5. Causa y efecto.

80 11 2
                                    

Mi madre miró al gato, como si no se lo creyera, se fue corriendo a buscar a mi padre. Volví a ponerlo como estaba y lo cogí en brazos aparentando normalidad.

-¡Mira, Rafa! Te digo que era más grande y....-se quedó callada mirándolo,  lo arrebató de mis brazos y lo miró por todos los ángulos. 

-A ver quién tenemos que llevar al final a la psicopedagoga,  Belén....- se fue a jugar de nuevo con su portátil como siempre.

-Pero, pero...- seguía mi madre alucinando.

-Ya mamá acuéstate, a mí el cansancio me hace dormir por un día, a tí alucinar... buenas noches- le di un beso en la mejilla, me giré e intenté no hacer ruido riéndome. 

Después de un día en el que aún me costaba asumir que yo tenía una especie de magia, fui a dormir con mi gato, como solía hacer, me gustaría pensar en que alguien de mi instituto me estaría esperando para saber el por qué de mi falta,  pero ese no es mi caso.

Antes de quedarme dormida,  pensé en Rachel, no había vuelto a aparecer. Parece que lo que la tenía retenida, la dejó marchar.

Al día siguiente fue como la otra mañana: Nos vestimos, desayuno, autobús...

Esta vez, martes a segunda hora en el instituto, gimnasia. La peor asignatura para mí. Para Alex, con ese cuerpazo de druida, no creía que fuera difícil.
《Esta asignatura es fácil para nosotros.》 su sonrisa de "estoy tramando algo" no fue muy sutil que digamos.
《¿Qué tramas, Alex?》 Le dije mentalmente mientras alzaba mi ceja.
《Llevamos pantalón largo, ponte dos patas de animal resistente que corra mucho a dos patas... un avestruz. Y ya está. Para las demás actividades que no sean correr, lo que se te ocurra.》
《¡Que buena idea! De verdad Alex,  solo eres brillante para lo que quieres...》 Él se rió.  Quien nos viera creería que jugamos a un juego de miradas. Era divertido comunicarnos así de fácil.

En gimnasia,  hice lo que Alex propuso, íbamos delante, más rápido, nada cansados. Era fenomenal.

-Valla Clara,  parece que has ido al gimnasio estas vacaciones,  sigue así- dijo la profesora después del calentamiento. Yo sólo respondí con un gracias.

Luego hicimos fútbol.  Un equipo de niños y otro de niñas.  Ya no podría contar con el respaldo de Alex, aunque podría hablarle mentalmente.

Las chicas capitanas de los equipos escogieron personas hasta yo la última tocándole al equipo de las pijas. Hicieron honor al mote que les puse cuando empezaron a quejarse como tal. Todas corrían ridículas, yo estaba segura con las habilidades nuevas adquiridas. Me pare para dar el pego de cansada para no hacer un cambio tan repentino en la asignatura.

Veía al otro partido, jugar.  Los chicos se veían tan divertidos jugando. Ganando el equipo donde estaba Alex. Mirándolo,  no me di cuenta de que alguien fuerte (y torpe) pateó la pelota y que iba hacia mi cara hasta que Alex la miró con horror. En un segundo estaba impactada en mi cabeza pero no me afectó,  no me moví, actué como druida y mi cabeza se volvió un caparazón.  Cuando vi el balón más lejos por el choque,  vi a todos mirándome junto a Alex con una cara de sorpresa, porque al parecer no es normal que se te aparezca un escudo de tortuga en la cara.

Al rato todo volvió a la normalidad, los equipos ganadores, muy obvios.

Fuimos a clase,  tocaba con la Sargento.

Normalmente hace frío que te mueres en estas fechas solo que nuestra clase acababa de hacer ejercicio y rezumabamos calor por cada poro.

Llegamos a clase,  abrimos las ventanas,  todos rojos en mangas cortas y llega la señora tacones altos-sargento con un abrigo hasta las rodillas de piel sintética y el pelo que parecía que había intentado peinarlo con humedad y tijeras.

Los 10 druidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora