CAPITULO 5

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Elena Sámaras.

Mis sentidos se habían agudizado con el embarazo, como un mecanismo de defensa ante cualquier amenaza para la vida de mi hijo, podía escucharlo todo, incluso el crecimiento del pasto. En ocasiones los ruidos del exterior sonaban como tan alto en mis oídos que solo me era posible encontrar la calma sumergiéndome en el agua.

Comencé a llenar la tina y sentí un cosquilleo al sentir el agua caliente tocar mi piel. Me relajaba de sobremanera.

Hayzel aulló incomoda en mi cabeza.

-Algo no está bien.

-A que te refieres?.- pregunté despojándome de mi ropa interior.- Pasa algo con el bebé?

Los vellos de mi nuca se erizaron asi como mi olfato capto su aroma. Un toque de sodio, húmedad y algas marinas se notaba en el ambiente. Inhale mas profundo. Ahí estaba lo que buscaba. Roble, encina y castaño. El olor de los bosques y playas de Grecia.

-No.- respondió molesta.- Mas lobos.

(*)

Sali de la mansión en el momento en que el sol comenzaba a ocultarse. Con cada paso que daba hacia la ciudad aumentaban las miradas sobre mi, algunas eran acusadoras, otras mas de subordinación, pero en todas ellas habia miedo. Casi lo podia tocar.

-Eso es.- pensé.

No habia salido desde el encuentro con mi hermano y era sabedora de los rumores que se expandían por Arcadia. No les sorprendia el verme viva, sino el verme tan diferente. La mirada plateada se habia apagado hace mucho tiempo y todos sabían el porqué.

Un pequeño grupo conformado por hombres y mujeres dejaron de hablar poco a poco sus ojos se posaron en mi, como si alguien le hubiera bajado el volumen a su platica. Se hicieron a un lado cuando pase en medio de ellos. Ningun miembro de la manada hizo lo posible por acercarse a mi, ni siquiera se atrevieron a nombrarme. Yo solo podia pensar que no estaban lo suficientemente alejados de mi agarre.

Liza Sámaras.

El suelo se estremeció en cuanto las estatuas lo tocaron. Eran impresionantes. Me acerqué sin poder dejar de mirarlas y camine hacia ellas a paso inseguro, de manera inconsciente las toque con cuidado, sintiendo un extraño calor al tacto.

Detrás de ellas estaba el templo construido a Licaon. Tenia cinco columnas de mármol por lado, era una replica del templo a Zeus en Olimpia. Con una sonrisa en la cara ingrese al santuario, el sonar de mis pasos sobre el mármol solo se veía superado por las corrientes de aire frio que se filtraban de entre las columnas. Ahí, en medio de antorchas e iluminado por el fuego danzante estaba Licaon. El dios mitad lobo, mitad hombre.

Su escultura de más de diez metros lo mostraba sentado, era una posición despreocupada, sin embargo su mirada atenta al horizonte daba la impresión de estar alerta. Sus ojos brillaban como el fuego.

Elena Sámaras.

Cuatro estatuas.

Cuatro lobos.

Todos estaban sentados sobre sus patas traseras pero el pelo de su lomo estaba erizado. Listos para atacar.

-Esto fue lo que nos puso alerta.- murmuré.

Liza Sámaras.

-Creo que las palabras sobran para describir este templo.

La voz de Elena sonó a mi espalda. Era increíble lo sigilosa que se habia vuelto.

-Te gusta?.- pregunté encendiendo varillas de incienso para despues colocarlas en una charola de oro.

-Veo que trajiste las estatuas desde Grecia.- dijo ignorando mi pregunta.

LA ALPHA: ÉXODODonde viven las historias. Descúbrelo ahora