P a l a b r a s

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-Todo tiene un límite, pero esto ya ha sobrepasado ese límite -arrugó sus pobladas cejas, cruzándose de brazos sobre el sillón. Su presencia sobresalía en la habitación y su voz sonaba tan plana como siempre.- Has venido y hecho un alboroto propio de un inadaptado social en la plena celebración del compromiso de tu hermana, donde estaban sus conocidos, gente muy respetable y la prensa.
Joong se mordió el labio inferior, intentando calmarse y no ponerse a la defensiva como siempre. Incluso, cuando estaba siendo acorralado por sus padres mirándolo con esa misma mirada repleta de frialdad, cansancio y decepción, no sentía rabia ni tenía ganas de iniciar nuevos problemas ahora. No ahora que empezaba a sentirse bien.
-Lo que sucedió es que ese tipo estaba intentando...
-No quiero escuchar la razón, ¿crees que hay una razón que justifique eso?
-Claro, no soy un loco que va golpeando gente así como así. Créeme que no quise hacerlo...
-No quise hacerlo, no quise hacerlo -los ojos negros de su padre se hicieron más profundos al igual que su voz, que había empezado a exaltarse.- Nunca quieres hacerlo, pero vienes y arruinas todo y te importa muy poco toda la vergüenza que nos causas. Ya estoy cansado que hagas lo que quieras y no obtengas consecuencias, ¿no te das cuenta que estás siendo un martirio? Te comportas como todo un animal.
Algunos músculos se le tensaron al escuchar esas palabras, pero solo apretó la mandíbula y no dijo nada. Su madre, que estaba sentada en el sofá como una estatua, tosió un poco.
-Déjalo que hable, no seas tan duro con él.
-¿Estoy siendo duro con él? El problema acá está en que nunca hemos sido duros con él y esto se ha pasado de los límites. Hemos debido ser rectos desde un inicio y ahora no tendríamos estos resultados tan vergonzosos -tomó una pausa y su envejecido rostro se endureció.- No nos lo merecemos, nos hemos pasado la vida trabajando para que no te falte nada, ¿o acaso te ha faltado algo alguna vez?
Tomó un respiro y se los quedó mirando, metiéndose las manos a los bolsillos, con los músculos atiesándosele con más fuerza. Muchas respuestas empezaban a cruzarse por su cabeza, pero las palabras se le atoraban en alguna parte de su garganta y no salían.
-Nada, no me ha faltado nada, lo he tenido todo. Desde que era un niño, siempre que venía de clases, llegaban las viejas esas con los paquetes llenos de todo lo que quería. Carros, videos, dinero, ropa, viajes, todo. Nunca me ha faltado nada.
-Por supuesto que no te ha faltado nada, todo lo que hemos hecho durante estos años ha sido por ti.
¿Por él?
Su corazón se aceleró con la pregunta y los huesos de su mandíbula crujieron por la presión. Esa sola frase parecía ser lo que detonaría la bomba que había estado inactiva en su interior.
-¿Por mí? Claro, estar afuera todo el tiempo y venir un día al mes a la casa y encerrarse ese único día en su estudio, ha sido por mí.
Los pequeños ojos de su madre se abrieron enseguida e intentó suavizar su rostro para darle una sonrisa, abriendo sus labios en un gesto seguro y más calmado. Lo miraba como si tuviese cuatro años, como si mirara a alguien estúpido, como si estuviese equivocado.
-Archen, tú sabes que es cierto. Nuestra única meta fue trabajar para hacer crecer la empresa y que tuvieses todo lo que quisieras. Hijo, nosotros te conocemos y nos sorprende que estés tan rebelde estos años. Tú sabes que te amamos y que...
-¡Basta ya! ¡Dejen ya de ser tan hipócritas! -gritó y el arrebato del momento le hizo temblar de pies a cabeza.- Dejen de hacerse los que me conocen. Yo no los conozco a ustedes ni a nadie. No los conozco porque nunca los he visto, nunca han estado conmigo, no sé quiénes son y ustedes tampoco saben quién soy yo.
Sus ojos refulgieron de rabia y se quitó la casaca de cuero negro, lanzándola sobre uno de los sofás, mientras el rostro calmado de su padre empezaba a revolverle el estómago.
Su madre lo intentó de nuevo, negando con la cabeza.
-Dios santo, claro que te conocemos, eres nuestro hijo...
-¿Me conoces, dices? ¿En serio me conoces? -tembló de nuevo y un calor lo cubrió de inmediato, viendo cómo la mujer se encogía con sorpresa.- ¿Sabes qué cosas me gustan? ¿Alguna vez ha estado conmigo? ¡Yo no te recuerdo, no te recuerdo en mi infancia, solo recuerdo a las viejas esas a las que mandabas a cuidarme y sus gritos y golpes cada vez que hacía algo mal! Que si caminaba mal, me golpeaban; que si comía galletas de noche, me golpeaban. ¿Alguna vez fueron a verme al colegio o saben lo que me gusta? ¿Estuvieron conmigo cuando se me cayó mi primer diente o cuando empecé a escribir? No saben nada.
-Archen, siempre estábamos acá contigo.
Abrió la boca, incrédulo y asqueado. Los recuerdos empezaban a venir por montones a su cabeza y le prendían en fuego. Inclusive sus ojos se habían empapado y no dejaba de temblar por más que lo intentaba con toda su voluntad. Estaba a punto de hacerse mierda frente a ellos y lo odiaba. Detestaba tanto sentirse débil y verse como un blanco fácil.
-¿Venir un día al mes es estar conmigo? Ajá, claro. Ni siquiera estuvieron conmigo en mi adolescencia, no supieron nada de lo que me pasó durante esos años, porque ni se molestaron en preguntar. Ni siquiera sabía qué era amar ni preocuparse por alguien, porque nunca recibí eso de ustedes... ni un abrazo, ni una caricia, nada. Todo giraba en "¿cómo te está yendo en la escuela, Archen , te está yendo bien? Sí, me está yendo bien. Bueno, espero que eso se refleje en tus calificaciones" y ahí se cortaba el asunto -el agua se acumuló en sus ojos con más facilidad y aunque apretaba los puños y se mordía el labio hasta sangrar por evitarlo, le estaba resultado imposible.- Aun así, como el imbécil que era, intenté ser feliz y sin saber amar ni preocuparme por alguien, llegué a querer mucho... demasiado, no sé cómo, pero sé que no volverá a pasar. Nunca, nunca más.
Cuatro gotas cayeron de sus ojos hasta aterrorizar en el suelo y se pasó las manos bruscamente por la cara, haciendo un intento por borrarlas. Se acordó de lo ingenuo y solitario que había sido hasta que la encontró a ella. Ella, la mujer a la que había querido con todas las fuerzas que había tenido guardadas durante toda su vida, la mujer con la que se había ilusionado siendo tan solo un adolescente imbécil y tonto; un adolescente que se pasaba tardes escribiendo con su guitarra y riendo de todo; un adolescente que robaba flores de los jardines y regalaba chocolates de cientos de dólares; un adolescente al que odiaba con toda su alma y no quería recordar más. Luego de eso, el "afecto" se le había secado y estaba seguro que no volvería a nacer. No volvería a crecer más porque se había dado cuenta de que no existía y de que solo estaba hecho para los masoquistas que quería salir destruidos. Su afecto no era como el ave fénix que renacería de sus cenizas, porque lo que estaba muerto, muerto estaba. Y se lo había repetido una y otra vez: cuando quisiera, estaría acabado.
-Y así he seguido estando y como los señores se volvieron más poderosos, tenían muchos tipos que les hagan las cosas y recién podían darse el tiempo de venir a ver a sus hijos. Y claro, no les gustó el hijo que tenían y ahora dicen que hago mucho griterío, pero... ¿saben? -contuvo la respiración para que su voz no se quebrara, pero poco logró y no le quedó más que enfrentarlos de esa manera.- Ustedes no pueden culparme, porque nunca han estado conmigo. Ni un maldito momento.
Sus ojos se centraron en su padre y lo encontró revolviendo unos papeles entre sus manos, sin prestarle la más mínima atención, al tiempo que su madre tenía una expresión pálida en el rostro y se arreglaba la blusa, desviando su mirada de la suya.
-Oh, por si se preguntan si alguna vez los necesité, déjenme decirles que sí. Los necesité mucho, tanto... que llegué a llorar muchas noches porque no tenía a quién contarles mis problemas, pero mi necesidad por ustedes se acabó tan pronto como empezó. Porque empecé a solucionar mis problemas solo y de la forma en que se me venía en gana. Hubo veces en las que deseé no tener dinero y vivir feliz por allí, muriéndome de hambre, pero teniendo alguien que me pase la mano por el pelo o que me cante cosas tontas para que me duerma. He estado siguiendo todo lo que quieren que sea, todo, aunque no tengo interés por su empresa. Eso por lo que ustedes han perdido todos estos veintitrés años de mi vida y que es más valioso que yo, no me sirve, no lo quiero para nada. Es más, no quiero estudiar nada y solo quiero que me den la parte de la herencia que me toca para poder largarme a vivir por mi propia cuenta y hacer lo que quiera por mi vida.
El calor se esparció por su cuello cuando su padre elevó la mirada y la enfocó en la suya, mirándolo con una expresión indescifrable. Y por un momento pensó que se ablandaría y le diría que lo sentía y que nunca fue su intención hacerle eso; que le demostraría que cambiaría. Pensó eso por un momento, que se rompió en pedacitos en cuanto habló.
-Bueno, si no te gustamos como padres, no nos vamos a deprimir por eso. Uno nunca elije los padres que le tocan, así que esto es lo que hay. ¿Por qué será que eres el único que se queja? Tu hermana nunca ha dicho nada sobre ninguna carencia afectiva ni nada de eso. Lo que pasa es que quieres excusarte y vienes a armar ese teatro... Bájale el telón, Archen , no te hemos comprado entrada.
-Claro, a Fon le da igual, porque ella es así, mientras les pongas dinero, no dice ni pío.
-No hables así de tu hermana -la voz de su madre se quebrantó y se puso la mano sobre los labios.- No hables de esa manera.
-Es que es la verdad, a ella le da igual pasarse el tiempo sola, porque se cree muy feliz con sus noviecitos esos y sus amigas. No es como yo, rodeado toda mi vida de tipas con las cuales acostarme, fiestas y viajes, pero al fin y al cabo, solo.
La mujer se dejó de arreglar la blusa y apretó sus manos, intentando hacerse la fuerte.
-No has estado solo, nos has tenido a nosotros y a tu hermana.
-Fon siempre está fuera, nunca cruzamos muchas palabras.
-Has tenido amigos. El hijo de los Napat, por ejemplo.
-Nadie es tu amigo, todos te traicionan en algún u otro momento. Es la ley de la vida. O tú traicionas o te traicionan, mamá, así que ten cuidado, no te vayan a salir traicionando todos esos señores con los que haces trato por muchos millones.
Joong tembló más y la rabia se deslizó por sus venas, haciéndolas encogerse y tiritar de tensión y vio cómo su madre se levantaba con una lágrima bajo el ojo derecho.
-Archen, cielo, quiero que sepas que si nunca he estado...
-Bien, eso es todo -su padre la detuvo de un brazo y dejó los papeles a un lado, sacando un encendedor y palpándose los cabellos canosos.- Esto se ha pasado de los límites. ¿Qué edad tienes, Archen? ¿Veintitrés años? Ya estás grande, a tu edad yo estaba pensando en cómo volverme poderoso. No es por falta de afecto que eres así, sino porque te gusta hacer lo que te satisfaga. Lo que tú necesitas es que te enderecen y eso es precisamente lo que voy a hacer en este momento. He estado preguntando y me he enterado que hay una chica en tu instituto, la única hija de los Chindavanich, que es muy inteligente, agradable, bien parecida y seguramente tenerla como novia te va a sentar de maravilla, porque dicen que la buena compañía, trae buenos resultados. Además, después de semejantes berrinches continuos que has hecho, tienes que reincorporarte como un muchacho que ha cambiado y que ha madurado en la sociedad -echó un poco de humo y sacó su celular, dándole un vistazo.- Ya he hablado con sus padres y están de acuerdo. Incluso, ya está en camino.
Un último escalofrío lo recorrió por completo antes de que su mundo gire en trescientos sesenta grados y sus latidos se apresurasen más; la temperatura hirviéndole en el pecho. Era el primer momento en el año que se sentía desorientado, como si le hubiesen golpeado en la cabeza unas veinte veces y todavía esté luchando por procesar la información.
-¿Ah? ¿Qué dices? No la capto.
-Que vas a comprometerte con Sorn Chindavanich, porque he decidido que es lo mejor para ti y punto final.
-¿Comprometerme con alguien? Estás loco, no pienso meterme con nadie así quiera o no -se volvió hacia él con los ojos saliéndose de sus órbitas.- Quizá, no lo sabes tampoco, pero detesto los compromisos y no lo pienso hacer...
-No hay otra salida. O lo haces o le dices adiós a la empresa.
Se carcajeó unas cuantas veces y se frotó los ojos, mirándoles con incredulidad. Y un cubo de hielo cayó sobre su hirviente sangre cuando se dio cuenta que estaban hablando en serio.
-¿Te has vuelto loco, eh? ¿Se han vuelto locos o qué les pasa? ¡No me pienso meter con nadie, entiéndalo, con nadie! -pateó la mesa con desesperación y se giró hacia su madre, que no decía nada tampoco.- Pueden irse con sus porquerías de relaciones a donde mejor les parezca -tomó su chaqueta y corrió hacia la puerta.- Me largo.
-Me parece bien, Type Na Rarong estará muy alegre de tomar tu lugar. He visto que el muchacho tiene buenas ideas y está bien preparado.
Su cuerpo se quedó inmóvil junto a la puerta y arrugó la chaqueta entre sus manos, girándose hacia ellos con el rostro ardiendo como nunca y su mente algo desorbitada.
-¿Qué? De ninguna manera, ¿lo hacen por joderme, verdad? Tú no puedes poner a ese Na Rarong en nuestros negocios, es solo un maricón que ni siquiera quiere a Fon y es cuestión de tiempo para que los mande a volar a todos ustedes -su mirada los recorrió de forma suplicante.- Yo soy tu hijo, ¡eso me pertenece, maldita sea!
-¿No dices que te da igual lo que pase con las empresas?
Una serie de shocks eléctricos sacudieron su arrebatado cuerpo antes de que avanzara algunos pasos y se quedara ahí, atónito, helado, sin decir nada.
-Supongo que tu silencio dice que estás de acuerdo. Además, la muchacha es muy buena y te irá bien, porque viene de buena familia. Cuando la conozcas, cambiarás de opinión y me agradecerás.
La puerta del estudio sonó y Joong sintió que sus neuronas terminaban de colapsar cuando la que ingresó no fue otra que la castaña a la que tanto había detestado tras algunas semanas. Tenía una blusa azul y unos shorts cortos y las joyas le colgaban de todas partes.
-Buenas tardes -dijo, haciendo una reverencia y mirándolo con una sonrisa nada sincera.- Hola, Chen, qué gusto volver a verte.
Desvió la mirada y se dejó caer sobre el sofá, temblando con más fuerza. Quería gritar, quería huir, quería irse a la mierda y no salir de ahí, quería que alguien lo detenga. Todo se sentía como si estuviera dormido y teniendo una pesadilla de esas que le jodían todo el cuerpo y le dejaban adormecido, estúpido. Su padre se levantó con el teléfono en mano y frunció la frente, tomando algunos papeles del escritorio y guardándoselos en una maleta.
-Ha sucedido algo urgente, me tengo que retirar, te quedas en tu casa, hija.
Salió corriendo por la puerta y su madre se excusó, invitándola a tomar asiento también.
-¿Ustedes se conocen? -preguntó, haciendo un intento de sonrisa flameante.
-No mucho, pero hemos compartido un par de anécdotas muy significativas.
-Qué bueno. Archen es un buen hijo, es todo un caballero y se llevarán muy bien, lo sé. Tú también eres demasiado bonita y me han contado que eres muy inteligente. ¿Vives con tus padres?
-No, vivo sola en un departamento, he querido mi independencia.
-Oh, me parece bien que estés pensando en ser independiente, eso es lo mismo que yo pensaba cuando era joven. ¿Me disculpan? Tengo que hacer una llamada, volveré en unos minutos.
Hundió su rostro entre sus manos y escuchó el sonido de los tacones saliendo de la habitación y contuvo la respiración, negándose a terminar de procesar todo lo que estaba ocurriendo. Se volvió a hincar el labio con los dientes y la sangre se mezcló con su saliva.
-Wow, Chen, cómo es la vida, ¿no? Créeme que no tengo nada que ver en esto, cuando me dijeron sobre ti, me sorprendí tanto como lo estás ahora.
Escuchó el sonido de nuevos pasos y cristales chocando unos contra otros con cuidado.
-Déjalos ahí. No ahí, tonto, acá. Acá, en esta mesa... ahí, ahí.
Joong levantó la cabeza y su cuerpo se quedó helado y desorientado cuando se dio cuenta que quien había entrado era Nine, que estaba colocando el último vaso de refresco sobre la mesa pequeña y ahora hacía una nueva reverencia, mirándolos.
-¿Cómo debo llamarte,Chenie? ¿Amor, cielo o cariño? Claro, eso es para el público, porque podemos llamarnos de otra forma en privado... -la castaña se abalanzó sobre su brazo, pasando su nariz por su cuello y depositando un besó ahí, riéndose.- Ahora que somos novios.

Inocencia Pasional (Joongnine)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora