10. Eʟ ʙᴇsᴏ.

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Llegamos a la esquina de la calle y las luces de mi casa aún seguían encendidas.

—Aún están despiertos tus papás—dijo.

—Solo vivo con mi madre y su novio... Y al parecer aún están despiertos.

Estaba a punto de bajarme del auto cuando Eric agarró mi brazo y me estampó un beso. Un beso suave y deli—un momento!

Lo aparte muy enojada.

—No tienes que estar robándome besos cuando te da la gana.

—Lo siento, venía una chica del otro lado de la calle.

—Si, ¡pero no era necesario!. Recuerda solo tenemos que actuar cuando sea necesario, cuando estamos solos no. Somos jóvenes serios haciendo bien y profesionalmente su trabajo.

Me salí del auto cabreada, era la segunda vez que hacía eso, la primera me gustó pero no tanto, y la segunda también me gustó pero no tenemos que hacer esto, esto no es real, así que no quiero que trate de que sea más real, no cuando no hay nadie cerca. Era innecesario.

Abrí la puerta de la casa, encontrándome a Sebastián solo y enojado.

—¿Qué te pasó? Y mamá?

Sebastián notó mi presencia.

—Que bueno que llegas —se le iluminó el rostro—, tu mamá se enojó por un mensaje que recibí de una compañera del trabajo... ¿Puedes hablar con ella?

—No, gracias.

—Me lo suponía —murmuró mientras se comía todo lo que encontraba en la refrigeradora.

Subí a mi habitación y el olor a menta —uno de mis olores favoritos—me inundó por completo. Entre al baño para cambiarme a la pijama y no pude evitar sonreír al recordar lo tonto que fue el día.
Salí del baño y fui a la cama, en la esquina de la habitación estaba el pingüino que mi padre me regaló cuando tenía siete años.
Agarré el pingüino de peluche y baje con él, pesaba más de lo normal. Aunque eso no importaba si lo único que quería era deshacerme de él.
Lo puse cerca de la basura.

—Sebastián, ¿puedes decirle a mi madre que lo tiré a la basura? Gracias.

Subí las escaleras, de nuevo. Ya estaba en la cama, pero esta vez me sentía vacía y sola.

Flashback.

—Papi, papi, mira lo alto que vuela mi cometa.

Mi padre me abrazó, dejándome ver sus perfectos rizos rubios.

—Mi pequeña, eres tan inteligente y hermosa, me enorgulleces... papi tiene un regalo para la hermosa cumpleañera .

Caminamos por el puente y  pude ver los patitos en el estanque, eran lindos. Me encontraba muy feliz cuando vi el coche de mi papi.

—Bien... feliz cumpleaños a mi querida hija —de el coche sacó un peluche grande, muy grande y era un...pingüino. no me gustan los pingüinos —se que no te gustan los pingüinos, pero eso es porque no lo conoces, podemos investigar juntos y verás lo increíble que son.

La idea me encantaba tanto que no me importaba tener un pingüino de peluche aunque yo quería un poni.

—¿Le gustará a mamá?—pregunté.

—Tienes dos opciones o regalamos a Francis o lo recibes agradecidamente, ¿cual eliges?.

Estaba tan feliz que no me importaba si era un pingüino, un león o un oso, con tal de tener a mi padre ahí.

—Bueno...no me agrada mucho Francis, pero haré el esfuerzo, papi.

Salté a los brazos de mi padre y lo besé muchas veces por toda la cara.

Un novio de mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora