Tauriel

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No entendía a Legolas, ¿qué pretendía? La estaba volviendo loca. Durante la fiesta habían estado flirteando a unos niveles incluso peligrosos si no fuera por el efecto del orujo, luego la despidió en su alcoba de aquella manera y cuando fue a aclarar y solucionar las cosas, él la rechazó. Tauriel no había estado tan confundida en su vida, parecía que todo fluía en la relación y de repente se topa con un muro. Estuvo dando vueltas en su alcoba buscando una explicación e intentando serenarse. Después de largo rato se dio por vencida y se dejó caer en la cama, aquello no tenía ni pies ni cabeza. Un furtivo rayo del amanecer que se colaba por su ventana la despertó, sintió el cuerpo pesado y entumecido, como si le hubiera caído una roca encima, calculó que debió dormir unas cuatro horas. Seguía confundida pero estaba determinada a dejar de estarlo.

Se desperezó y se dio una ducha rápida, se vistió con ropa cómoda, cogió sus armas y su capa de viaje. Se dirigió a las cocinas y guardó en su bolsa un poco de pan, queso y fruta sin que la vieran, apenas había gente trabajando después de la noche anterior. Fue por las zonas menos transitadas de las galerías, mirando a su alrededor con cautela y salió al exterior cubierta completamente por su capa en dirección al sur, corrió hasta salir del camino Real, trepó hasta la copa de un árbol y comprobó que nadie la hubiera visto. Sonrió para sí misma y emprendió su camino saltando entre las copas de los árboles. Cuando hubo perdido de vista el palacio bajó al suelo y prosiguió a paso ligero en dirección al suroeste. "Con un poco de suerte llegaré al caer la noche.", pensó. Necesitaba respuestas y sabía que no las podría encontrar en su entorno, necesitaba a alguien de fuera, que fuese objetivo y no estuviese influenciado por su raza ni por ser quien era.

Esa mañana en su mente se cruzó Radagast el Pardo. Era un Istar algo extravagante pero de buen corazón, sabio en cuanto a naturaleza y animales se refería, y aunque vivía como un ermitaño siempre la trató bien pues ella también compartía el amor por la naturaleza. Era mediodía e hizo una parada para comer algo. Se sentó sobre una gran raíz que salía de la tierra y vio un joven mirlo posado en la rama de un roble.

- Por favor, dile a Radagast que voy a su encuentro y que llegaré a su casa al anochecer. –El mirlo asintió y alzó el vuelo. Se recostó en el tronco del árbol mientras comía a pedazos pan de lembas, aspiró el aroma del bosque, que ya no estaba viciado tras la Batalla de los Cinco Ejércitos, y se dejó embriagar por el rico olor de las flores y la tierra. Las arañas se habían marchado y todo volvía a ser como antaño aunque aún quedaban restos de su paso, había mucha tierra mermada en la que tardaría en crecer árboles y plantas nuevas. Emprendió la marcha de nuevo y rezó a Eru para no llegar demasiado tarde a Rhosgobel. Por el camino se fue encontrando con varias abejas y ardillas, éstas enterraban nueces, bellotas y otros frutos, y aquéllas polinizaban de acá para allá. Ambas especies la miraban atentamente cuando Tauriel las examinaba, supuso que Radagast y Beorn tendrían algo que ver.

La noche la alcanzó pero no le preocupaba, buscó una senda más despejada para caminar bajo las estrellas y la luna creciente, pues al contrario que muchos prefería la noche al día, rasgo que heredó de su padre. Siempre que podía solicitaba las guardias nocturnas, lo cual muchos compañeros agradecían. Antes de darse cuenta vislumbró en la lejanía humo entre los árboles y el olor a leña acarició su rostro. Dirigió sus pasos hacía allí y se topó con los conejos que Radagast usaba para tirar de su trineo mientras comían heno, cuando la vieron corrieron a esconderse en su madriguera. En ese momento Radagast salió por la puerta.

-Oh Tauriel, ¡qué agradable sorpresa! Cuando el mirlo me dijo que una elfa pelirroja vendría a verme sabía que serías tú. – Radagast se acercó con las manos extendidas y ella las tomó afectuosamente acompañado de una sonrisa sincera.

 – Radagast se acercó con las manos extendidas y ella las tomó afectuosamente acompañado de una sonrisa sincera

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