Capítulo 14 : Regreso

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Boruto no fue el único enviado a Holanda para educarse en comercio exterior y prepararse para formar parte del ejército naval japonés. Muchos fueron enviados con la intención de aprender el manejo de las armas y el adiestramiento extranjero para poder enseñarlo en las escuelas navales que se estaban creando en Japón. Ellos solo serían los pioneros. Pues para el rubio ese año en otro país fue complicado y tortuoso. Lo único que lo reconfortaba eran los haikus que se enviaba junto a su amada donde además ponía una nota para contarle cómo avanzaba el embarazo. Sarada esperaría un niño para Octubre. Cuando regresara a Japón el pequeño Hikaru ya tendría dos meses y medio. Le habían puesto Hikaru en honor a la luz de la esperanza, el reencuentro, la iluminación. El amor que se tenían mutuamente. Boruto citó un poema de Minamoto no Shigekuyi en sus últimas cartas:

Como las olas

Que furioso echa el viento

contra las rocas:

así estoy yo; deshecho,

entre mis pensamientos

Sonrió débil al leerlo. Entendía su pesar. La extrañaba. Hubiera querido ver su embarazo. Necesitaba estar a su lado. Sin embargo, ambos entendían que estar separados era mucho mejor, de esa forma su pasión se apagaba y no era desenfrenada. Así sus emociones no se encendían y curarían sus almas. Su maldición no les permitía quedarse tanto tiempo juntos o perecerían. Boruto ya había aprendido a vivir sin ella, pero era difícil hacerlo cuando cada día la amaba más y quería besarla, hacerla suya, mimarla, contarle al oído poemas de Fujiwara no Teika. Necesitaba abrazarla. Decirle que la amaba o sentiría que su mundo se derrumbaría. La distancia los estaba matando de otra forma. Ansiaban reencontrarse ahora mismo.

Ella decidió responderle con el poema de Ki no Tsurayuki:

Es insondable

El corazón del hombre;

pero en mi pueblo

huelen igual que antes

las flores del ciruelo

Al terminar de escribir las últimas pinceladas, sintió unas punzadas. Se retorció. El otoño estaba con ellos y aunque ella había escrito sobre las flores de Sakura, entendía muy bien por qué lo hacía, eso siempre fue lo que los unió. Sin esas flores jamás se hubieran enamorado. O eso siempre pensaba el rubio. Sarada soltó un quejido y enseguida buscó la ayuda de Ino. La mujer entró a sus aposentos lo más rápido que pudo. La enorme panza de Sarada ya era evidente y se notaba que el chico nacería justo ahora. Mientras afuera las hojas multicolor revoloteaban por el aire, sus emociones ardían en su vientre, la adrenalina corría por sus venas y necesitaba con urgencia ser atendida. No tardaron en pedir ayuda.

Se había trasladado al palacio de los Hyuuga y desde entonces vivía con ellos. Hinata y Himawari ingresaron a continuación. Neji había ido a buscar a Tsunade para comenzar con el trabajo de parto. Ino la recostó sobre un cómodo futon y entonces se hincó para poder relajarse. Sentía las contracciones con fuerza, algo tiraba desde adentro y amenazaba con salir, el futón se cubrió de agua. Había roto bolsa. Era más que claro. Ino le pidió hacer unos ejercicios. La sujetó de los hombros.

—Respira, Sarada. Despacio, uno, dos...

—Ah, no puedo más—se quejó adolorida—. Esto me está matando.

—No desesperes. Respira.

—¡Necesito a Boruto! ¡No puedo hacerlo sola...—rogó desesperada.

—Tendrás que hacerlo sola—regañó—. El está afuera. Vamos, sé fuerte por Hikaru. Pronto lo tendrás en tus brazos y verás que será lo mejor que te ha pasado.

Doncella Carmesí (Borusara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora