Capítulo diez

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Para cuando Hanji logró espabilar totalmente, la luz del sol ya había comenzado a brillar hace un buen rato. Pasaban de las 9:30 a.m cuando noto como una plomífera nube cubría recelosamente la luminosidad del día, y la ausencia de la rubia. Sabiendo que no la encontraría, extendió la mano en busca de la chica que había prometido no dejarla sola, pero el lugar donde ella debería haber estado no solo estaba vacío, también estaba frío.

Suspiró.

Si bien sentía cierto pesar por la ausencia de Emma, no pudo evitar sorprenderse –y alegrarse– de despertar y no sentirse tan incapacitada, aturdida y poco ortodoxa como la vez anterior.

Antes de incorporarse, estiró gustosamente los brazos al aire. Que rico era despertar dentro de tus cinco sentidos. Se incorporó con cuidado, no quería tentar a la suerte. Esperaba encontrarse la con la blancura de una pared, algún enfermero esperando con paciencia que abriera los ojos, quizá a Emma... sin embargo, en lugar de eso, se topó de lleno con la imagen de quien menos quería ver en ese momento. Levi.

Apretó con fuerza los dientes, ¿qué mierda hacia ese idiota ahí? Torpemente tanteó su alrededor en busca de cualquier cosa con suficiente volumen para lanzarle a la cara. Una almohada se estrelló sin piedad contra el rostro pasible de él joven dormido.

–¿Pero qué...? –se levantó de golpe.

–¿Qué haces aquí? –preguntó furiosa, tomó otra almohada tras de sí– Lárgate.

–Hanji...

–Hanji nada, ¡lárgate!

–Escúchame, por favor –la almohada le aterrizó nuevamente sobre la cara– ¡Ey! Ya basta de lanzar cosas –esquivó otra con forma de dona–. Estás actuando como loca.

–¡¿Loca?!

–No –se apresuró a decir–, no es lo que quise decir. Hanji, ¿qué haces? ¡Baja ese florero!

–Eres un idiota –alzó la jarra con cierta dificultad, ¿desde cuándo pesaban tanto?–, un gran, gran idiota.

–No, no, escucha. Hanji, escúchame, sé que me equivoqué, solo... por favor –dio un paso al frente, cauteloso–, cálmate.

–¡Te quedas quietecito! –lo amenazó con el florero.

–Está bien –alzó las manos en un acto de paz–, bien, tranquila, aquí me quedo. Pero, por favor, baja eso que te puedes lastimar.

Hanji no relajó su postura, desafiándolo febrilmente con la mirada, dejando claro que no estaba dispuesta a dialogar, al menos no todavía. Luego de lo que para Levi fue una eternidad, Hanji bajó la jarra con las flores a su regazo. Hizo una mueca de dolor, obviamente no lo bajó porque quería; el dolor de sus costillas la obligaron a bajar los brazos.

–¿Estás bie...?

–Sí –lo cortó–, no te preocupes y sal de aquí, Levi.

–Pero ¿qué dices? Sabes que no pienso dejarte sola.

–¿Ah, sí? –lo retó, de pronto su rabia fue tan palpable que solo le faltaba expulsar vapor por las orejas. Sí las miradas mataran... pensó Levi– Pues no recuerdo haberte visto cuando intentaron meterme una aguja a la fuerza –frunció el ceño, como si le costara creerlo– ¿Tanto me odias, Levi? ¿Es tanta tu repulsión hacia mí?

–No –contestó de inmediato, acercándose con rapidez a la cama. Tomando asiento a un lado de Hanji, intentó cogerle la mano, pero ella la apartó con rapidez–, ¿cómo diablos podría odiarte, Zoë?

–Me culpas –dijo sin despegar los dientes–, me culpas por la muerte del bebé. Y en cierto punto tienes razón; debí quedarme. Pero no lo hice. No lo hice y ya está hecho –se limpió una lágrima–. En lugar de apoyarme, de quedarte y decirme que todo iba a estar bien, te fuiste. Tú me dejaste. Tú me dejaste –repitió entre sollozos. Levi observó asustado el monitor, esperaba que no comenzara a sonar, ya no soportaba ese horrible ruido. Hanji se secó las lágrimas con la manga de la bata–. Además, aunque me hubiese quedado en nada cambiarían las cosas.

We Are Broken // LeviHan [DH#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora