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04: Una sonrisa

AMBER

Recuerdo que una vez fui una persona absoluta, de esas que apoyaban sus propios ideales y tenía bien claros sus objetivos. Siempre me había gustado tomar mis propias decisiones, tener el poder de auto manejarme. De una forma u otra todo eso desapareció; no recuerdo la última vez que cumplí un objetivo o simplemente tomé una buena decisión.

A veces las cosas se complican y la propia voz debe hacerse a un lado, o eso es lo que me dijo mi padre.

Todo esto es tan abrumador... No termino de salir de un pozo cuando ya caigo en otro. Como si la humanidad entera estuviera en mi contra, hasta yo misma estoy en mi contra.

Cuando las personas te repiten tanto una cosa, terminas creyéndotela, o por lo menos yo, así de afectada estoy. Es como cuando naces en una religión: ellos te amoldan, y por más de que se cometan grandes delitos contra ti, tu siempre seguirás creyendo que eso está bien, porque así es como te educan y así funciona; te meten sus ideales por cada partícula de tu cuerpo y terminas siendo uno más de ellos.

Yo no elegí ser una mala persona. Jamás elegí ser responsable de mi propia tortura, pero tan solo pasó. No elegí dejar de ver a la persona que más amaba, tampoco elegí ser tan irresponsable y cargar con la muerte de otra persona tan importante para mí. Todo me ha llevado a pasar por una etapa de sentimientos encontrados que manejaron mis acciones.

En estos momentos no quiero llevar una sombra a todas partes que me haga sentir encerrada. Caer nuevamente bajo la voz de otra persona. Todo es un círculo vicioso y claramente para mi padre no cuenta mi opinión.

Me encuentro en el asiento de copiloto del auto de mi guardaespaldas, lo cual detesto, pero nuevamente vuelvo a obedecer. Sigo siendo la misma manejable que hace unos años, porque cuando uno no sigue las reglas u órdenes, es castigado. No quiero volver a pasar por aquello.

—Señorita, hemos llegado —dice Kofman girando en su asiento para observarme. Desde que lo conozco ­—hace menos de un día— no ha cambiado su rostro serio y tampoco ha olvidado las formalidades, me trata de "usted", lo cual está bien teniendo en cuenta su trabajo.

—Gracias por traerme.

—Es mi trabajo —gruñe remarcando lo obvio. Me hace sentir una idiota cada vez que habla.

—Puede ir a donde quiera. Seguramente termine en una hora.

—Sabe bien que mi trabajo es acompañarla a todos lados. —Ignorando sus palabras, bajo del carro y camino por la acera. Hoy me toca una revisión para corroborar que me esté recuperando correctamente.

Escucho sus pasos siguiéndome y entramos al edificio.

—Buenos días —digo al chico detrás del mostrador.

—Buenos días señorita, ¿en qué la puedo ayudarla?

—Tengo una cita. Mi nombre es Amber Wood. —El chico teclea algo en el ordenador y se gira para volver a hablarme.

—Así es. Consultorio veinte, segundo piso.

—Muchas gracias.

—A usted señorita Wood.

Camino hasta el ascensor y lo llamo. Parece que va con mucho retraso y yo no puedo perder mi turno. Me dirijo a las escaleras y las comenzamos a subir. No tengo mucha fuerza y cada escalón me cuesta, pero pongo toda mi voluntad.

—¡Wood!

Una fuerte presión comienza en mi sien y se expande por toda mi cabeza provocándome un fuerte mareo y me desequilibro. Si no fuera por Kofman que me sostiene de la cintura, seguramente me hubiera caído por las escaleras. La situación queda olvidada en el momento que siento su cálido y seguro tacto en mi cintura.

Dulce Tentación(SaboresDeLaVida) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora