06. Cᴏɴsᴇᴄᴜᴇɴᴄɪᴀs.

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Astrid.

Cuando de niños los mayores dicen "Cuidado, no corras" y entonces lo haces, corres, los desafías hasta que te estampas contra el suelo y deseas no haberlo hecho pero es muy tarde y ya estás sentado en el váter, soportando el alcohol en tus rodillas. A eso yo le decía Causa y efecto.

Estaba sentada en las últimas filas, escuchando la clase del profesor Agapito.
En realidad, estaba casi durmiendo con los ojos abiertos, no tenía ganas de escuchar de números cuando solo había dormido tres horas.
Mi brazo servía de apoyo en mi cabeza.
Segundos después me resbalé y casi me choco contra la fría cerámica.

—Señorita Lee, ¿hay algún problema con su asiento? En toda mi clase no ha parado de moverse como un gusano.

En realidad, él parecía un gusano, arrugado y amargado.

—Lo siento, ¿puedo ir al baño?

—No—respondió de forma tajante.

Me levanté de mi lugar, agarre mis cosas, lista y decidida para salir.

—Señorita, ¿acaso es sorda? dije que no podía salir.

Estaba a punto de colapsar. Tenía sueño, mucho sueño, mi humor depende de las horas que duermo, literalmente.

—Y yo dije que necesito ir al baño.

El profesor Agapito me detuvo.

—Bien. Asegúrese de primero pasar por la oficina de la directora y luego haga lo que se le antoje.

—Como usted diga.

Salí de clases, cerrando la puerta del salón de un fuerte tirón. Caminaba por los pasillos vacíos y tranquilos. Llegué a la oficina de la directora. Ella hablaba con unos padres, no podía ver mucho, ella se encontraba de espaldas, los señores tenían pinta de estarla pasando mal. Ni modo, la directora estaba ocupada y no podía molestarla solo por órdenes de Agapito. Me di la vuelta pero algo me detuvo.

—Siento mucho por lo que están pasando. Alex es un buen chico, uno de los mejores... Espero que se recupere muy pronto.

La señora lloraba a mares y el señor la consolaba. Ambos recogieron sus cosas y salieron de la oficina pasando por mi lado.

—¿Qué haces aquí, Astrid? Tienes que estar en clases.

—Lo siento, buscaba el baño... ¿Ha sucedido algo malo?

Ella dudó en hablar del tema.

—Es Alex, uno de mis estudiantes... anoche lo arrolló un carro, está muy delicado. Los señores que acaban de salir son sus padres—dije algo apenada—. Vamos, ve a clases, y que nadie se entere de lo que te he contado.

—Seguro.

Fui a los baños, saqué mi celular y una vez más le dejé un mensaje a Alisha, que seguía sin responderme.

—Te dije que aquí estaba.

Entraron a los baños, Lluvia y Madison.

—Alex, el novio de Alisha está en el hospital, muy delicado—solté asustada.

En el rostro de Madison no había ningún sentimiento, pero en el de Lluvia era todo lo contrario.

—¿Qué? Lo matamos, lo matamos, es nuestra culpa.

—No, no ha muerto, está delicado, que es diferente—aclaré.

—No tuvimos que hacer—Lluvia se lamentaba.

—¡Lluvia, callate, me estresas!. Cuando nos fuimos él estaba bien, cierto?—Lluvia asintió prestando atención a Madison—entonces significa que lo que pasó después de que nos fuimos no es culpa nuestra, okey?

Un novio de mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora