Capítulo 1

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Habia despertado sobresaltado otra vez, su cuerpo bañado en sudor y su respiración agitada hacia notar aún más el ardor que persistía en su garganta ¿acaso había estado gritando?. Se encogió sobre su propio cuerpo recordando con dolor aquella imagen presente en su mente, las lágrimas se desbordaban de sus ojos y mezclaban con el sudor de su rostro, la angustia le oprimía el pecho y le dificultaba aún más recobrar la respiración.

A juzgar por la oscuridad de la habitación serían las 3 o 4 de la madrugada, no escuchaba nada más que su propio pulso hacer presión contra sus oídos. Era un silencio y oscuridad total que fueron en algún momento interrumpidos por la luz colada a través de la puerta recién abierta; entrecerró los ojos tratando de acostumbrase a ésta, mientras dirigía con duda su mirada hacia la reciente intromisión.

-Aniki ¿estás bien? - escuchó una voz familiar proveniente de la misma dirección de la luz - estabas gritando y me preocupé mucho ¿te duele algo?

Una vez sus ojos fueron capaces de procesar por completo la imagen, se enfocó en la figura de la cual provenía esa dulce voz que llenaba su corazón e ilumina sus días más oscuros.

-Genya - expulsó mediante un supiro cansado, como si el solo verlo le quitara toda la angustia que su pecho estaba soportando hasta ahora.

El nombrado se preocupó aún más, con agileza en desacorde al sueño que traía encima, se acercó a su hermano y tomó su rostro entre sus manos tratando de secar las lágrimas que corrían por su rostro, era como un río de emociones que ninguna represa sería capaz de contener.

-¡Aniki! Por favor, dime que -

Fue incapaz de terminar su frase, antes de darse cuenta tenía a su hermano mayor prendado del cuerpo, abrazándolo con una fuerza y firmeza esperable de una persona como él, pero que rara vez usaba para abrazar o mostrar afecto físico de algún tipo. Correspondió el contacto apenas se repuso de la sorpresa, enredando sus dedos en el platinado cabello del contrario, acariciandolo con movimientos lentos y delicados, igual si de un cachorro se tratase.

-Todo está bien, todo está bien - dijo con voz suave, casi cantando una canción de cuna, las mismas que su hermano le cantaba cuando no eran más que unos niños.

Como respuesta solo escucho como el mayor repetía su nombre entre lamentos una y otra vez, su hombro estaba empapado en lágrimas y las manos contrarias recorrían por completo su espalda, como si quisieran comprobar que todo esto es real.

-¿Tuviste ese mal sueño otra vez? - soltó finalmente, sabía que nada más que ese sueño desestabilizaba tanto a su hermano como para hacerlo llorar de esa manera.

La cabeza de Sanemi se movió lentamente hacia arriba y abajo en forma de afirmación. Genya mordió sus labios, sabía en qué consistía ese maldito sueño, su hermano lo ha tenido desde que eran pequeños y siempre que se repetía era exactamente de la misma manera, por lo que él describía veía a Genya de unos 16 años morir y desvanecerse entre sus brazos. A veces pasaba mucho tiempo sin que éste se presentara, pero ahora que Genya cumplió la edad en la que el sueño de su hermano se sitúa, no a hecho más que repetirse con mayor fuerza y frecuencia, al punto de muchas veces despertar con su hermano durmiendo apoyado a un lado de su cama, intentado asegurarse que él aún seguía bien.
La atención que recibe de su hermano nunca le ha molestado, es más, le encanta que siempre se preocupe tanto por él; pero saber de la angustia con la que carga todos los días por su causa, es algo que le aprisiona el pecho y lo llena de culpa. "Si tan solo hubiera una manera en la que pudiera hacerlo sentir mejor", es un pensamiento que siempre está presente en su mente.

Deslizo sus manos hacia los hombros del peliblanco y con un suave empuje amplio la distancia entre ambos, aprovechando para posicionar sus miradas a la misma altura, se acomodo sobre la cama y rodeó con sus piernas las caderas del mayor, mientras él aún sujetaba con firmeza su cintura. La cama hizo un crujido sordo cuando finalmente terminaron de acomodarse, estaban tan cerca el uno de otro que casi lo único que impedía el contacto piel con piel eran las ligeras prendas de dormir veraniegas que llevaban consigo.

Tiempo Perdido [SaneGen] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora