CAPITULO V

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—Debo decir que esto de vivir en el campo me está gustando.

Pilar estaba muy contenta, llevaba aquí tres semanas, y deseaba con todas mis fuerzas que jamás se fuera.

Diego y yo estuvimos meramente solos, en nuestra propia burbuja de amor, el primer mes de nuestro matrimonio y sin sonar tan cursi, me sentía en las nubes, el siguiente mes, se sintió más normal y cotidiano. Luego de la primera noche, se había portado aún más tierno y atento conmigo, todo el temor que me embargaba desapareció mientras pasaba cada noche a su lado. Me hacía sentirme amada y protegida. Sin importar que tuviera que atender los asuntos que mi padre le había encargado, cada día encontraba tiempo para estar conmigo. Por mi parte, yo ya había tomado mi papel de señora de la casa y gracias a Justa, no me fue tan difícil organizar ciertas cosas, como las comidas, el orden entre los empleados y demás. Comenzaba a pensar que había encontrado a otra Guadalupe en Justa, pues era muy amable conmigo.

—A veces quisiera no tener que irnos de aquí —suspiré—, presiento que en cuanto volvamos, no me libraré de los padres de Diego.

—Victoria no digas eso, estoy segura de que será igual que aquí, como mi madre siempre ha dicho, debes imponer tus reglas y Diego tendrá que respetarlas.

Bueno, Pilar tenía razón, yo podía imponerme, pero aún cuando estaba fiada al amor que Diego sentía por mí, el cariño hacia su madre lograría pasarme de largo algún día, y honestamente no tenía ganas de entrar en un terreno tan peligroso.

—Ya veremos —dije quitándole importancia—, por ahora tengo cosas más importantes por las cuales preocuparme.

Pilar me miró confundida. Cuando vino aquí fue por varias cartas mías en donde le decía que era urgente que estuviera a mi lado. Diego y yo ya llevábamos casi tres meses en el campo, y mis nervios y sospechas estaban creciendo día a día. Mi querida amiga era a la única a la estaba dispuesta a contarle.

—Pues te ves demasiado tranquila como para creer que estás preocupada por algo —Pilar sonrió—. Créeme, para cualquiera, tú estas teniendo la vida de ensueño, ¿qué ocurre?

Me senté de nuevo a lado de mi querida amiga y tomé su mano, una extraña sensación me había embargado desde hacía varios días, mi peor temor era no poder hablarlo con alguien, por cartas, no me sentía capaz de expresarle mis dudas a mi madre, y mucho menos a Pilar, esta plática debía ser en persona.

—A veces sigo pensando que no merezco nada de esto Pilar —le dije—, siento que he tenido demasiada suerte en muchas cosas, y a pesar de que ahora estoy tan feliz, a lado de un hombre que me ama, tengo el presentimiento de que pronto acabará. Si te soy honesta, me da miedo.

Y eso no se debía a mi matrimonio. Me sentía así, como una egoísta, desde mi boda había abandonado mi misión, Beron no se presentó y eso me hacía pensar que probablemente un castigo llegaría pronto. La felicidad que se extendía ante mí, estaba en un reloj de arena y el tiempo corría en mi contra.

—Victoria, es normal que tengas miedo —Pilar me sonrió—, una nueva vida esta empezando para ti, para Diego, y tienes todo el derecho de sentirte de ese modo. Naciste con una estrella sobre ti, de eso estoy segura. Jamás sientas miedo de la suerte o de todo lo bueno que te está ocurriendo, al contrario, agradece a Dios, a la vida, a quien quieras por ello. Lo mereces, una persona tan buena como tú no puede tener menos. Ya lo verás.

Por eso todo el mundo decía que ella era un ángel, siempre viendo el lado bueno y positivo de las cosas. Siempre regalando las mejores sonrisas y los mejores deseos. Ella era una de las cosas que más temía perder, odiaba la idea de que esa maldita enfermedad la alejara de mí, aún no estaba lista para aceptar la situación que Pilar atravesaba. Tan llena de vida y pronto no la tendría más que en mis oraciones.

"La Guardiana del Fuego" ⚠️ Disponible Hasta El 31 De Diciembre⚠️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora