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iii. oh cariño, qué desastre

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oh cariño, qué desastre,

CAPÍTULO TRES.

LA NOCHE QUE EL BARCO ARRIBÓ EN AITER, se sentía la incomodidad en el aire debido a todo lo ocurrido el día anterior. Se dirigían en dos carruajes hacia el palacio, en uno iban Camilo junto con su hermana, Vinicio y Lyo, mientras que en el otro permanecían Leigh, Samuel y Tacey.

El sol ya se estaba escondiendo ni bien llegaron al castillo. Los soldados se dispusieron a bajar el puente levadizo. Se dirigieron hacia el jardín real y allí los esperaba el rey Gabriel y la reina Pilar, escoltados por cuatro soldados más.

Notaron que la temperatura era más baja que en Fearth y las decoraciones del jardín real eran más tétricas.

—Buenas noches, su majestad —soltaron todos casi al mismo tiempo.

—Buenas noches, damas y caballeros.

Leigh se adelantó y le dio su mano al rey.

—Es un placer conocerlo Gabriel —dijo, mientras este le plantaba un beso en los nudillos, que estaban cubiertos por sus blancos guantes de encaje— Yo soy...

—Debes ser la princesa Arianné, tu padre no mencionó que vendrías —la interrumpió el geminiano.

—No, yo soy la princesa —reclamó Arianné, detrás de ella, y también le dio su mano al rey.

—¿Entonces quién es ella? Se ve bastante joven como para ser tu ama de llaves.

—Es... la duquesa de... de Fearth, sí —le respondió Arianné, intentando sonar convincente.

Gabriel y Pilar se dedicaron a saludar a todos, al príncipe Camilo, a Vinicio, a Samuel —que por cierto hay que admitir que el rey hizo una leve mueca de disgusto cuando lo vio— hasta que finalmente llegó a ver a Lyo, quien estaba esposado, con la cabeza gacha, como si se sintiera avergonzado. Y lo estaba, a pesar de que él era su amigo.

Todos estaban tensos y en silencio para ese momento.

—En cuanto a ti... —dijo el rey, lo suficientemente alto como para que todos escucharan, mientras eran guiados a pasos lentos a lo largo del jardín real por la reina y dos guardias.

—Ahora me estoy empezando a sentir un poco culpable —le susurró Camilo a su hermana, mientras caminaba lentamente para así poder escuchar lo que Gabriel le decía a Lyo.

—Deberías.

—Exacto —soltó Tacey, apoyando a Arianné— Lyo no es hijo de un rey que lo puede solucionar todo. Parece que va a merecer el castigo por ambos.

Camilo rodó los ojos. Tampoco es como si fuera su culpa, ser hijo del rey o que le gusten los hombres. Tacey le habló como si lo hubiese violado, él no obligó a nadie a hacer nada.