Capítulo 1 : Infierno

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Detrás de la cortina todo es diferente...

¿Quién eres doncella carmesí?

Porque sé que tus labios son cerezos puro y tu pasión es igual a la escarlata.

Tan pronto como te sumergiste en mí, lograste tallarme tu más profunda belleza.

¿Serán entonces nuestros lazos tan fuertes como creímos?

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El niño guardó en su memoria aquellas sabias palabras de su padre y desde entonces son su amuleto para enfrentar la terrible sociedad japonesa. Le era de Edo parecía que llegaría a su fin en poco tiempo y el aire de aquella culminación se podía sentir en la sangre de cada uno de los guerreros, dispuestos a proteger a su emperador y así también a su señor feudal. Y aunque estos últimos ya no tuvieran tanto poder como siglos atrás, sabían a quienes servían y no tenían escapatoria. Boruto lo entendía más que nadie. Servir al emperador era incluso más importante que su honor como Samurai independiente. Su padre le había dado su espada y transmitido sus conocimientos. Su clan, los Uzumaki, podrían estar extinguiéndose y ahí estaba él, siendo el último heredero a las nobles enseñanzas de sus antepasados.

—Boruto, recuerda que tu deber como guerrero jamás debe ir más allá de tu honor. Y quiero dejarte en claro tres cosas—le decía su padre. Sus característicos rasgos europeos, los volvían un clan peculiar y llamativo a simple vista. Su hijo, con idénticas facciones, le enseñó una mirada inocente. Sus doce años no eran en vano—: Uno jamás debes confiar en cualquiera que crea decir ser tu aliado. El enemigo siempre puede venir del lugar que menos esperas. Dos no dejes que tu honor y tus principios se vean perjudicados ante una situación de vida o muerte. Y tres, nunca confíes en una mujer. Pues sus encantos son sus herramientas más peligrosas. Y si lo haces, habrás perdido todo.

Sin comprender por qué le decía tales cosas, la única prueba que tenía era que no conocía a su madre y que nada sabía sobre ella. Lo miró confundido, indagándose si creer en sus palabras o solo meditarlas, decidió reflexionarlas con el tiempo. Así sabría las respuestas.

—¿Cuándo me contarás algo sobre mamá?—se atrevió a preguntar, dejando atrás su inocencia e intentando hacerle creer que ya no era un niño. Podía comprender sus silencios.

—Boruto, no debes saber sobre ella—espetó. Sus ojos azules se volvieron opacos y acarició sus cabellos esponjosos—. Algún día entenderás lo que te he advertido.

Boruto quiso creer que sí, que pronto lo entendería y podría conocer a su madre. ¿Estaría viva? No estaba seguro. Ni siquiera tenía una sola fotografía  de ella. ¿Sería hermosa? ¿Qué clase social tendría? Las dudas seguían en su mente aún pasando los años.

Ya tenía diecinueve años y la vida se había encargado de enseñarle todo tipo de cosas. Afirmar sus creencias fue parte de crecer y comprender que sus servicios solo eran para el bien del emperador japonés le tardó aún más. Le costó la mitad de su cara rajada y la vista que poco a poco la fue perdiendo. El enigma es que nunca entendió por qué. Si no era la cicatriz, según garantizaban los médicos que visitó, ¿qué clase de enfermedad tenía? Viajar al extranjero estaba prohibido y relacionarse con otras clases sociales también. ¿Cómo lo resolvería entonces?

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Boruto se encontraba de regreso a su aldea: Edo. Una de las ciudades más modernas del territorio japonés. Luego de haberse ido a entrenar por tanto tiempo y haber superado todas las exigencias de su emperador, al fin retornaba a su hogar. Lo que no imaginó fue que su padre tenía noticias para nada alentadoras y que debería emprender una nueva misión. Una más compleja que la anterior. Al menos en lo que se refería a ese terreno desconocido para él.

Doncella Carmesí (Borusara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora