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11: Arte

AMBER

Estoy desnuda frente a él, frente al hombre que se encarga de mi protección. Kofman luce pálido y a la vez perdido. Me siento incomoda.

—¿Sería tan amable de alcanzarme la toalla? Por favor —mi voz sale temblorosa. Él no responde y sé que se debe a que está ocupado repasando con su mirada todo mi cuerpo. Hace tiempo no pasaba tanta vergüenza.

Soy consciente de tener un cuerpo asqueroso. Sé que mi figura es deforme y fea, Jeremy decía que debía mejorar mi estética y adelgazar. Lo cual es cierto y agradecía de que no me abandonara aunque mi cuerpo sea un asco, de hecho, nadie se fijaría en una chica como yo. Eso me hace sentir una mala persona, porque siempre fue una de las razones por la que no quería dejarlo, fui egoísta y pasé por el miedo de quedarme sola.

¿Quién querría estar conmigo cuando hay mujeres muchísimo más lindas en este mundo?

Un nudo se forma en mi garganta. El miedo junto con las inseguridades permanentes vuelve para apoderarse de mí.

—Por favor —susurro en un tono tan bajo que casi lo imagino. Kofman frunce la frente y me observa como si yo fuera un libro abierto, como si observándome pudiera adivinar todo lo que soy, saber todo sobre aquello que me atormenta o la explicación de mi malhumor constante.

Estira un brazo y toma una de las toallas que permanecen en el mueble junto a él. La abre y se acerca, inconscientemente retrocedo. A él no parece importarle y de un solo paso se coloca delante de mí. Su respiración acelerada se mezcla con la mía. Pasa la toalla por un lado y la abre sobre mi espalda, colocándolo sobre mis hombros, haciéndome sentir protegida.

Sentir la asperidad de la tela contra la herida que me quedó en la espalda es sumamente doloroso. Sujeto los extremos de esta con fuerza sobre mis pechos para que no se abra. Sus manos bajan lentamente por mis hombros, deslizándose hasta afirmarse en mi cintura.

—Hoy confirmo que tu cuerpo es una obra de arte. Una que me gustaría observar por mucho tiempo.

—No me considero arte, tampoco un objeto el cual exhibir —al instante me siento una maleducada por contestar tan mal. También sorprendida por sacar valor para decir aquello.

—Jamás me referiría a usted como un objeto, de hecho, es una persona maravillosa y llena de humanidad. Me atrevo a decir que es la mejor obra de arte en la que he posado mis ojos —sus palabras chocan en mi interior. En su rostro se dibujaba una sonrisa la cual juraría conquistaría a cualquiera.

Siento algo raro en mi interior, hace bastante tiempo no me decían algo lindo.

En un movimiento extremadamente lento, junta nuestros labios hasta unirlos. Se siente bien. La suavidad de sus labios pegados a los míos se siente extremadamente bien. Hace que florezcan sentimientos en mí, unos que ya creía muertos.

Él le da una suave mordida a mi labio inferior, provocando que suelte un jadeo de sorpresa el cual es interceptado a su favor para profundizar el beso. Sus labios amasan los míos, sin hacer partícipes nuestras lenguas. Él hace que sienta el beso como algo más delicado y personal, algo que no me asusta. No lo profundiza ni lo aumenta, no es desesperado ni sediento, pero de todas formas lo siento cargado de una sed acumulada. Es placentero y a la vez capaz de llevarme al infierno, si no es que ya me encontraba en él.

Sé que puede sonar algo idiota o incoherente, pero el simple hecho de que nuestros labios estén juntos me hace sentir por un fugaz segundo que todavía puedo juntar mis pedazos y rearmarme, que no todo está perdido. Como si él me transmitiera una promesa de seguridad. Por unos cortos segundos siento que puedo florecer y que solo me marchité debido a la estación.

Dulce Tentación(SaboresDeLaVida) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora