Todos, excepto Ángelo, Shura, Mu y él, decían lo mismo de Aldebaran, todo lo que lo conformaba era motivo de burla: su altura, su nacionalidad, su cuerpo, sus facciones, todo era motivo para que sus compañeros hablaran mal de él y eso a Dita lo ponía furioso, ¿Quiénes se creían ellos para hacerle ese tipo de comentarios?, si hubiese pasado mucho antes seguro que también Dita lo molestaría, pero no, afortunadamente él había cambiado, ya no era el niño que se creía mejor que los demás, eso se lo dejaba a Aioria o a Shaka, pero el no.
Si pudiera, seguramente les haría pagar y todos esos idiotas terminarían con una rosa sangrienta en el trasero, pero era mejor así, no se metería con ellos, mejor se inmiscuiría en la forma de pensar de Aldebaran y cambiaría todo, lo había visto llorar y lamentarse algunas veces, ese hombre, a pesar de ser tan alto y tener músculos prominentes, también tenía sentimientos.
Se acercaba a él cada que podía, Dita estaba encantado con los dotes de cocina de Aldebaran y pronto una amistad se formó entre el segundo guardián y el último, a Dita no le molestaba en absoluto que le vieran junto a él y al parecer a Aldebaran tampoco parecía incomodarle su presencia.
̶— ¿Cómo puedes estar cerca de alguien como él, tu que eres el guerrero de la belleza que brilla entre el cielo y la tierra?̶. — Esa pregunta proveniente del castaño colmó su paciencia, había sido muy tolerante para no romperle la cara, sin embargo esa fue la gota que derramó el vaso, un puñetazo se estrelló en la cara de un burlón Aioria.
—̶No te atrevas a decir esas cosas otra vez, ¿Me has oído, Aioria? — A Dita se le notaba cunado se enojaba y esta era una de esas veces, el castaño lo miro estupefacto y decidió irse sin decir otra cosa.
Dita se dirigió hasta la casa de Aldebaran, él mayor estaba sentado a la orilla de la entrada de su templo mirando al cielo.
—̶ ¿Por qué sigues tratándome de manera amable? — pregunto sin dejar de mirar las nubes
—Deberías saberlo Aldebaran, no soy como los demás, yo veo en ti lo que ellos ignoran. — Respondió Dita con una sonrisa
—Todos dicen que soy feo y que nadie podría ser mi amigo.
—Pues se equivocan, ¿Qué no Mu es tu amigo?, ¿Acaso Shura y Ángelo no han estado contigo?, ¿Y yo, yo que soy entonces?, son unos insensibles y unos idiotas, no saben que eres una increíble persona — Dita se sentó a su lado y recargo su cabeza en el hombro de su acompañante.
—Tienes razón, pero... ¿Qué viste en mí?
—Pues veras, a mí también me habían dicho que no eras nada agraciado, pero para mí eres lindo, dime ¿Cómo un corazón lleno de bondad puede ser feo?, ¿Cómo un alma bondadosa y una sonrisa brillante pueden ser desagradables?, eso, eso es lo que vi en ti, por eso digo que ellos se equivocan. — Dita sonrió y Aldebaran comprendió todo cuanto le había dicho.
En un momento pensó que para Dita era fácil decirlo, pues su rostro era demasiado fino y su blanca piel le hacía parecer una de esas bellas estatuas de mármol que estaban en el templo de los dioses, Dita le recordaba a las ninfas pues era delicado y bello como una de ellas, sin embargo, luego de escuchar aquello que le dijo el de cabellos celestes, comprendió todo, Aldebaran tenía una belleza diferente a la de Dita y no por ello era menos que él y ser su amigo le hizo razonar y reflexionar.
—̶ Tienes razón, tu, Mu, Shura y Ángelo son mis amigos y desde ahora sé que yo también tengo algo de bonito
Dita no respondió solo puso una mano en su hombro y sonrió de manera amable, Aldebaran ignora las cosas horribles que le dicen pues ahora sabe que eso solo son palabras sin importancia, por su parte, Dita ha repartido unos cuantos regaños.
Dan R