Capítulo 9 : Deserción

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Un río escarlata los envolvía. El charco de sangre tiñó los tatamis perfectamente limpios. Boruto sintió un puntazo en la sien y cayó de bruces hacia atrás. Soltó la espada y sus ojos blancos volvieron a ser azules. Al visualizar la herida profunda en el abdomen de Sarada, sintió terror. Entornó sus ojos y palideció. ¡La había atravesado! Ella cayó de espaldas y casi desmayada. Su hermoso kimono se ensució por completo de su propia sangre. Sacudió la cabeza en trance. ¿Qué había hecho? ¿En qué momento pasó todo eso? No recordaba casi nada y todo era confuso. ¿Qué había pasado en ese lapso? ¿Acaso eso fue real? La había tocado en aquella ensoñación y apenas entendía qué sucedió.

—Sarada...—titubeó aturdido.

Su cuerpo le ardía por completo. Sentía quemaduras en todo su cuerpo. Le dolía un demonio. Contrajo una expresión adolorida y trató de calmarse. Ella había perdido demasiado sangre y él había recibido extrañas quemaduras. ¿Qué había sucedido? No entendía nada. Reaccionó como pudo y gateó hasta ella. La sujetó por los hombros y corrió sus cabellos. Estaba exhausta, con fiebre producto de la hemorragia y el shock emocional.

—No, no puede pasarte esto. ¿Por qué hiciste eso?—le habló entrecortado. Aguantaba el dolor de las quemaduras. Miró hacia ambos lados. Estaban solos y la noche los acompañaba. La luna ya no era escarlata—. Debo llevarte a un lugar seguro...—contuvo las lágrimas.

La alzó en brazos y caminó con cautela hasta la salida del aposento. ¿Dónde debía llevarla? No estaba seguro. Solo quería sanarla. ¿Sanarla? Bajó la mirada. La había herido y se dejó llevar por un odio sin fundamentos. Sarada le había dicho que lo amaba. Y sus palabras fueron sinceras. De lo contrario no hubiera querido tomar esa decisión. ¿Acaso pensaba matarlo? ¿Matarse? Estaba loca. Lo quería llevar a la muerte. Y no la dejaría.

—Eres necia, mujer—masculló.

Lo primero que vino a su mente fue la señora Tsunade. Era la única que podía curar sus hemorragias. No confiaba en nadie más. Después pensaría qué haría con ella y sus sentimientos. Descartarlos era una opción bastante prudente. Se arrastró colina abajo, mientras la luna resplandecía arriba e iluminaba el camino hasta la residencia Senju. Debía llegar cuanto antes. La sangre drenaba con intensidad y su cabeza bombeaba. Estaba aturdido. Rogaba que pudiera aguantar hasta llegar y así al menos salvarla. Juraba que había perdido demasiada sangre. ¿Cuánto tiempo detuvo el tiempo? No estaba seguro de cuántos minutos transcurrieron.

—Demonios mis ojos me arden.

Boruto se sentía paranoico. Quizá se debía al hecho de saber que había huido con ella y estaba llevándola fuera de sus aposentos. Algo prohibido. No le importaba. Quería protegerla. Necesitaba curar sus heridas y no le importaba los riesgos. La salvaría. Se había comportado como un idiota, un imprudente y necio, no había querido escucharla y así terminaron heridos. No imaginó que ella usaría el Sharingan para apaciguar todo. Ni que él despertara su maldición. Todo sucedió demasiado rápido. Saltó los tejados e inspeccionó la zona antes de entrar al barrio residencial. Se escabulló entre los callejones y atravesó el barrio por los lugares más recóndito que halló. Llegó a la residencia Senju en poco tiempo y sin ser descubierto. Golpeó con insistencia la puerta.

—Ábrame, por favor—exigió.

Tras insistir unos golpeteos más, Tsunade le abrió la puerta y se llevó una sorpresa, al verlo ensangrentado y con una mujer en brazos. ¿Qué había pasado? No tuvo que preguntar, porque se apartó de la puerta y lo dejó pasar. Boruto ingresó hasta el final del pasillo para terminar en la sala contigua. Reposó a Sarada sobre unos cojines que le colocó Tsunade y se incorporó a unos metros con la intención de explicarle lo sucedido. Se detuvo en seco al pensarlo con claridad. ¿Era conveniente? No tenía idea. Confiaba en esa mujer. Le había sacado de apuros en su momento y le debía un favor.

Doncella Carmesí (Borusara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora