirla de piernas y tener sexo con ella, solo los veía una vez y ya no volvían a casa.

—Algún día vas a aprender jovencito, que no siempre tendrás toda la atención del mundo. Me comenta una señora que estaba parada a unos metros delante mío.
—¿Otra vez tú? ¿Vienes a darme consejos estúpidos y a irte de nuevo?. Le contesto de una manera muy frustrante mientras me siento en el piso y recargo la cabeza en la pared.
—Yo no me voy hijo, tu te deshaces de mi cada vez que quieres, estoy aquí cuando tú me necesitas solamente, si no me necesitas, tu corazón no me llama. Responde
—¿Empezamos de nuevo? Le pregunto. ¿Como te llamas?
—Kilian
—¿Kilian? Qué nombre tan extraño. Susurro como si estuviese pensando en voz alta.
—¿Cual es tu verdadera función aquí? Vuelvo a hacer otra pregunta.
—Eso depende de ti jovencito, solo vengo aquí para cuidarte. Responde ella con la voz más amable con la que me hayan hablado.

Así es en definitiva, cada raspón, cada meta propuesta, cada vez que necesitaba el cariño, el amor y la comprensión de una madre, no sabía porque pero Kilian salía a mi llamado más rápido que mi verdadera madre, y durante el tiempo transcurrido me he preguntado una cosa, ¿Yo me habré inventado todo ésto? O...

—Kilian te necesito. Hablo llorando profundamente y con una voz muy angustiada —¿Eres tu mi verdadera madre?
—No. Responde un mayordomo.

Una Mente EsquizofrénicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora