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Rose

Llevo ocho años con las mismas personas. Las mismas caras, los mismos chistes, las mismas bobadas.

A los quince años lo único que se te viene a la mente concurrentemente es cómo pasarla bien. Soy de ese tipo de personas que prefieren arriesgarlo todo para tener un buen día. Pues la vida hay que disfrutarla, no desperdiciarla. Y normalmente me gusta gastar mis días junto a mis amigos, pero los verdaderos. No como esos amigos que fingen una sonrisa en frente tuyo por conveniencia.

Hoy en día, a mis verdaderos amigos los puedo contar con los dedos de mi mano. Literalmente.

Mar, Belle, Micaela, Michelle y Layla.

Ellas son mi grupo, sin contar a Andrés y a Sam. Sam y Andrés son dos buenos amigos, aún no los considero verdaderos amigos. Pues recién los conocí este año cuando los transfirieron al colegio. Aún me falta conocerlos.

No me puedo quejar de mi vida, realmente me agrada el ritmo que esta lleva. Siempre hago lo que me gusta, no lo que los demás quieren que haga. Sigo mi camino para cumplir mis metas, sin importar las críticas que me caigan de las personas.

Soy yo, no me gusta ser de las típicas chicas dramáticas que se ponen a sufrir por sus problemas en vez de enfrentarlos. Eso es lo que me diferencia, y siempre me lo dejaron en claro.

"Eso te hace especial" me dijo una vez Mar. Mi amiga más confidencial. Mi amiga de la infancia.
"Eres diferente a las otras chicas" me dijo hace unos días Sam.
"Es realmente agradable hablar contigo, se siente diferente" me dijo la otra vez Andrés.

Ellos me dejaron muy en claro que soy distinta. No sé si para bien o para mal, eso depende de cómo lo vean las personas. Por ejemplo, mis amigos lo ven para bien. Siempre dicen que es bueno ser único, y que sin duda yo era especial. Que mi amistad era muy valorada, realmente sus palabras me hacían sentir bien.

Pero por otro lado, había personas que solo usaban su boca para criticar lo que hago. Como Liam, Liam Bagley.

Ese chico es un completo dolor de cabeza, cada cosa que hago él lo critica. No sé cuál es su problema conmigo, yo nunca le he hecho nada. No sé quién se cree que es para fastidiarme de ese modo, no es que me importe pero realemente es estresante, hasta tal punto que lo he tenido que poner en su lugar. Pero no se detiene, sigue molestándome todos los días. Es como si fuera su hobbie favorito. He tratado de pararlo millones de veces, pero él no entiende. No tiene freno, no logro parar sus ofensas hacia mí.

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Estamos a mitad del año escolar, me ha ido muy bien en los estudios. Soy una chica promedio, ni mala ni buena. Me mantengo, y es suficiente. Mi sueño es bailar, amo bailar con todo mi ser. Lo hago desde pequeña. Casi siempre tengo presentaciones en concursos importantes de danza, siempre obtengo uno de los tres primeros lugares. Me siento orgullosa de mí y de lo que hago.

Era muy temprano, comúnmente suelo llegar temprano al colegio. Esta vez, llegué demasiado temprano. Literalmente era la primera de mi curso en llegar, y no había muchos estudiantes rondando por el colegio a esa hora.
Saqué mis audífonos de mi mochila y me recosté en la banca frente a mi aula, esperando a que alguien se dignara en aparecer.
Y sí, adivinen quién llegó.

Liam Bagley.

¡¿Por qué?! De todas las personas que conozco en el colegio, tenía que venir el más insoportable. Rara vez llega temprano, al parecer hoy le dio la gana de levantarse aún más temprano.

-Levántate, no eres la única que quiere recostarse -dijo mientras a partaba mis pies de la banca.

Ni siquiera un hola.

Un amor tóxico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora