El proceso que Crowley, un demonio, seguía para borrar cualquier atisbo de afecto o emoción similar hacia el ángel Aziraphale era simple, pero tremendamente agotador: buscaba en sus memorias el momento en que el principado aparecía en sus pensamientos, en que comenzaba a invadirlos; siempre que encontraba la época precisa, usaba toda su energía (pues alterar el tiempo era, en extremo, desgastante, incluso para un demonio).
Una vez que llegaba al momento, tenía que modificar algún pequeño acontecimiento y revolvía sus propios recuerdos para evitar el nacimiento de aquel sentimiento; ponía especial esmero, aun si sintiera que perdía algo tremendamente importante, (un poco más difícil, siempre muy triste), en borrar sus pensamientos de sus anhelos, ocultando algunas memorias, sin modificar le línea temporal en lo posible, o separarse accidentalmente del ángel.
Porque podría odiar ese ciclos, encontrarse en amarga contradicción de repudiar su amor; pero la idea de que ambos fueran perfectos desconocidos, o su camino bifurcándose para no volver a encontrarse con Aziraphale era algo que no podía aceptar, aun si esos sentimientos no fueran más que dispersados, y permanecieran latientes para renacer como consecuencia, de algún descuido, de una eventualidad.
Aunque Crowley nunca fue consciente de eso; el demonio nunca comprendió que el origen de ese amor era tan antiguo, que había olvidado el momento del cual se originó (el cual debió borrar).
Con sorpresa, es que descubriría que no eran períodos muy separados: no se daría cuenta, (hasta milenios después), que cada vez que inició este ciclo, los años se iban acortando entre cada ciclo.
De alguna forma, siempre era absurda la fácil coincidencia con que solían encontrarse. Ambos encontraba su camino hacia el otro; el demonio siempre encontraba el momento para aparecer en la vida del ángel, (permanentemente dispuesto a salvarle).
Se sentó en su cama, con el cabello desordenado, y una botella de cualquier bebida que encontró en la tienda más cercana, algo que había conformado su rutina en la última semana tras la visita de Aziraphale.
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Recordaba la primera guerra mundial, en donde se ocupó un poco de informar rutas a ciertos soldados de ambos ejércitos, buscando crear más caos, sin deseo de acatar del todo las órdenes del infierno, que eran, en palabras simples: apoyar a la nación que había decidido comenzar a ocupar otros territorios, como Francia, su vecino.
Los humanos siempre encontraban la forma de sobrepasar los niveles de destrucción pasados, concluyó Crowley.
Por supuesto, no esperaba encontrar a cierto Ángel, asignado en una misión que lo llevó a llenarse de lodo en medio de trincheras repletas de soldados británicos y franceses.
—¿Ang...? —Crowley decidió corregirse cuando un cabo bretón pasó a su lado, mirándolo con sospecha—. ¿Aziraphale? ¿Qué haces...aquí?
—¿Crowley? —Preguntó confundido el ángel, terminando de curar la herida de bala de un soldado con un milagro atenuado, para disimular la rapidez de recuperación—. Lo mismo podría preguntarte —respondió poniéndose a la defensiva, acusándolo.
—Por supuesto que no, ellos solos hicieron todo esta telaraña de frentes y armas —bufo un poco ofendido; aunque no debería sentirse aludido de mala manera, era un demonio—. Solo estoy, ya sabes, moviendo un poco las cosas, ¿y tú? Este lugar es bastante peligroso.
—Oh, pues veras —comenzó a explicar el principado, alejándose con Crowley a alguna esquina solitaria de la trinchera—: tengo algunos milagros que hacer, personas que curar; me ofrecí voluntario querido, si te soy honesto.
Debió de esperarlo, pensó el demonio con exasperación.
Aziraphale había estado en más ocasiones de terminar sin cuerpo; más de las que debían ser sanas para su nivel de estrés.
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Los buenos pecadores [Good Omens] [Ineffable Husbands]
Fanfiction[Good Omens, Ineffable Husbands, post-casi apocalipsis] Tras una discusión con Aziraphale sobre su reticencia a dejar de actuar en favor del cielo y su trabajo como ángel, Crowley se distancia un poco del principado. Sin embargo, su enfado con el á...