Prólogo

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Apenas puso un pie en el hospital, pudo notar que todo era prácticamente un desastre. Había muchas personas heridas en el suelo, mientras que muchas otras más yacían en su respectiva cama. Si miraba hacia el otro lado de la habitación, podía observar cómo las enfermeras corrían de un lado a otro, cargando con cuidado diferentes frascos de medicina y jeringas. Fue entonces también, que Nami se percató de lo delicada que era la situación.

Si ya de por sí había empezado mal su día al no haber escuchado a tiempo su alarma, o también por el hecho de que no había tenido tiempo de ir a desayunar algo, ahora resultaba que había ocurrido algún tipo de accidente en el que muchas personas habían salido gravemente heridas.

-¡Llegas tarde, Nami!— escuchó a otra de las enfermeras decir, estrellándole en el pecho un botiquín de primeros auxilios. —¡Deja de perder el tiempo y ponte a trabajar!

No fue necesario que se lo tuvieran que repetir; ella ya se encontraba corriendo hacia las personas que estaban en el suelo, sabiendo que ellos sólo necesitaban un rápido chequeo.

Sin contar el tiempo, Nami estaba segura que habían pasado ya alguna que otra hora desde que comenzó a trabajar. La mayoría de los pacientes que llegaron en gravedad ya habían sido tratados, y aquellos que tenían algún que otro corte, ya habían sido dados de alta. A comparación de cuando había llegado, la sala de urgencia ya se encontraba mucho más despejada.

Tomando un pequeño tour entre las camillas, ayudó a examinar a algún otro paciente, asistiendo a las enfermeras y doctores que ya los estaban tratando. Quizá su ayuda podría ser necesaria en otro departamento o en otra camilla, pero mientras más rápido pudieran terminar, sería mejor.

-¡Entró en paro!— escuchó gritar a sus espaldas. Grito que hizo que los doctores que estaba ayudando se distrajeran por completo. Nami, tras notar eso, gritó: —¡Ustedes vayan, yo me encargo de esto!— dicho eso, fueron a la ayuda de ese otro paciente.

Ella era plenamente consiente de que esa clase de cosas no solían pasar, ya que siempre había muchos doctores dentro de la sala de urgencias, a excepción de esos días, ya que muchos de ellos se encontraban dentro de sus vacaciones de invierno y por lo tanto no había suficientes manos para socorrer a todos los pacientes.

Otra hora más pasó, y la urgencia de la mañana por fin había terminado.

Muchos de los médicos que les había tocado atender esa situación yacían dentro del comedor, descansando. Nami no era la excepción.

Con una postura muy aflojerada y hombros caídos, se encontraba sentada en una de las tantas mesas del Hospital Merry. Aunque también ya se encontraban sirviendo el almuerzo del día, lo único que deseaba en aquel momento era poder tomarse un respiro en lugar de comer. Ingerir alimentos después de eso era lo último que cruzaba por su cabeza.

-¿Qué crees que ha podido pasar Nami? - Le preguntó su compañera de trabajo y amiga, Vivi. 

-No lo se, pero estoy agotada...—murmuró bajo su aliento, dejándose caer por completo en la mesa.

Volteando un poco su rostro, se giró para ver el gran reloj que decoraba la pared. Marcaba la una con treinta minutos. Si todo salía bien de ahora en adelante, en dos horas y media más podría ser libre. Tendría toda su noche de viernes para descansar, y de paso el fin de semana para salir con sus amigos. Ya viéndolo de ese modo, el tiempo que le quedaba no sonaba tan tortuoso como en un principio pareció.

Emergencia de media nocheWhere stories live. Discover now