Capítulo 4

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-¡Date prisa, Genya! - gritó desde la sala con un aire un tanto impaciente.

-¡Lo siento! - llegó corriendo, dejó el gran bolso que llevaba en el sofá y se dirigió a la cocina - había un par de cosas que no lograba encontrar ¿tu estas listo? - comenzó a preparar algo de comida para llevar.

-Si, desde hace más de una hora - tomó asiento, resignado a que el menor aún demoraría un poco más.

-¡De verdad lo siento mucho, Nemi! - se disculpó nuevamente, intentando hacer todo lo más rápido que podía, definitivamente no quería hacer enojar a Sanemi, quien ya de por sí no era una personas muy paciente.

-No te preocupes, no te estoy molesto - se puso de pie y tomó el bolso que Genya había dejado - lo llevaré al auto mientras terminas.

-¡Muchas gracias! ¡Te alcanzaré enseguida!

Sanemi salió cerrando la puerta tras de sí.

Las vacaciones de verano habían comenzado para ambos y como ya era costumbre irían a visitar a su madre y hermanos por unos días. Sanemi no se veía especialmente animado con esto está vez, debido a que desde pequeño tuvo que cuidar solo de si mismo y de Genya, nunca fue muy apegado a su madre. Genya tampoco sentía un afecto especial por su madre, no era una mala mujer, pero aun así le guardaba un poco de rencor por las horribles cosas que tuvieron que pasar él y Sanemi debido al "increíble" hombre que había elegido como su padre. Así es, el culpable de las cicatrices permanentes que ambos debían cargar eran culpa de este hombre, un alcohólico desempleado que siempre que estaba de mal humor se divertía golpeándolos; su madre lo sabía, pero por miedo jamás hizo nada. Por suerte servicios sociales se dieron cuenta e intervino por el bien de los pequeños, su padre estaría en la cárcel por muchos años y tendría prohibido acercarse a cualquiera de ellos por el resto de su vida. Ahora que eso no era más que un mal recuerdo, su madre incluso volvió a casarse, por ello sus hermanos menores no eran hijos de este mismo hombre. El nuevo esposo de su madre no era malo, jamás los había dañado y de hecho era un muy buen padre para sus demás hermanos, pero hay cosas que no se pueden cambiar y mucho menos reparar, el daño para ellos ya estaba hecho y fuera culpa de su madre o no, preferían rehacer su vida en un lugar lejano. Esa es la verdadera razón por la cual Sanemi se esforzó tanto para conseguir una beca y sacar a Genya de ese lugar. Tuvo que estudiar más que nadie y trabajar hasta en tres lugares a la vez para poder mantenerlos a ambos, pero cada vez que volvía a casa y veía la hermosa sonrisa de su hermano menor, todo valía la pena.

La razón principal por la que iban hasta allá era por sus hermanos pequeños, ellos no sabían nada sobre lo que había pasado antes de su nacimiento, ni siquiera sabían que tenían padres distintos debido a que su madre les había cambiado el apellido por el de su actual esposo. Sanemi y Genya eran conscientes que no era su culpa, solo eran niños y si querían pasar tiempo con ellos, no les costaba nada ir y verlos un par de días al año. Ambos eran los hermanos mayores y les gustara o no, debían cumplir con ciertas responsabilidades por eso.

Genya al fin había terminado, tomó todo lo que le faltaba y salió corriendo hasta el auto que aún estaba en el estacionamiento con un aburrido Sanemi en su interior, que miraba sin mucha atención la pantalla de su celular.

-¡Ya terminé! - entró en el auto y acomodó un poco todas las cosas que habían en el acierto trasero - lamento mucho la demora, Aniki ¿estabas muy aburrido?

-Siempre es aburrido cuando no estoy contigo - apagó la pantalla de celular y lo dejó a un lado - ¿cerraste bien todo?

-¡Si! Lo revisé dos veces, por si acaso - sonrió con seguridad.

Sanemi sin previó aviso se acercó a Genya y pasando una de sus manos por detrás de la nuca, los aproximó hasta terminar juntando sus bocas en un acalorado beso. Pincho los labios contrarios con su lengua haciendo que abriera la boca en respuesta, permitiendo profundizar aún más el beso y explorar con total libertad la deliciosa boca del menor. Después de unos segundos se separaron, dejando un hilo de saliva como rastro de la reciente unión. Genya estaba completamente rojo y con la mirada clavada con deseo en el mayor, llevaban dos semana con esta relación, pero aún no era capaz de acostumbrase a los repentinos y fogosos besos que esto implicaba; no le molestaba en lo más mínimo, pero sí se sentía un poco tonto por no poder hacer más que seguir el ritmo que el mayor le marcaba ¿y como evitarlo? Sanemi era dominante y demandante, si ya era así en su vida cotidiana, al besarlo lo era mucho más. Genya podía sentir todo el deseo y atracción que el mayor tenía por él, las increíbles ganas que tenía por poseerlo y marcarlo como suyo; pero también era consciente del gran esfuerzo que hacía por no presionarlo y esperar a que estuviera listo para dar el siguiente paso. Si, Sanemi era demandante, pero también amaba enormemente a Genya y por eso le daría todo el tiempo que este necesitara.

Tiempo Perdido [SaneGen] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora