Capítulo 3

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Parecía que estaba probando los límites de su paciencia. Intentaba mantener la calma mediante el dolor que le provocaba incrustar sus propios dedos con fuerza contra sus piernas.

Estaba mal, definitivamente estaba mal. Genya acababa de salir de tomar una ducha y el corto short que traía encima estaba por quitarle la poca cordura que le quedaba a Sanemi. Hacía todo lo posible para despegar la vista de las desnudas y trabajadas piernas del hermano menor.

De reojo lo vio pasar por el comedor, en dirección a la nevera. Le estaba dando la espalda, así que con cierto descaro aprovechó de mirar su trasero, memorizando los detalles con detención. Algo se estremeció dentro del mayor cuando Genya se agachó con una flexibilidad asombrosa y natural en busca de una bebida que se encontraba hasta la parte inferior.

-¿Quieres? - preguntó con la cabeza aún metida en la nevera y sin darse cuenta de todo lo que estaba provocando dentro de su hermano.

Sanemi estaba perdido. Desvió la mirada, sentía que sí sus ojos permanecían un solo instante más en ese lugar, no sería capaz de responder por sus actos. Y por supuesto que había mal interpretado la pregunta de Genya, si se refería a su trasero, la respuesta definitivamente sería un "si", él lo tomaría con gusto y sin rechistar.

-¿Que cosa? - dijo con tono serio, aparentando una calma completamente inexistente.

-Una bebida ¿que otra cosa podría ofrecerte ahora, Aniki? - respondió divertido ante las, para él, absurdas preguntas del mayor.

Eso no ayudaba, Sanemi ya tenía la mente llena de mejores cosas que el pequeño podía darle además de una simple bebida.

Estas últimas semanas lo estaba provocando de una manera tan descarada que no le cabía en la cabeza que no fuera su intención. Ahora era común que compartieran habitación cada noche, Genya dijo que lo hacía para que el mayor no volviera a tener esa horrible pesadilla nunca más. También estaba siendo más atento, cocinando las comidas favoritas de Sanemi y encargándose de casi todos los quehaceres del hogar. Quería pensar que lo hacía desde la más pura inocencia y cariño fraternal, pero verlo ser tan descuidado frente a él lo estaba haciendo dudar ¿Lo estaba provocando a propósito?... Pero no, Sanemi era mejor que eso, no podía culpar al pequeño, él era el adulto en ese lugar y era su obligación mantener sus instintos más primitivos a raya. Tomó todas las ganas que tenía de devorar a ese dulce e irresistible Genya, y con fuerza las empujó hasta el fondo de su mente.

-Estoy bien así, gracias - respondió finalmente, fijando la vista en el libro que tenía entre sus manos.

Genya dejó su bebida ya destapada sobre la pequeña mesa de centro y se lanzó sobre el sofá que estaba en frente de donde se encontraba Sanemi, hundiendo su cabeza en los cojines mientras soltaba un suspiro relajado.

-Aniki - los cojines amortiguaban el sonido, pero el mayor estaba tan acostumbrado a la voz de su hermano que le entendió de igual manera - ¿Que quieres para cenar?

-Ohagi

La respuesta casi siempre era la misma, esto hizo reír a Genya. Definitivamente los prepararía para su hermano esta vez también.

-Oye, Aniki - llamó una vez más, está vez sacando la cabeza del mullido sofá.

Sanemi levantó la vista hacia él y le prestó atención, dándole la señal al pequeño de que continuara hablando.

-¿Me darías un masaje? - frotó una de sus piernas dando a entender el lugar de donde provenía el dolor.

-¿Por qué? - estaba sorprendido, tocarlo no le molestaba en lo absoluto, pero no estaba seguro de poder mantener el control después de algo así.

Tiempo Perdido [SaneGen] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora