CAPITULO X

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Llegué a pensar que la mañana en la que supe que mi padre había muerto, sería el peor día de vida. Bueno, estaba muy equivocada, pues al abrir los ojos, ver toda esa cálida luz entrando por las ventanas, y sobre todo, ver a Diego frente a mi, me hizo darme cuenta de que ese era el peor día de mi existencia. Me sentía muy adolorida, apenas y podía recordar algo de lo que había sucedido la noche anterior pero en mi memoria, había suficiente dolor y coraje como para saber que ya no había nada en mi vientre, mi bebé no estaba. Quise sentarme pero un ligero mareo me invadió. Diego se acercó a la cama muy despacio, como si tuviera miedo de estar cerca de mi. Y para ser honesta, tenía toda la razón en sentirse así, porque casi quería matarlo con mis propias manos.

—¿Acaso no pensaste que la cara que menos querría ver al despertar era la tuya? —dije tratando de sonar calmada— Me sorprende que tengas el valor de seguir aquí.

—Victoria —trató de tocar mi mano pero lo aparté—, ni siquiera sé qué decir. Me siento como la peor basura en el mundo.

—Y tienes toda la razón, no pienso contradecir eso.

Todo había sucedido tan rápido que ni siquiera tuve tiempo de digerir el comportamiento de Diego. Se había portado como un maldito conmigo, nadie, jamás, me había tratado con semejante fuerza, ni mis padres, nunca recibí un solo castigo por parte de ellos.

—Me odiaré toda la vida por ello —tomó mis manos de nuevo—, por favor Victoria, haré lo que tú me pidas, haré lo que sea que tú quieras con tal de dejar todo esto atrás.

No podía estar hablando en serio. No íbamos a dejar atrás nada de esto. Había perdido a nuestro hijo, por su culpa, no había nada que pudiera hacer para remediarlo.

—Lo que necesito en estos momentos es que me dejes en paz —ya no iba a ceder—. No puedo verte siquiera Diego, me has lastimado en la peor de las formas existentes. Así que sal de aquí, quiero descansar.

La puerta se abrió de golpe y no tuvo tiempo de decir nada más. Pilar entró como remolino y fue un milagro que no apartara a Diego de un golpe. Me rodeó con sus brazos y no pude evitar las lágrimas que había contenido.

—Lo siento tanto, Victoria —acarició mi cabello—, de verdad, lo lamento.

—Las dejaré solas —Diego me miró—, estaré abajo si necesitas algo.

—Estaremos bien —Pilar se apartó de mi—, yo siempre la he cuidado.

Pilar no debía saber nada todavía o le sacaría los ojos ella misma si era necesario. Pero algo en su actitud hacia él me hizo pensar que mi querida rubia sospechaba algo. Diego no dijo nada más y salió de la habitación dejándome a solas con mi pequeño ángel. Se veía mejor, no totalmente mejorada pero ya no parecía estar al punto de la muerte que todos temían.

—¿Qué fue lo que te hizo? —preguntó.

—No sé de qué hablas.

—Rodrigo habló conmigo ayer —se sentó a mi lado—, dijo que ambos se veían muy raros, casi sintió que querías asesinarlo, te conocemos bien, y mi hermano podrá ser un idiota pero...

—Yo tenía razón, Pilar —dije finalmente—. Diego me ha estado engañando todo este tiempo.

Tuve que contarle todo lo que había pasado. A Pilar no podía mentirle, ella era mi única incondicional, y era la única capaz de aguantar lágrimas y dolor.

—Lo voy a matar —Pilar se levantó furiosa—, esto es imperdonable, es un infeliz, mira que...

—Pilar, basta, sé que suena horrible y que todo lo que sucedió estuvo mal pero yo encontraré la manera de lidiar con esto. Diego no se quedará tan tranquilo.

"La Guardiana del Fuego" ⚠️ Disponible Hasta El 31 De Diciembre⚠️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora