Un tesoro bajo tierra

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El sonido del subterráneo seguía martillando en su cabeza aun después de haber salido de allí.
Hacía años no usaba ese medio de transporte, usualmente recorría las calles en un auto para nada modesto, muy bonito, pero que ahora se encontraba en reparaciones. 


Su cabeza parecía seguir manteniendo imágenes y sonidos de un viaje tan poco trascendente para cualquiera, pero que para Nie MingJue habían sido un pensamiento constante pasadas las horas del mediodía. 


Sus palillos entraban y salían del plato, removiendo la comida que parecía no querer terminar. La intromisión en la oficina por parte de su amigo y socio lo sacó de su ensoñación.
¿Que qué le pasaba?
No se animaba a contar a Lan XiChen que había tenido algo así como un amor a primera vista viajando en el subte, más por vergüenza propia que por lo que XiChen pudiera decirle.

El joven Lan de seguro lo tomaría como algo bueno, sin embargo para él era tonto y no merecía demasiada charla, simplemente debía olvidar el asunto y ya.
- no es nada importante, solo pensaba en la reparación del auto, me han dicho que tomará unos días-  bueno, de hecho, eso si era verdad.
- oh, ya veo...¿quieres que pase por ti mañana?- Ofreció genuinamente XiChen.

Bueno, sería mucho más cómodo que tener que andar con su tarjeta de subte, con el gentío, con la multitud, el movimiento, escaleras, vendedores... y claro, el muchacho de la tarta. 


- de acuerdo, te espero en la mañana - respondió contundente. Dejaría el asunto ahí mismo, se había dicho. 


Sin embargo, horas más tarde se encontró buscando en su computadora los horarios de la línea de subterráneo que había tomado en la mañana y tratando de hacer cálculos para recordar la hora exacta en la que lo había abordado.
Cierto, le había enviado un mensaje a Huaisang mientras esperaba en el andén.

Buscó en las conversaciones, el mensaje que había escrito tenía en la esquina las tildes en azul y la hora, siete treinta y nueve. Hubo un extraño alivio al saber a qué hora había sido... renegaba de sí mismo por andar pensando en cosas como esas, ¡no era difícil! si entraba a su trabajo a eso de las ocho, el cálculo no era tan complicado pero ahí estaba Nie MingJue, queriendo estar seguro del momento en que tomó ese servicio y se quedó maravillado con un joven que allí viajaba.
Bueno, tenía que admitir internamente su hermano no era tan inútil como a veces lo decía y pensaba.


Esa mañana...


"Espero que ya estés preparando el desayuno y listo para ir a cursar" -
escribió con dedos pesados y apretó enviar.
Estaba con el ceño fruncido, con su traje ejecutivo y aguardando a que esa luz lejana y sonido suave del transporte llegase hasta donde él estaba. La gente expectante en el andén, el bullicio de una ciudad despertando, era casi algo nuevo para alguien acostumbrado a la comodidad de su posición social y su automóvil.
La espera lo impacientaba un poco, no solía tener que esperar demasiado por nada en general en su día a día.
Se sentía demasiado quieto hasta que su cabeza giró un poco en la dirección en la que venía el tren y entonces, lo vio. Un simple vistazo le causo gran impacto.

Un joven con sonrisa amable tomaba en sus manos una tarta que le entregaba la vendedora ambulante.
Dedos delgados sostenían la bolsa de papel, la tarta humeaba un poco y sus labios rosados soplaban el alimento. Le dio un mordisco, masticó y también volvió la vista hacía la dirección por la que el tren aparecería. MingJue aprovechó entonces a observar lo que le permitía la situación.
Una coleta en la nuca sostenía una larga y brillante melena castaño oscuro, aunque algunos mechones más cortos se quedaban detrás de las orejas pálidas del chico. Su cuello era delgado, los hombros amplios pero una cintura y un cuerpo menudo, era bajito y podía verlo fácilmente entre la muchedumbre que se apiñaba en el andén. Claro que la mayoría de los presentes eran bajos comparados con su tamaño, con un metro noventa veía a todos por encima, aunque su atención estaba centrada en el muchacho unos metros adelante.
Siguiendo la línea trazada por su cabello desembocó en el trasero del joven, pero desvió la mirada llegado ese punto. No le gustaría ser cachado embobado con la cola de otra persona. 

El móvil vibró en su bolsillo, pero entonces la luz del transporte se hizo más potente. En pocos segundos la puerta frente a él le invitaba a entrar.

Se ubicó en un rincón del vagón, viendo cómo el joven y su tarta humeante entraban por la puerta siguiente. El subterráneo volvió a andar. Sacó su móvil y agachó un poco la cabeza para ver que decía. Ni siquiera abrió la aplicación, por la notificación vio que se trataba de su hermano menor -"estoy listo hermano no te preocupes, ten un buen día!",  - acompañado de emojis de corazón, sonrisa, el emoji de lentes oscuros y el brazo fuerte.

 Tranquilo con esa respuesta, sus ojos enfocaron de nuevo al muchacho. El otro, por suerte, no le estaba viendo, sin embargo estaba de frente a él, a unos cuantos metros, agarrando el caño con una mano y su tarta en la otra. LLevaba un bolso cruzado, y su camisa parecía tener un logo en el pecho que no lograba identificar. Quizás era estudiante... se veía en verdad joven, al menos más joven que él, pero no lo suficiente para considerarse un delito observarlo. Su rostro al fin era visible, y era encantador.
Dejó de mirarlo y guardó el móvil en el bolsillo. - ¿Que tal si le tomas una foto? - el pensamiento fue como una alarma, ¡por supuesto que no debería hacer algo como eso! ¿que clase de acosador enfermo era?!... qué impropio...
Las puertas se abrieron, se cerraron y al volver a alzar la mirada el chico estaba aún ahí, se había movido un poco y ahora dos líneas blancas colgaban de sus orejas, uniéndose en una sola a la altura de su clavícula. Se había puesto auriculares y MingJue pudo ver como sus rostro había cambiado a una expresión más relajada y el movimiento de su cuerpo era un poco el vaivén del transporte y otro poco él mismo, siguiendo el ritmo de una canción que MingJue no podía escuchar.
Las estaciones pasaron y cada vez que volvía a mirar allí estaba su jovencito, hasta que en la estación donde él debía bajar, no pudo verlo más. Una sensación extraña se apoderó de MingJue.
Probablemente nunca volvería a apreciar ese bonito espectáculo en una ciudad de millones de personas de nuevo. Quizás ese chico iba solo por ese día al centro, y luego regresaría a su casa en alguna localidad alejada... se había hecho tantas ideas absurdas en su cabeza.

No miró atrás cuando salía a la superficie y caminaba unas pocas calles hasta el edificio enorme de la empresa que le pertenecía. 

Underground TreasureDonde viven las historias. Descúbrelo ahora