Capítulo 7 : Alba

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Nunca imaginaron que aquel beso sería el que los condenaría a su propio final. Todo se estaba acomodando para que el verdadero sentimiento salga a la luz. Pues el reflejo de la luna blanca en el estanque jamás había visto algo tan hermosamente inocente y pasional. Al desprenderse, Boruto se sentó cruzado de piernas y le ofreció un vaso de Sake, por lo que la pelinegra no pudo negarlo. Sus mejillas seguían rojas por el reciente beso y apenas asimilaba lo que había sucedido. No podía creer que había tenido su primer beso con el hombre más apuesto y tierno en la tierra. Se sentía afortunada de tenerlo a su lado. De saber que era alguien especial para él y nadie más lo sería. Porque si era especial, significaba que los sentimientos que sentía por el rubio, eran reales. Desvió la mirada tímidamente hacia la luna.

—Qué hermosa está la luna—murmuró embelesado.

Sarada captó la indirecta. Nuevamente se estaba confesando de una manera sutil. Y otra vez sus mejillas se tiñeron de carmín. ¿Cómo podía lograr tantas sensaciones en segundos? Ese hombre la estaba volviendo loca de amor. Y odiaba sentirse como toda una adolescente enamorada. Ya era casi adulta y necesitaba mostrarse seria. Suspiró y escondió su rostro detrás del abanico.

—¿Por qué me besó?

—¿No es obvio?—ella se sobresaltó—. Porque la amo. Y mis sentimientos por usted son reales. Aunque ahora no quiera, me gustaría que fuera mi esposa y no me cansaré de repetirlo.

—¿Sabe que eso puede costarle caro?

—No me importan los sacrificios con tal de amarla. Sé que el amor se basa en eso. Estoy dispuesto a sacrificar todo por usted. ¿Lo entiende?

No pudo evitar sentir el calor abrumándola. Es que ese hombre era cursi hasta la médula y la ponía nerviosa. Demasiado de hecho. ¿Por qué decía tantas cosas vergonzosas justamente sin apenarse? ¿No se daba cuenta del peso de ellas? Mientras más dulce le hablaba, se enamoraba aún más. Sus palabras la enamoraban. Era como seda pura calando en su oscuro y renegado corazón. Uno que prefirió cerrar por si acaso con cerradura y candado. Al parecer se estaba encargando de abrirlo más de lo que imaginó y de una manera admirable. Levantó la mirada para cruzarse con esos ojos oceánicos. Era inevitable.

La charla que tuvieron esa noche fue amena. Tan cercana como ninguna otra. Se habían contado todo sobre ellos. Sus gustos, su pasatiempos favoritos, el modo de ver la vida. Anécdotas de su infancia. Lograron conocerse a otro nivel y eso fue asombroso. El buen tiempo los acompañó durante toda la madrugada al igual que las botellas de alcohol. A pesar de tener tanto alcohol en sangre, ambos seguían algo cuerdos. Con excepción del rubio que no dejaba de observarla con una sonrisa embelesada. Se inclinó sobre ella y entrelazó sus manos, acercándole el vaso de sake, con una actitud ebria.

—Creo que ya se ha excedido un poco, Boruto—enarcó sus cejas y apartó la bebida.

Boruto le sonrió embobado y le robó un beso travieso. Sarada impidió el beso completo colocando su mano sobre su rostro y empujándolo levemente.

—Estás muy...—hizo un gesto con su mano—. Boruto, creo que ya es demasiado tarde. Debería regresar a su hogar. ¿No que su padre está herido...?

Boruto la miró confundido. ¿Cómo sabía eso? ¿En qué momento le dijo que su padre se encontraba herido? Tratando de salir del trance, acomodó sus ropajes y se irguió sobre su cola para mirarla perplejo, intentando analizar sus palabras. ¿De qué se estaba perdiendo? Hizo una mueca de disgusto y miró el cielo. En el horizonte empezaba a verse el alba. Estaba amaneciendo. Se puso de pie, estiró sus brazos y piernas. Miró de reojo a la pelinegra, y su cabeza dio vueltas, estaba algo mareado. Era normal se había bebido tres botellas él solo. Bostezó cansado.

Doncella Carmesí (Borusara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora