Un Millón de Estrellas (CANCELADO)

IV. El Demonio Dorado. [Parte I]

—Si, no, si, ¡No! ¡Deja de cambiar la posición! ¿Qué estás haciendo?— mostró desagrado un ojo brillante que observaba a una mujer retorciéndose en el suelo la cual tenía tres agujeros en su cuerpo, uno la palma de su mano derecha al igual que la izquiera y uno en su pie derecho. Los gritos combinados con los llantos suplicando libertad no le ocasionaba algún gusto posible. El aburrimiento yacía en la mente de aquel hombre, no sentía alguna emoción al realizar su pasatiempo, una de sus obras maestras no estaba terminada y la mujer no era la pieza que le faltaba.

El rostro de horror de la mujer con la vista nublada por los moretones en sus ojos sentía como algo apuntaba entre sus cejas.

—No es más que un fragmento infinito desequilibrado— dijo el hombre misterioso para después presionar el gatillo y acabar con la vida de la mujer.

Miró que el cadaver de la mujer estaba empapada de sangre, le asqueaba ver como su pieza fallida seguía ahí y más el hecho de que no le ocasionara cierto placer.

—¿Qué es lo que me falta?...— preguntó el hombre mientras comenzó a caminar por el castillo en ruinas donde los Vastaya se aliaron con la malicia del Aspecto. Observó a su alrededor esperando que algo le devolviera aquella inspiración. Logró divisar a unos metros unas plumas esmeralda, el ser quedó atraído por el brillo que emanaba se acercó y la tomó examinandola de cerca, aquella pluma segundos después se había manchado de un tinte oscuro tornándose en un color turquesa. Su ojo brilló al verlo
—Tiene una calidad primordial...— dijo entre susurros —Pero, ¿De quién podrá ser?

Caminó encontrando a su paso otras plumas, esta vez de tonos rosados. Las estrellas eran sus ojos, una por una quedaban cegadas ante las órdenes del hombre exigiendo la búsqueda del dueño de aquella pluma espectacular. Estas estrellas en el firmamento cósmico revelaron la apariencia de dos Vastaya. Observó detenidamente a los dos, podía notar que eran una pareja, descartó al cuervo al momento en que la vió, una mujer es una obra de arte por si sola, pero creia que no encajaria en su lienzo debido a que él buscaba colores más llamativos. Sabía que era arriesgado apostar su obra en proceso con un hombre, pero, si con él había sentido una inspiración, valdría la pena intentarlo.

En el Castillo del Crepúsculo, los Vastaya y la pequeña buscaban en el panel algún planeta que dominar...Y si había algún puesto de chocolates para Rakan.

—¿Un mensaje? ¿¡Será de Ezreal!?— dijo emocionada Zoe al ver un mensaje y comenzo a leerlo—¡Al fin demostró su amor por mí!...¿Ehhh? ¿Cómo puede ser para Rakan y no para mí? No importa,no es de Ezreal.

Rakan al escuchar su nombre se acercó al panel y leyó la carta, Xayah logró reconocer el nombre escrito con una cursiva perfecta "Khada Jhin".

—Espera, ¿No lo recuerdas? Luchamos contra un sirviente de él.

—El tipo grande o el flacucho.

—El grandote, pero Jhin es el flacucho.

—Ahh...No,no lo recuerdo, cariño.

—Lo conocen como "El Demonio Dorado". Jhin se manifestó en el cosmos, aparentemente desde el inicio del primer universo. Comenzó a superar a los emperadores que conquistaban planetas uno por uno, destruyendo galaxias a su paso, propagó sus masacres en todas las dimensiones posibles solo para que todos pudieran presenciar sus habilidades "artísticas". Muchos han especulado cuan inconcedible fuerza es capaz de usar que disputa con males antiguos y corrosivos. Pero una cosa es segura, es una impredecible fuerza peligrosa, un maligno ser cósmico y un violento monstruo del caos del cual no podemos arriesgarnos o involucrarnos a no ser que desearamos ser eliminados.

—¿Terminaste?— interrumpió Zoe —Si dicen que es un artista y Rakan también lo es, tal vez lo llamó para ayudarnos.

Xayah tomó de la mano de Rakan —Cariño, escúchame el es un completo extraño, un demonio de la perversión, no va a aliarse con nosotros. Y más de que parece que es un tipo que destruye cosas solo porque sí.