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camilo, capricornio.
Eleonor me había invitado a que la acompañara por el pueblo, ya que Caleb le había comentado que yo nunca había andado por esos lugares.
Pues obviamente, si nuestros reinos estuvieron siempre en guerra.
Lo que no me esperaba era que también invitó a Caleb y a Tacey. Encima, yo tenía que ir con uno de mis soldados, en este caso: Vinicio, quién me escoltaba a cualquier lado que no fuera el castillo.
Me quité el cabello de la cara cuando el viento me golpeó en el rostro mientras caminaba hasta el carruaje, seguido de Vinicio y Lyo. Este último nos acompañaba hasta el carruaje para explicarle a Vinicio de las zonas peligrosas y de que hay un hombre, una tal Charles, que está obsesionado con la reina y siempre quiere meterse a los carruajes.
Vinicio parecía estar enojado conmigo, ya que hacía días que no me dirigía la palabra. No me importaba, pues la verdad lo único que quería de él aquella noche en el barco era sexo. Bueno, la mayoría del tiempo que lo buscaba, o busqué en tiempo pasado, eso era lo que quería y obtenía de él. Aunque intentara negarlo. Por otro lado, Lyo tampoco me dirigía la palabra, pero es entendible, pasó días encerrado porque se acostó conmigo. Y es su culpa, porque yo no lo obligué a nada.
Por Dios, soy un ser despreciable... y bastante promiscuo.
Frente al carruaje, Tacey, Eleonor y Caleb nos esperaban. Eleanor estaba realmente hermosa aquella tarde. Tenía un vestido turquesa que se veía muy bello en su piel y con su cabello rojizo descansando sobre él. Tacey llevaba el vestido gris que usualmente usaba para trabajar, pero a su bonita cara todo lo que usaba le quedaba bien. Hacía un día que no la veía y se sintió como una eternidad. Al fin podremos compartir momentos juntos antes de mi boda.
Caleb, en cambio, llevaba unos pantalones oscuros y una simple camisa blanca, que la mantenía con los primeros botones abiertos, deleitándome al dejar que sea vea su clavícula. Estaba levemente recostado en el carruaje, con una pierna delante de la otra. Una de sus manos permanecía en un bolsillo del pantalón, mientras que la otra estaba sobre sus cejas, donde debajo, sus ojos achinados debido al sol me miraban. Sus carnosos labios estaban entreabiertos, parecía estar tarareando algo. Tan endemoniadamente atractivo.
Cuando estuve a pocos metros, tuve que mirar para abajo para evitar sonreír cuando me di cuenta que ese hermoso ser me miraba a los ojos.