Doncella Carmesí (Borusara)

Capítulo 12 : Liberación

No le dio tiempo a pensar detenidamente si era lo correcto. Si ella estaba de acuerdo o si de verdad era necesario regresar. ¿Y qué había pasado con el acorde que hicieron? ¿No era que tenía que huir? Algo no cuadraba y no le gustaba en absoluto. ¿Por qué le había hecho caso a Mitsuki? Estaba perdiendo la poca paciencia que le quedaba. Ya no aguantaba sus cambios de humor y sus precipitadas decisiones. Al final parecía que no sabía lo que quería. Mientras él se vestía del otro lado de la puerta fusuma, Sarada se preguntaba por qué era tan frío con ella.

—Boruto, ¿no me explicará lo que está pasando?

—Ya le dije—se defendió—. Regresáremos a Edo para solucionar las cuestiones políticas que, tanto tu como yo, estamos involucrados y luego pensaremos qué pasará con nosotros. ¿Entendió? ¿O debo ser más claro?

—¿Me está dando una orden?—le respondió molesta.

—Tómelo como desee—atajó—. Lo importante es salvar el pellejo del emperador. ¿No cree? ¿O es que ahora no le importa su nación?

Sarada frunció sus cejas y sin pensarlo dos veces, corrió las puertas fusuma, Boruto se sobresaltó por su atrevimiento. Por suerte ya estaba casi vestido y solo pudo sentir sus mejillas arder, en especial cuando la mujer lo sujetó del hakama y lo jaló hacia ella con brusquedad, quedando a centímetros de sus labios.

—Espero que no me esté tomando el pelo con todo esto—él la miró desconcertado—. Porque de lo contrario, seré la última mujer con la que se acueste el resto de su vida.

—Cálmese—pidió tembloroso y atrapó su rostro robándole un inocente beso. Sarada quiso forcejear para soltarse, no lo hizo, porque se dejó llevar. Amaba esos labios. Los quería solo para ella. Al soltarle, le enseñó una mirada pícara—. Ya veremos.

Se desprendió de ella y enfiló hacia la salida, dejándola con un sabor amargo, entre la ira y la humillación. Quería acogotar a ese hombre. La sacaba de casillas. Refunfuñó y lo siguió sin tener mejor alternativa. ¿Qué más les quedaba? Pues nada. Salieron bien temprano por la mañana en caballo. Al principio Sarada se negó. No quería ir sujeta de su cintura, le apenaba y sentía que no era lo correcto, pues no le quedaba de otra y tuvo que aceptar. Así que le extendió la mano y la ayudó a montar el caballo. Se aferró a su ancha cintura y apoyó su cabeza manteniendo la distancia entre ambos. No quería sonar abusiva. A Boruto le pareció tierna su reacción.

—Ya deje de quejarse—ordenó el rubio y arreó al caballo.

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Una multitud enfurecida rodeaba el flamante castillo del emperador. El mismo que habían construido la Dinastía Hyuuga para complacer los caprichos y buena vida a su príncipe así como a sus sucesores por dos siglos enteros. Lo hicieron para que ellos pudieran extenderse hacia todo el país y pudieran tener a más de un Shogun a su cargo, sin que el Emperador metiera bocado y viviera plácidamente en sus aposentos, a costa del trabajo de su pueblo. Ostentoso había sido su largo reinado. Lleno de lujos, de placeres y sin quejas. Todo lo que el pueblo había estado aguantando por generaciones ahora explotaban en burlas, incendios, y protestas por todo el territorio. Su propio pueblo se había levantado contra las injusticias cometidas contra su clase social.

Tentou miraba desde la ventana de su palacio cómo sus hermosos jardines estaba siendo incendiados por los pueblerinos, en su mayoría, gente sobornada por los Shogun de rango inferior y convencidos de su ideología en contra de los extranjeros resididos en Japón desde 1859. El emperador se preguntaba qué tanto había hecho su familia en todos estos años, ¿era conveniente aceptar la propuesta de Kagura e iniciar una modernización de Japón? Las nuevas embarcaciones en el puerto de Edo eran una clara evidencia de su interés por abrirse al extranjero, pero el asunto era que ninguno de los Shogun, estaba de acuerdo. En especial la familia Hyuuga.