Capítulo 13: El hogar de la muerte.
Comencé a caminar, con el corazón a mil por hora, los olores de aquella casa me resultaban desagradables, el mismo limpiador casero de naranja y amoniaco, mesclado con cloro, y el aroma de Eduardo. Había algo en el salón, junto al librero, solté un bufido al verlo, me acerqué para averiguar que era, se trataba de una chica de unos quince años, llevaba su uniforme del colegio de color rojo con cuadros color marrón , estaba tirada echa bolita, protegiendo su cara con los brazos, un escalofrío recorrió mi todo mi cuerpo cuando lo comprendí… estaba muerta.
Temblaba y se torcía, tenía los brazos y piernas cubiertos de sangre y moretones, estaba llorando, el miedo que se escapaba de aquella chica me contagió, sin poder evitarlo me orine encima, eso delataría mi presencia, salí rápidamente a la otra habitación, estaba aterrada, no pensé que si estaba muerta no podía hacerme ningún daño, quería huir de ahí.
Pero en la siguiente habitación también había algo, sobre el comedor se encontraba una mujer llenita, de unos veinticinco años, pelirroja, su piel blanca estaba salpicada de pecas, estaba semidesnuda, convulsionaba, escupiendo espuma por la boca, aquella imagen me resultó aún más aterradora, había sido envenenada, tal vez ni siquiera se dio cuenta de su muerte.
Retrocedí ante aquella imagen, quería salir de aquella casa maldita cuanto antes, la siguiente habitación era una cocina, tanto la estufa como el refrigerador eran grandes y antiguos, de color blanco, parecía que la estufa no había sido usada en años, ahí no había ninguna imagen, eso me hizo pensar con un poco de claridad, ( no pueden lastimarme) decidí empezar a buscar las pruebas, e ignorar todas aquellas apariciones.
Regresé al comedor, pase por la mesa sin mirar aquella visión infernal, seguí hasta el salón, haciendo un esfuerzo enorme para no mirar a la quinceañera golpeada, a la izquierda había un arco en la pared, seguí por ahí, era un pasillo, que se dividía en dos caminos, uno seguía hasta la habitación donde me había asesinado, y el otro daba a unas escaleras, decidí subir por aquellas escaleras, la verdad es que me aterraba entrar a aquella habitación llena de dolor y violencia.
Al llegar a la segunda planta me arrepentí de haber tomado aquel camino, estaba como a un metro del primer escalón, tirada boca abajo, se arrastraba sin avanzar, levanto la cara, era una chica asiática, más o menos de mi edad, tenía el rostro cubierto de lagrimas, iba vestida con unos jeans y una playera azul, de su espalda sobresalía un puñal que parecía de plata.
Dijo algo que no entendí, pegue tal brinco que mis patas dolieron por varios días, ¿Cómo la convenció de acompañarlo hasta ahí? Me pregunté, caminé un poco más, me concentré en olfatear los pisos y las paredes, para ver si encontraba olor a sangre, todo olía a naranjas, acabé odiándolas, “recuerda” me dije, sabía que debía entrar a la habitación de abajo, tal vez había un poco de mi sangre sobre la sábana blanca, aunque deseché la idea rápido, él era muy detallista, no dejaría las sábanas ensangrentadas sobre la cama.
Caminé por el pasillo de la segunda planta, mi cabeza estaba siendo invadida por ideas locas, como conseguir una médium y llevarla a esa casa para que viera los fantasmas de aquellas mujeres, creo que vi demasiadas veces la película ghost.
Había dos habitaciones a la derecha, y un despacho al fondo, de algún modo supe que Eduardo había crecido allí, era difícil de imaginar que alguien tan lleno de maldad fuera un niño algún día.
Ambas habitaciones estaban cerradas, una vez vi a un gato abrir una puerta, saltando y sujetándose del picaporte, lo intenté varias veces hasta que pude abrirla, había una cama individual, tendida, con una sabana de color rosa con imágenes de la bella durmiente y un conejito de peluche encima, el rosa de las paredes estaba deslucido, hacía años que nadie le daba una mano, entonces la escuche: la risa de una niña.
Me volví esperando encontrar otra imagen sangrienta, pero lo que vi fue muy distinto, era una niña de unos diez años, de cabello rubio y ondulado sujetado por una coleta, usaba un tutu morado y unas zapatillas de ballet, ver a aquella pequeña me hizo hervir la sangre, a esa edad la mirada de toda niña está llena de inocencia, la de aquella pequeña estaba llena de tristeza.
A diferencia de las otra apariciones, ella no mostraba señales de violencia, comenzó a bailar y sus pies no tocaban el suelo, “ es un ángel ” pensé, entonces salió corriendo y la perseguí, me señalo la siguiente habitación, - aquí están las pruebas- me dije, iba a saltar para abrir como lo hice antes, pero ella se me adelantó abriéndome la puerta e invitándome a pasar.
El interior estaba decorado con afiches de cine y de futbol de hacia un par de décadas, las paredes eran de un verde que en sus mejores años fue intenso, de una de las paredes colgaba un retrato de una joven y bella mujer, de larga cabellera castaña abrazando a un pequeño de unos seis años, algo me dijo que eran Eduardo y su mamá , también había una cama individual, al verla note que había alguien recostado, era un anciano, se notaba enfermo, la niña se le acerco y lo señalo con el dedo, lo que provocó que él levantará medio cuerpo en pose defensiva y comenzara a gritar – yo no te mate – su voz era seca y espectral, el clima de la habitación cambio junto al humor de aquel hombre, empecé a temblar, mis dientes castañeaban, creo que hice ruido, porque él se volvió para verme y me dijo- no es mi culpa- estiró sus cadavéricas manos para agarrarme, pero fui más rápida y salí de aquella habitación.
¿Cuánto dolor había causado Eduardo? ¿Cuántas personas estarían sufriendo por sus actos? Eran las dudas que asaltaban mi mente, entre tanto terror y sin haber encontrado una prueba aún, o más bien no las había buscado, estaba tan asustada que no se me había ocurrido esculcar sus cosas a fondo.
Vi de nuevo a la niña, le pedí que me mostrará donde estaban las pruebas, ella pareció entenderme, caminó hasta el despacho, el escritorio de caoba estaba vacío, y otra imagen me atraía como imán, era una mujer menor de treinta, atlética de cabello corto y rubio, colgaba de una soga atada a sus muñecas, tenía los brazos cubiertos de sangre, estaba amordazada con un pañuelo, le había cortado las venas para que pareciera un suicidio, aún después de muerta parecía estar peleando, su mirada era de rabia, no como las otras que reflejaban miedo, su rabia le brotaba por los poros, y casi pude escuchar sus pensamientos “ te arrepentirás “ , empecé a sentir lo mismo, y mire en dirección de la pequeña bailarina, volví a preguntar mas bien a exigir “ ¿donde están las pruebas?” ella señalo hacia la ventana, me asomé sin esperar lo que vi…
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El regreso
ParanormalEn busca de un sueño Alicia encuentra la muerte , ahora tiene la oportunidad de regresar y detener a su asesino , antes que vuelva a atacar